Capítulo 7

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Era evidente para todos que Candy estaba sufriendo, pero también que ella procuraba ser fuerte, no permitiendo que la vieran triste, ya hacia una hora dejaron el hogar de Pony, una despedida un tanto difícil para todos, pues los días que pasaron allí fueron maravillosos, pero en especial para ella.

Todos los niños la abrazaron y besaron, varios lloraron, las directoras igual, llegaron a despedirse el doctor Martin y su esposa, además de Tom y algunos vecinos, no cabía duda de lo mucho que querían a la niña, Albert les aseguro a la hermana María y a la señorita Pony que Candy llegaría de visita cada que fuera posible, ellas temían que solo fueran promesas, pero rezaban en su corazón que así fuera.

En un momento dado Dorothy se durmió, al igual que Anthony, Albert no soporto más ver a su hermanita tratando de contenerse, la tomo en brazos y acunándola le insto a desahogarse, recordándole que estaba bien llorar, el recordaba el día en que la conoció, como ella se había aguantado sus lágrimas para que nadie más la viera y no quería que siguiera así.

Candy al estar cobijada por su hermano, se sintió nuevamente libre de expresarse, liberando el llanto que tanto trato de soportar para que no saliera, se percibió más ligera al hacerlo, hasta que se quedó dormida ya con una sonrisa después de llorar.

Anthony y Dorothy abrieron sus ojos lentamente, hasta comprobar que Candy dormía, ambos comprendieron que ella necesitaba ese momento, vieron con alivio que ella tenía una sonrisa en sus labios, sabiendo que estaría bien y volvería a ser la niña alegre y enérgica que conocían.

Todos estuvieron más tranquilos cuando la pequeña pecosa era nuevamente el remolino que amaban, contagiando a todos con su entusiasmo, ahora haciendo planes de todas las cartas que escribiría, tanto así que Albert solo sonreía pensando que su padre tendría que invertir en papel para enviar cartas y sellos postales.

En la mansión de las rosas su llegada fue motivo de alegría, aunque también de melancolía, porque era el preludio para un nuevo viaje en el que se irían William, Albert y Candy, con Dorothy quien los acompañaría como doncella de la niña, la tía Elroy decidió quedarse un poco más cuidando de Rosemary antes de partir a Chicago.

―estas bastante concentrada, parece que tienes muchas cartas por escribir, ―comento el hombre mayor a su pequeña hija contemplando una fila de cartas.

―si papá, mira, para la hermana María y la señorita Pony, para Tom, para el doctor Martin y su esposa, ―Candy seguía con su larga lista hasta que llego a una, ―mira papá me ha escrito Annie, ya hice la carta de ella, pero no sé qué dirección pondré para que me escriban.

―oh veo que tienes un gran predicamento allí, tienes razón ya que estaremos viajando y difícilmente podrían enviarnos las cartas al tren, ―dijo William fingiendo seriedad y preocupación.

―pero, así ¿cómo podrían responder mis cartas?, papá ya se, nosotros estaremos viajando, pero y si envían sus cartas aquí y que Rosemary nos las mande a nosotros, tú siempre te escribías con ella, aunque estuvieras viajando sus cartas siempre te llegaban.

William sonrió ante la inteligencia de su pequeña, ágil en encontrar soluciones para sus grandes predicamentos.

―si hija, tienes razón, esa es una muy buena idea, pero para evitarnos tanto retraso, pondremos la dirección de nuestro banco en Chicago, allí hay empleados que se encargan de hacer que la correspondencia llegue a nuestras manos.

―muchas gracias papá, ―dijo Candy, al recibir el papel donde su padre le escribió la dirección del banco.

―sabes se me ocurre algo, la carta de Annie la enviaremos cuando estemos en Chicago, o, es más, podríamos invitarla a que nos visite en nuestra mansión.

Pequeña Señorita AndrewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora