Capítulo 12

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La nieve cae pintando el paisaje de blanco, Candy apenas logra contener su entusiasmo, muere por ir a jugar, se ha distraído por quinta vez y Beatriz comprende que ese día tendrá que darle una clase diferente a su pupila, por lo que pide a Dorothy que se vistan para ir a jugar al jardín, harán un muñeco de nieve, provocando que un remolino rubio se tire sobre ella llenándola de besos.

―gracias Trixy, muchas gracias, ―repetía extasiada la niña.

―ve a prepararte para salir, en lo que voy por mi abrigo, gorro y guantes, no olvides abrigarte bien Candy.

―siiiiii, nieve, nieve, nieveeee, ―los gritos de alegría de la niña llenaban de sonrisas a todos los que se encontraban en casa.

No tardaron en estar afuera, en donde lo primero fue hacer ángeles de nieve, luego un gran muñeco de nieve, para el que tuvieron que contar con la ayuda de uno de los jardineros, ya que la pesada bola que hizo la pequeña no la podían ni entre las tres, una vez terminado, ya con su nariz de zanahoria, un viejo sombrero, bufanda y unas piedras pintadas de negro, Candy decidido la nueva actividad.

William venia bastante cansado, la reunión del clan se acercaba y el trabajo que eso implicaba, sumado al resto de trabajo que siempre se le acumulaba era extenuante, menos mal tenia al eficiente George, además de la intuitiva e inteligente Beatriz, de lo contrario no sabría cómo haría.

Estaba agotado y estresado, solo venía a la mansión por unos papeles que tenía que revisar, de lo contrario no se hubiera movido de las oficinas, no quería ni comer para no retrasarse más, por eso no vio venir la bola de nieve que le cayó justo en el rostro al nada más bajar del vehículo.

― ¿Qué significa esto?, ―pregunto molesto, frente a él estaba casi la mitad de las mucamas y sirvientes de la mansión, en plena guerra de nieve, Candy liderando uno de los grupos y Beatriz el otro.

Todos enmudecieron, estaban avergonzados y mortificados, ¿Cómo pudieron tener tan mala suerte?, no había excusa valida, el señor seguro los iba a despedir.

William vio el espectáculo frente a él, sus fieles y muy responsables empleados con el rostro compungido, lo que hizo que se arrepintiera de su arrebato, pero al ver las bellas lagunas verdes de su pequeña inundadas fue lo de termino de desarmarlo, era obvio que solo habían estado jugando con su hija, lo cual únicamente demostraba lo mucho que la apreciaban, pese a que hacía pocos días estaban allí.

―hice una pregunta, ―repitió, ― ¿Qué significa esto?, ¿Cómo pudieron iniciar sin mí?, ―completo, dibujando una sonrisa, al tiempo que se agachaba para tomar un poco de nieve la convirtió en una bola lanzándolo directo a Candy, quien sonrió encantada y continuaron con la guerra, en la que hasta el pobre George termino siendo atacado y refugiándose junto a Beatriz.

Un rato después terminó la guerra de bolas de nieve para pasar al comedor a almorzar, William se sintió con apetito, llevaba tanto tiempo acostumbrado a dejarse absorber por el trabajo, que no se dio cuenta de lo mucho que eso afectaba su salud y por ende su rendimiento en los negocios, puesto que al no darse un respiro la concentración se perdía.

Decidió disfrutar la comida con su pequeña, quien en un inicio estuvo un poco cabizbaja, pese a que hacía pocos minutos reía en la nieve, intrigado le pregunto qué sucedía.

―estoy muy feliz de comer contigo, pero me siento una egoísta, ¿me perdonas papá?

―pero que dices, tú eres la persona menos egoísta que conozco, de donde sacas que debo perdonarte pequeña.

―yo sé que estas muy ocupado y no debería haberte distraído, pero papá, si no tomas un descanso te puedes enfermar, te quiero mucho, no deseo que te enfermes, debo cuidarte, pero tampoco quiero que por mi culpa te retrases y tengas que trabajar más horas por entretenerte, ―respondía la pequeña, con una carretilla de pensamientos que no lograba desenredar.

Pequeña Señorita AndrewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora