𝐄𝐋 𝐔𝐒𝐔𝐑𝐏𝐀𝐃𝐎𝐑 / JACAEGON + LUCEMOND

Villa Lobo.

Los ahí presentes sabían que el dragón que acababa de eclosionar era un dragón especial desde el momento en el que vieron su forma. Helado a diferencia de un dragón convencional, con alas largas.

Fue capaz de volar desde el minuto 1, persiguiendo a Jason como si fuese su sombra. A diferencia de Veneno, este dragón pareciera conforme con el ambiente, era como si fuese creado para estar en el norte.

La sonrisa de Jason no tenía precio, al fin se sentía como un verdadero Targaryen con su dragón, un vínculo fuerte que se hacía especial, cálido.
Incluso al comer le sorprendió su capacidad de masticar, esos dientes puntiagudos y afilados capaces de reventar un hueso aún con horas de edad.

— Es curioso—mencionó Aemond a Luke cuando los dos estuvieron a solas—Siento que este dragón es mucho más mágico de lo que son los nuestros. ¿No lo notas?

— ¿La sensación de pesadez cuando estamos al lado? Lo noto, es extraño cuanto menos. Me preocupa, si te soy sincero.

— Hay que mantenerlos vigilados. En dos horas emprendemos camino de nuevo.

Jacaerys estaba en el otro lado de la zona en la que se hospedaban, con unos binoculares observando a lo lejos un poblado de nómadas salvajes que iban paralelos a su camino, no parecían correr el riesgo de cruzarse con ellos.

Su corazón casi se sale de su pecho sin embargo cuando vio a un hombre mirarlo. Era extraño, juraba que lo estaba viendo aún escondido y a casi kilómetro de distancia. Sintió malestar de pronto.

Decidió volver cuanto antes con los demás, acelerado diciéndoles que tenían que cambiar de ubicación, que había riesgo de que alguien se aproximase.

Se escondieron en una cueva, inclusive los dragones más grandes acabaron dentro de la misma pues era lo poco que podían hacer,  volar de día no sería una opción.

****

Aegon y Helaena llevaban horas corriendo en Destino. Aquella dragona sorprendía las capacidades de ambos al ser tan ágil y rápida, recorriendo grandes cantidades de espacio. Era larga es cierto, pero no tan ancha y aquello hacia que pudiese moverse con libertad.

— "Quieta, Destino"—habló en Valyrio la mujer, percibiendo el olor de fuego en el aire.

Aegon se había alarmado también, quién buscó los binoculares para revisar el terreno, algo que hacía de vez en cuando.

— Trescientos metros más o menos, al oeste. Hay un grupo de salvajes. Están cocinando, nada del otro mundo—la tranquilizó su hermano.

— "Corre"—le ordenó de vuelta. Si seguían así en unas horas estarían por su destino, aunque por si acaso hizo un pequeño giro para alejarse de ese grupo de salvajes, mejor prevenir que curar.

Fue ya al anochecer cuando llegaron a aquella aldea que a lo lejos se veía. Le llamaban Villa Lobo, tenía sentido teniendo en cuenta los aullidos que de vez en cuando se escuchaban.

Helaena dejó libre a Destino tras cargar con bolsas de lo básico, luego miró con fijeza hacia Aegon, quién parecía muy dispuesto a ir hacia aquella villa.

— Somos forasteros, no es seguro—le dijo la mujer, quién buscaba un sitio idóneo para dejar las bolsas y hacer una hoguera pequeña justo como para no morir congelados.

— Ya lo sé. Tenemos que hacernos con sus trajes para pasar desapercibidos. Algún modo debe haber.

— Con nuestros cabellos no se puede pasar desapercibidos.

— Siempre tan llamativos—Habló con disgusto Aegon. A veces odiaba ser un Targaryen.

Miró hacia la pequeña Tormenta, quién ayudó a Helena a encender el fuego lanzando su aliento. Esta alzó su mano y le acarició la cabeza. Nuevamente se veía en este tipo de dragones su capacidad de coger confianza con los allegados de los demás.