Estaría mintiendo si dijera que no estaba tan caliente como lo estaba antes de mi encuentro con Marcos en el muelle. Casi tres semanas habían pasado y la calentura había regresado a mí como por arte de magia. El claro ejemplo era que el entrenador Vives llevaba veinte minutos hablando sobre un torneo al que iríamos en las siguientes semanas y yo no le había prestado atención a ninguna de sus palabras. Solo podía concentrarme en esos muslos torneados que se dejaban ver con esos shorts deportivos tan cortos que utilizaba.
—Se pueden retirar.
Todos se levantaron y se fueron directo a sus casas, pero yo no, yo caminé hacia los vestidores con la calentura que me acosaba. Tenía que admitir que mi cabeza había reproducido mil veces la escena de Marcos atrapándome mientras me masturbaba, pero mi imaginación se había esforzado en cambiar el final por algo más erótico. Esos pensamientos me habían convencido de que algo podría suceder si invertía un poco de tiempo bajo las regaderas, presumiendo mi desnudez a quien sea que estuviera en el lugar. Hasta ahora no había tenido éxito, pero tal vez sería mi día de suerte.
Me desvestí y dejé mi ropa sobre la banca de madera, exponiendo mi cuerpo en la sala. Encendí una regadera y dejé que el calor me envolviera. No llevaba más de treinta segundos bajo el agua cuando escuché pasos que se acercaban. Una persona de cabello muy corto y rubio se apareció frente a mí.
—Thomas, no sabía que estabas aquí —saludó.
—Matías.
Mi amigo se quitó la ropa hasta quedar totalmente desnudo y se metió bajo la regadera contigua. Lo miré de reojo y noté sus abdominales trabajados. Me di cuenta de que nunca antes lo había visto desnudo. Tenía un cuerpo atlético que no podía ser definido ni como voluminoso ni como flaco. Era un perfecto punto intermedio, pero su gran altura le daba un aspecto esbelto. Mis ojos no dudaron en posarse sobre su miembro, el cual no parecía tener nada de especial. Entonces, Matías se volteó y su culo quedó a la vista. No estaba tan hinchado como el del entrenador, pero seguía su figura deportiva y presumía de una firmeza y belleza envidiable, casi como el de una escultura griega.
No pude evitar que mi sexo reaccionara y estoy seguro de que Matías lo notó al voltear de nuevo, pero poco me importaba. La calentura y el ver lo amistosos que eran mis amigos con Darío habían hecho que ni siquiera me preocupara que se enteraran de mi bisexualidad.—Nos vemos en la casa. —Matías cerró la regadera y se secó sin dirigirme la mirada. Luego se vistió y salió por donde entró.
Sin esperanza, apagué la regadera y salí a secarme, pero mientras lo hacía, escuché una voz que decía:
—Perdón por la tardanza, yo... —El entrenador Vives caminaba hacia mí con los ojos puestos en su reloj—. ¿Thomas?
—Entrenador —dije sorprendido.
—¿Qué... haces aquí? —Se le veía nervioso.
—Supongo que lo mismo que usted —respondí con una sonrisa.
—¿Cómo? —Levantó una ceja en señal de duda—. ¿Tú...?
—Sí. Vino a bañarse... ¿no es así?
Su mirada se iluminó y me sonrió.
—Sí, así es.
Intencionalmente, tardé en secarme, pues quería que me viera. Yo no era tan ingenuo para creer que el entrenador venía a bañarse. Sabía perfectamente que venía a encontrarse con alguien, tal vez su esposo o tal vez alguien más, pero definitivamente no era su intención estar solo en estos vestidores. Tiré la toalla a la banca de madera y expuse mi intimidad sin tapujos, seguí la mirada del entrenador que recorrió todo mi cuerpo sin cuidado.
—Quería preguntarle algo. —Los ojos del entrenador se dirigieron a los míos al escuchar mis palabras.
—Dime. —Se removió la playera sin mangas y dejó ver un torso lampiño y ancho, trabajado y voluminoso.
—¿Qué opina de mi... rendimiento en la cancha? —Y mientras lo decía, me pasé la mano por el abdomen, pendiente de cómo su mirada seguía el recorrido por mi torso.
—Eres bueno, muy bueno —dijo, enfatizando el "Muy".
—¿Le gusta? —dije cuando mi mano llegó al punto en el que terminaba mi abdomen.
—¿Qué? ¿Cómo? —Su mirada regresó a mis ojos.
—Mi rendimiento en la cancha...
—¡Ah! Sí. Puedes mejorar en algunas cosas, pero creo que eres el que mejor explota sus atributos físicos.
Estaba mal lo que hacía, lo sabía. El entrenador tenía esposo y yo andaba ofreciéndole mi cuerpo porque no era capaz de contener mi calentura. Aunque pensándolo bien, yo no podía estar seguro de que siguieran juntos, o tal vez tenían una relación abierta. Reuní valor y caminé hacia él. Cuando estuve lo suficientemente cerca, puse mi mano sobre su hombro derecho y lo apreté.
—Quisiera tener un físico así —dije mientras lo barría con la mirada.
Se exaltó ante mi contacto.
—Perdón, perdón. —Retiré la mano—. No era mi intención incomodar.
¿Qué estaba haciendo? Ése no era yo.
Me regresé hasta donde estaba mi ropa y saqué un short deportivo que me dispuse a usar cuando Vives se quitó los suyos. Traía un suspensorio blanco que yo sabía que cuando se volteara, confirmaría mi creencia de que le hacía un favor a su deseable culo. Y así fue. Volteó y pude ver los glúteos trabajados y voluminosos que le hacían justicia a los muslos torneados que siempre me habían llamado la atención. Vives caminó hacia la misma regadera que yo había usado y la encendió, luego se acercó a mi lado en lo que esperaba a que se calentara el agua.
—Tarda un poco en salir caliente —dije.
La tensión era más que palpable. El entrenador me miraba de reojo mientras me vestía y yo era muy consciente de eso. Él me deseaba y yo a él, pero ninguno daba el primer paso. Estaba muy seguro de que el agua ya estaba saliendo caliente, pero él no se despegaba de mi lado, como si estuviera esperando a que sucediera algo entre ambos.
—Si de verdad quieres, podemos organizar algunos entrenamientos extra. Algo privado... —Allá estaba el primer paso.
Decidí olvidar mi moral y actuar al respecto, así que volví a posar mi mano sobre su hombro, pero ahora la bajé por su bíceps.
—Pues no es mala idea... me hace falta un poco más de entrenamiento, ya sabe, para estar así.
—Mmm, posiblemente, pero, en mi opinión, estás muy bien como estás.
—¿Cree? —Y mostré un bíceps para marcar el músculo.
Su mano se animó a posarse sobre mi brazo y apretar. Entonces acaricié su pectoral y bajé por su abdomen. Sentí que él hacía lo mismo. Ya no había vuelta atrás. Su mano subía y bajaba acariciando mi abdomen una y otra vez hasta que sentí una presión sobre la cinturilla de mis shorts. Me miró y levantó las cejas, yo asentí y él metió la mano en consecuencia. El tacto en mi pene hizo que me estremeciera por completo, todo mi cuerpo brincó y el sonrió ante mi reacción.
No dudé ni un segundo en bajarme los shorts de nuevo y exponer mi semierección. Se quedó mirando mi sexo, deseoso, hambriento. Luego me miró a mí y vi una súplica en sus ojos azules.
—¿Te gusta? —Su voz se elevó sobre el sonido del agua cayendo mientras que su mano recorría mi sexo sin pudor alguno.
Cerré los ojos y asentí. Se detuvo después de unos segundos y, al abrir los ojos, me encontré con que se estaba tocando su propio miembro erecto por sobre la tela de su suspensorio, cosa que me enloqueció y me obligó a tomarlo de la cintura. Él sonrió ante mi atrevimiento y no pude aguantar las ganas de acercar mi boca a la de él, nuestras narices toparon y me detuve por un segundo, nervioso, pero su sonrisa que no se borraba me confirmó que quería eso tanto como yo, así que lo besé con determinación. Mis manos lo sostenían firme al igual que mis labios, y eso no parecía molestarle. Tampoco pareció molestarle cuando tomé el control y lo llevé hacia el agua, mojándonos a ambos. Ni se quejó cuando lo empujé hasta la pared y su espalda chocó contra ella. Al igual que yo, él llevaba deseando esto por mucho tiempo.
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MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)
AcakAdvertencia: Novela homoerótica. Thomas Mortensen llega a la ciudad de Versier, donde será recibido con los brazos abiertos por los integrantes de una fraternidad universitaria. Durante su estancia en la ciudad, Thomas se cuestionará su sexualidad y...