10 | la terapeuta

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Freya solo usaba su auto cuando era absolutamente necesario, prefiriendo cortar el tráfico por completo y usar sus poderes para ir de un lugar a otro. El clima en Washington era increíblemente frío esa tarde, por lo que se aseguró de ponerse la chaqueta sobre el vestido que tenía puesto antes de despegar hacia el cielo, volando sobre la ciudad hacia la oficina de la terapeuta.

Cuando aterrizó fuera del edificio, corrió a través de las puertas y encontró a Bucky en la sala de espera, mirando la hora en el reloj de la pared—. ¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!

—Creo que este es un nuevo récord —comentó Bucky—. Un minuto de sobra.

—Sí, no es tarde —dijo Freya, arreglándose el pelo mientras ella y Bucky se dirigían a la oficina de la Dra. Raynor—. Y como siempre dice Sam, nunca puedes llegar a tiempo. Llegas tarde o temprano.

—No llamaría a esto "temprano" —respondió Bucky.

Freya puso los ojos en blanco—. Cállate.

—Bonito vestido —comentó Bucky—. Te ves muy linda.

—Gracias, Barnes —dijo Freya—. Fue algo que saqué del armario.

Llevaba un elegante vestido que compró hace unos meses y usaba tacones, que era un accesorio que odiaba por completo porque, para ser una ex espía, no podía dominar el arte de caminar con ellos, por lo que se sentía demasiado vestida como para ir a terapia.

—Bueno, se ve bien —respondió Bucky.

Entraron en la oficina de la Dra. Raynor y ella los saludó cortésmente. Los dos se sentaron en el sofá de la habitación que era el epítome de la tranquilidad. Detrás de ellos, en la pared, había una escena de un bosque, y aunque estaba destinado a rezumar calma, todo lo que Freya podía ver cuando miraba esos árboles era el bosque invernal de Sokovia cuando finalmente mataron a Baron Strucker.

—Buenas tardes —dijo la Dra. Raynor, sentándose frente a ellos—. Creo que continuaremos donde lo dejamos la última vez. Entonces, Sr. Barnes, ¿aún tienes pesadillas? —Bucky no respondió, lo cual era algo recurrente en estas sesiones—. James, te hice una pregunta. ¿Aún tienes pesadillas?

—No.

—Hemos estado haciendo esto lo suficiente como para saber cuándo estás mintiendo —dijo Raynor—. Pareces un poco apagado hoy. ¿Pasó algo recientemente?

—No.

—Ahora eres un civil —dijo Raynor—. Dado tu historial, el gobierno necesita saber que no vas a —ella fingió apuñalar a alguien y Bucky asintió—... es una condición para tu indulto. Cuéntame sobre tu pesadilla más reciente.

—No tuve pesadillas —respondió Bucky. Raynor fingió sacar su bolígrafo y papel, y Bucky suspiró—. Vamos, ¿en serio? ¿Harás lo del anotador? ¿Por qué? —se volvió hacia Freya—. Es pasivo-agresivo.

—No hablas. Yo escribo.

—Bien —dijo Bucky—. Hace dos días taché un nombre de mi lista.

Freya captó la expresión de la Dra. Raynor. Dos días atrás, Freya y Bucky habían tachado otro nombre de la lista de Bucky, con la intención de enmendar todas sus acciones como Soldado del Invierno. Raynor les había dado tres reglas a seguir al hacer estas enmiendas, y hasta ahora habían sido muy indulgentes con el significado de dichas reglas.

—No te preocupes —le dijo Bucky a Raynor—. Usamos las tres reglas. La senadora Atwood fue un peón de HYDRA durante años. La ayudé a llegar al cargo cuando era el Soldado del Invierno. Y después de que HYDRA se disolvió, continuó abusando del poder que le di.

—Entonces, regla número uno: no puedes hacer nada ilegal —dijo Raynor.

—Lo cual no hicimos —dijo Freya, recordando cómo secuestraron su auto y lo controlaron a través de un control remoto.

—Todo lo que hicimos fue darle información al asistente para condenarla —dijo Bucky—. Y no participamos en nada más.

—¿Regla número dos? —dijo Raynor.

Bucky miró a Freya y dijo con un tono ligeramente sarcástico en su voz—: ¿Cuál era la número dos?

—Era algo así como no matar a la gente.

—Sin heridos —dijo Raynor, sonando un poco irritada—. Es importante.

—¿Entonces por qué no es la regla número uno? —preguntó Bucky—. No lastimamos a nadie. Lo prometo.

Eso era una mentira. El guardia de seguridad de Atwood había intentado dispararle a Bucky, quien hizo un trabajo sencillo al aplastar el arma con su mano de metal y noquear al hombre con facilidad. Freya había estado apoyada en la puerta de la senadora Atwood mientras observaba el altercado, y aunque sabía que estaban rompiendo las reglas, no iba a ser ella quien le dijera a Bucky que se detuviera.

—¿Y la regla número tres? —preguntó Raynor, y ni Freya ni Bucky dijeron una palabra—. El objetivo de hacer las paces es cumplir la regla número tres.

—Eres cínica, Doc —dijo Bucky—. Por supuesto que completé la regla número tres. Ya no soy el Soldado del Invierno. Soy James "Bucky" Barnes y eres parte de mis esfuerzos por hacer las paces.

Freya recordó la sonrisa tímida en el rostro de Bucky cuando terminó de pronunciarle esas palabras a la senadora Atwood, y cómo Freya dicho—: Disfruta de la prisión.

—Entonces, ¿lo hiciste bien pero no ayudó con las pesadillas? —preguntó Raynor.

—Como dije, no tuve ninguna —respondió Bucky.

—Mira —dijo la Dra. Raynor—, un día tendrás que abrirte y comprender que algunas personas quieren ayudarte en serio y que puedes confiar en ellas.

—Confío en la gente —dijo Bucky.

—¿Sí? Dame tu teléfono —Bucky le entregó su teléfono y Raynor dijo—: No tienes ni diez números aquí. Ah, y has estado ignorando los mensajes de texto de Sam. Mira, debes cultivar las amistades. Freya y yo somos las únicas personas a las que has llamado en toda la semana. Eso es triste.

—¿Tiene permitido hablarle así a sus clientes? —preguntó Freya—. Porque siento que llamarlos "tristes" es lo contrario de lo que se supone que debe estar haciendo aquí.

Raynor la miró y le devolvió el teléfono a Bucky—. Estás solo. Tienes cien años. No tienes historia ni familia...

—¿Me estás atacando, doc? —preguntó Bucky—. Porque eso es muy poco profesional. ¿Cuándo empezaste a gritarle a tus clientes? —Raynor volvió a sacar el anotador y Bucky puso los ojos en blanco—. Ah, el anotador. Genial.

—Bien, dale un respiro —dijo Freya—. Lo está intentando, ¿de acuerdo?

—Sí, esto no es... es nuevo para mí —dijo Bucky—. No tuve un momento para lidiar con nada, ¿sabes? Tuve un poco... de tranquilidad en Wakanda y fuera de eso, pasé de una pelea a otra durante 90 años.

—Entonces, ahora que dejaste de pelear, ¿qué quieres? —preguntó Raynor.

—Paz.

—Esa es una gran mentira.

—Eres una psiquiatra terrible —dijeron Freya y Bucky al unísono.

—Fui una excelente soldado —respondió Raynor—, así que vi muchos cadáveres, y sé cómo eso puede terminar contigo. Y si estás solo, ese es el más silencioso infierno personal. Y es muy difícil escapar de él, James. Escucha, sé que sufriste mucho, pero has recuperado tu mente, estás siendo indultado, tienes a Freya. Son cosas buenas. Eres libre.

—¿Para qué?

RADIANT | Bucky Barnes ⁵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora