III

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Los pasillos de la universidad eran anchos y estaban al aire libre, permitiendo que el viento chocara contra mi piel con cada paso que daba, dejándome disfrutar de la brisa invernal. Era el primer día de clases.

—¡Thomas! —Escuché mi nombre.

Al voltear, me encontré con Matías, a quien había estado evitando los últimos días debido a aquel momento extraño que pasé con él. Por un momento pensé en ignorarlo y fingir que no había visto nada, pero ya habíamos hecho contacto visual y se vería muy obvio que no quería hablar con él. ¿Me confrontaría?

—¿Sí? —Me había alcanzado y estaba listo para hablar.

—El entrenador me pidió que lo fueras a ver, tiene que hablar contigo.

—¿Vives? —pregunté.

—Sí. Me dijo que vayas un rato antes del entrenamiento.

Miré mi reloj. Faltaban más de cuatro horas para el entrenamiento.

—Ah, sí. Iré un poco antes. —Matías se despidió y se fue con cierta prisa.

El entrenador se llamaba Luca Vives y era uno de los hombres más atractivos que había visto desde mi llegada. Tenía un pecho ancho y una espalda digna de presumirse, sus piernas torneadas eran el resultado de horas y horas de gimnasio, y estaba seguro de que bajo esa playera existían unos abdominales de acero, pero nada se comparaba con su culo, redondo y bien formado, un atributo llamativo para cualquiera que pasara cerca. Tenía que confesar que, a veces, durante los entrenamientos, mi atención se perdía un poco en el cuerpo de ese hombre. Pero volviendo al tema, era raro que me hubiera mandando a llamar. Nunca lo había hecho y no había razón para que lo hiciera, no había roto ninguna regla ni faltado a ningún entrenamiento.

La ansiedad me carcomía mientras las horas pasaban y yo esperaba sentado en diferentes rincones de la universidad. Bruno se había ido a casa y faltaría al entrenamiento, así que estaba solo. Danny, Matías y Héctor no respondían los mensajes y no estaba muy seguro de que estuvieran en el edificio. Por un momento olvidé todo el drama relacionado con mi repentino aumento de deseo sexual hacia los hombres y agradecí que este nuevo tema me mantuviera pensando en otras cosas, aunque no tardaría mucho, porque los recuerdos me invadieron y me hicieron vivir de nuevo lo que había pasado con Danny y Matías. Reviví el tacto de uno en mi pómulo y la visión del gran miembro del otro. Mi cuerpo reaccionó y sufrí de una erección que era un tanto difícil de ocultar, por lo que decidí quedarme sentado por un tiempo más, al menos hasta que fuera la hora de visitar al entrenador.

Como resultado de mi paciencia, los últimos minutos se pasaron rápido y caminé hacia la oficina del entrenador cuando faltaba media hora para entrenar. Este lugar estaba junto a los vestidores donde había visto desnudo a Danny y donde mis compañeros de equipo se quitarían la ropa dentro de unas horas, como era costumbre.

Para mi decepción, la puerta de cristal tenía un pequeño cartel que decía "Cerrado", pero me fijé en que había un rayo iluminado al fondo del pasillo, así que decidí hacer el intento y empujé con una mano dudosa que logró abrir sin ningún tipo de restricción. Caminé por el pasillo oscuro siguiendo la luz que se veía al final. Por un momento me pareció escuchar la voz de Vives, por lo que muy probablemente la luz venía de su oficina. Cuando estaba a tan solo unos metros confirmé que era la voz de mi entrenador, pero sonaba... ¿adolorido? ¿excitado?

—Sigue... —decía entre jadeos.

Estaba casi seguro de lo que encontraría si miraba por la abertura, pero seguí acercándome, cada paso con menos determinación que el anterior. Al llegar al marco de la puerta, los gemidos eran claros. Asomé la cabeza siendo muy cuidadoso de no hacer ruido ni movimientos bruscos que pudieran delatarme y me encontré con una escena impactante. No alcanzaba a ver la oficina completa porque la puerta solo estaba abierta a medias, pero podía ver una parte del escritorio sobre la cual reposaba la mitad del cuerpo de mi entrenador. Su torso estaba desnudo, con esos magníficos pectorales contra la mesa, sus musculosos brazos estaban puestos contra su espalda y las manos de alguien agarraban las suyas para asegurarse de que no las quitara de ahí. Ese "alguien" se estaba cogiendo a mi entrenador, y sin ninguna misericordia, porque el sonido de las caderas chocando velozmente era más que notorio y el vaivén que hacía el cuerpo del pasivo era tan exagerado que casi podía mover el escritorio con él. Luca Vives tenía la cabeza apoyada sobre la fría madera y una expresión en su cara que nunca había visto. Los ojos cerrados y los dientes apretados, los pómulos rojos como tomates y el ceño arrugado, de vez en cuando abría la boca para dejar ir un gemido o un intento de palabras que se convertían en jadeos.

La escena me dejó helado, ninguna parte de mi cuerpo se movió con excepción de mi miembro, que automáticamente se llenó de sangre y amenazó con romper mis shorts. Puse la mano en mi entrepierna y la sentí palpitar como nunca antes. Comencé a acariciarme sin ser consciente de que si Vives abría los ojos, me vería parado en la puerta de su oficina, y casi sucedió, pero fui veloz y me escondí tras el marco. Eso fue suficiente para que reaccionara y saliera corriendo de ese lugar.

Una vez que me hallé fuera de peligro, me senté en una banca que estaba frente a las canchas para procesar lo que había visto. ¿Quién podía ser el amante del entrenador? ¿Cómo no me había dado cuenta de que el entrenador era como yo? ¿Me habría visto?

Esos cuestionamientos giraron en mi cabeza hasta que una voz me interrumpió:

—¿Llegaste muy temprano? —Era Matías.

—No...

—¿Fuiste con el entrenador?

No podía decirle que sí. Nadie podía saber que vi lo que vi.

—Lo olvidé. —Me puse la mano en la cara para fingir pesar, pero no supe si me veía lo suficientemente convincente.

—¡Mortensen! ¡Burgos! —El entrenador caminaba a paso rápido desde su oficina hacia nosotros—. ¡Pónganse a correr! ¿Qué esperan?

Y así lo hicimos. Conforme fueron llegando los demás, se unieron al ejercicio y el entrenamiento transcurrió como cualquier otro.

MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora