Destino.

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Llegó el día de la partida de los Targaryen-Velaryon. El barco estaba cargado, los salvajes riendo y divirtiéndose al fin después de años de paz; la guerra les llamaba.

Finalmente el plan fue claro, solo habría un dragón y este era Invierno, mismo en el que Anya había conseguido meterse. Aquel pequeño dragón ya tenía el tramaño de una vaca, sorprendente su capacidad de crecimiento en menos de dos semanas. Sobre todo sus alas, las cuales eran más largas que unas comunes, haciéndolo mucho más rápido y ágil a la hora de volar. Pese a su tamaño era un dragón delgado, más bien daba sensación de delicadeza.

Su misión iba a ser sencilla, escabullirse de noche y quemar la mayor parte de velas posibles para impedirle a los Greyjoy la capacidad de huir.

Iba a ser un viaje de ida de una semana y de vuelta otra, por lo que tenían tiempo de ensayar aún.

Jason se hallaba vomitando de forma descontrolada. Era la primera vez que iba en un barco y la sensación desde luego que era molesta. Sentía ganas de matarse, de saltar al mar y ahogarse. Fue consolado por su padre durante un buen rato, pero Aemond al final se hartó y fue claro.

— Tal vez deberías de intentar montar en Invierno.

— Pero si a lo mejor ni me afuanta el peso…

— Piénsalo, ¿prefieres asumir el riesgo de caer al mar o seguir yendo en barco?

Lo siguiente que hizo Jason fue persuadir a Invierno para que le dejase montarse, aunque era una tarea imposible pues el animal ni llegaba al mes de vida. Evidentemente, no se dejó.

Aemond se echó a reír, burlándose del menor y de su cara de decepción.

— Más te vale acostumbrarte al barco, es lo que te toca.

Aegon estaba entrenando en una esquina con un luchador salvaje. Aquel hombre era del tamaño ajeno, pero algo más fuerte. Nunca en estos días lo había vencido, apenas y hoy logró al fin estar a su altura; se había oxidado considerablemente estos años de muerto.

Jace hacía lo mismo, entrenar. Pareciera ser que ambos hombres habían empleado su tiempo en desahogarse físicamente, pues tampoco se hablaban demasiado más que lo necesario.

Lucerys era otra historia. Junto con el capitán del barco habían hecho buenas migas, y es que al fin pudo poner en práctica de forma más extensa el aprendizaje Velaryon, se veía demasiado bien dando órdenes.

Si de Helaena se trataba, tener a cinco dragones a su mando resultaba curioso. Era hasta agradable ver a Terror Valyrio y Luna Sangrienta dormir junto con sus crías, era algo materno que a ella le hacía sentir bien.

La embarazada tocaba seguidamente su tripa, hablaba a su bebé que poco a poco se iba formando en ella. Sin embargo para que tuviera futuro tendría que partir hacia los pueblos salvajes y avisarlos.

— ¿Estás lista? —le cuestionó Helaena a Tanda. La vieja mujer se sentía intimidada por Destino.

— Desde pequeños se han acostumbrado a que otros suban encima, pero es cierto que eres la primera no Targaryen en hacerlo. Igualmente Destino es buena—le ayudó a poner la mano en su mejilla, Destino siquiera se alteró.

Fue un proceso de adaptación sin embargo, más para Tanda que para la dragona que se hallaba tranquila.

Cuando finalmente la logró montar, dieron varias vueltas cortas y separadas en el tiempo, hasta que a los dos días fue la misma Tanda la que buscó a Helaena diciéndole que estaba lista.

Su Tour comenzaba por los pueblos del bosque, los cuales habían visto al llegar a la aldea.

Quizás fue algo increíble ver a cinco dragones volar hacia ellos, todos siguiendo a Destino. Sin embargo lo que más llamó la atención al pueblo fue ver a la vieja Tanda bajar del dragón.

𝐄𝐋 𝐔𝐒𝐔𝐑𝐏𝐀𝐃𝐎𝐑 / JACAEGON + LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora