XIII

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Para cuando llegué a la casa, todas las luces de la planta baja estaban apagadas. Ya todos debían estar en sus respectivas habitaciones, preparándose para dormir. Caminé por la cocina y agarré un plátano, luego me dirigí a la sala y encendí la luz. Todo pasó muy rápido. Matías, quien estaba acostado en el sofá, dejó caer su celular mientras que sus manos guardaban lo que sería su miembro entre sus pantalones. Luego tomó el teléfono del piso a una velocidad inhumana y lo bloqueó.

—Yo... estaba... —balbuceaba.

Me quedé tieso por un segundo, pero recordé que debía actuar con naturalidad ante este tipo de situaciones.

—No pasa nada, todos lo hacemos. —No le di importancia y me senté junto a él en el sofá.

Sentí su mirada sobre mí.

—¿Y a ti qué te pasa?

—Nada, es solo que había algo que quería hacer y no pude.

—¿Algo como qué? —La curiosidad de notaba en sus ojos verde esmeralda.

—Nada...

—Algo como... ¿sexo?

—¿Cómo sabes? —Giré el cuello para verlo.

—Bueno, tienes el cabello mojado.

Asentí.

—No te preocupes, a muchos les pasa. A veces es por los nervios...

—¿Qué? ¿De qué hablas? —pregunté, frunciendo el ceño.

—No se te paró, ¿no?

—No, Matías, ¿qué? Mi erección funciona perfectamente, es solo que...

Lo vi reír ante mi comentario.

—Olvídalo —sentencié—. No sé por qué te estoy contando esto. ¿Qué veías?

Traté de tomar su celular para ver el vídeo con el que se estaba masturbando a mi llegada, pero mi amigo alejó el dispositivo de mí.

—Nada. No te importa.

—¡Matías! No me importa si tienes algún fetiche o ves algún tipo de porno raro...

—No es raro, deja de decir eso.

—Lo sé, lo sé, perdón, ya sé que todos tenemos gustos diferentes y todas esas mierdas...

—Yo te digo si tú me dices.

—Ah, ¿entonces ahora estamos jugando a las preguntas?

Reí por lo ridículo de la situación.

—Al parecer. —Me sonrió.

Se veía muy guapo, no podía mentir. Los rizos comenzaban a crecerle y le daban un look un tanto desarreglado que me encantaba. Aparte, seguía un tanto sonrojado y eso hacía resaltar el verde de sus ojos.

—No seas tan infantil —me burlé.

—Bueno, pero yo sí tengo una pregunta.

—Dime.

Matías me vio a los ojos y luego desvió la mirada. Su semblante cambió por completo y el ambiente se convirtió en algo mucho más tenso. No entendía muy bien lo que pasaba, pero era sumamente raro.

—¿Alguna vez has sentido que...? —preguntó, pero entonces mi celular sonó e interrumpió su cuestionamiento.

Miré la pantalla. "Laurel". Tenía que contestar.

—Espera, es mi novia —dije—. Perdón, pero si de verdad hay algo de lo que quieres hablar, puedes buscarme luego.

No sé si mi comentario fue el más acertado, pero el minuto de silencio que hubo antes de su pregunta me indicaba que no era una simple pregunta tonta, sino algo más serio.

MORTENSEN: HISTORIAS DE VERSIER VOL. 1 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora