Lobos y dragones.

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La nieve cubriendo el suelo, una capa espesa que les impedía moverse con naturalidad.

Tenían que acampar ahí en medio de las rocas, pues el bosque quedaba lejos y ya era de noche. Los dragones volaban alrededor, como siempre, mientras que los huevos eran calentados por el carbón.

— ¿Qué podemos cocinar? —cuestionó Jason, cuya tripa rugía con ligereza.

Helanea estaba mirando el fuego arder con fijeza, perdida en sus propios pensamientos. Aquella noche prometía ser larga, igual que lo eran todas en aquel punto del mundo.

Aemond cogió la iniciativa de alzarse y decidir que cocinaría algo. Tenían el cofre que cargaba Luna Sangrienta, el cual era específicamente de la comida que se llevaron para sobrevivir. Rebuscó para hacer una sopa; patatas, zanahorias y setas secas que se hidratarían con e agua. Estuvo un rato cocinando, mientras que Lucerys se hallaba revisando el mapa una y otra vez. Las probabilidades de que los Greyjoy estuvieran en alguna fortaleza eran grandes, pero si iban en dragones serían demasiado visibles, y si iban de pie muy vulnerables.

—¿Crees que Destino sería capaz de correr de pie una buena cantidad de tiempo, Helaena? —cuestionó el Velaryon.

La mujer ladeó su cabeza y pensó bien si decir si sí o si no. Lo cierto es que sí que habían estado mucho tiempo corriendo de esa forma, pero ahora con el frío y la nieve no sabía cuán posible se haría.

—No lo sé—confesó—Pero solo hay una forma de comprobarlo.

Aemond sonrió por las palabras de su hermana; le encantaba lo valiente que se había vuelto.

Aegon estaba tirado en el suelo sin decir nada. Solo quería recuperar ese cuerno, no quería volver a ver el final de todos los dragones por unos estúpidos piratas marginados en la otra punta del mundo, en una isla sin apenas vegetación.

****

La cena no tardó en trascurrir, líquido caliente y sabroso siempre era bienvenido. Se metieron en sus respectivos sacos de dormir, todos en dila y pegados para mantener el calor. Jacaerys fue el que se quedó haciendo la primera guardia, luego fue Aegon el segundo.

Tenía tanto sueño que sus ojos se estaban cerrando. Oyó sin embargo lo que oyó; lobos.

—¡Jace! Despierta—le dijo al contrario—¡Todos arriba!

Jason instintivamente había alzado su cuerpo y agarrado la espada, mirando al frente.

Aemond hizo más o menos lo mismo, girándose de un lado a otro. Se veían ojos amarillos y brillantes en la oscuridad.

—Huargos—Concluyó Lucerys.

—¿Cuántos?

—Seis—Helaena los podía contar perfectamente, doce ojos analizando a sus presas.

—Uno para cada uno—Habló Aemond.

La mano de Lucerys acabó en el carbón de la hoguera que hacía horas se había apagado. Tras varias palabras, esta se iluminó y encendió de vuelta. Ambas manos envueltas en fuego, solpó primero con una, luego con la otra mandando ráfagas de llamas hacia ellos.

—Ni se os ocurra matarlos—dijo Luke—Solo hay que espantarlos.

—¿Qué más te da? —habló Aemond, a veces no entendía a su esposo.

—No tenemos derecho a matarlos.

Pero Aegon se puso de pie y fue hacia ellos. Lo que decía su sobrino se la traía más bien floja. Entonces el primer lobo se le abalanzó encima tirándolo al suelo. Resistió usando la punta de la espada en su mano cubierta del guante de cuero y la otra en el mango, tenía los dientes del animal alrededor de esa hoja de metal.

𝐄𝐋 𝐔𝐒𝐔𝐑𝐏𝐀𝐃𝐎𝐑 / JACAEGON + LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora