Huevos.

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Por las manañas, por las tardes, por las noches varias veces. Su cuerpo ya no daba para tanto y es que Aegon era insaciable.

Aquella mañana se había colado en su cuarto y le despertó con su miembro en la boca. No se quejó, pero pareciera ser que lo único que quería de él el contrario era sencillamente follar.

— Dios… no tienes fin —dijo Aegon tras escupir por la ventana, metiéndose bajo las mantas de la cama contraria donde se acurrucó y le dio la espalda.— Venga, estoy listo. ¿Sabes qué es lo bueno? Que es imposible embarazarnos.

— Oye… mira. Tenemos que hablar—la voz de Jace sonaba apenada—Llevamos tres días sin parar y me lo estoy pasando bien pero también creo que cuando dije entrenar no me refería a este tipo de entrenamiento físico.— Ni siquiera se le levantaba más la erección, estaba exhausto.

Los ojos de Aegon cuando se giró fueron de pena. Pero por más que intentó tocar ahí abajo no conseguía nada. Entonces una sonrisa se formó en su rostro, sonrisa que Jace leyó.

— No. Eso que piensas, no. No me gusta imaginarte en esa situación. Si quieres puedo…—y se metió bajo las mantas.

Lo siguiente fue un Aegon jadeando, justo cuando Jason vino corriendo a decir que Lucerys y Aemond al fin estaban volviendo.

La cabeza de Jace fue empujada por Aegon hacia abajo para que no se le ocurriese parar, mientras este hablaba con Jason.

— ¿En serio?

— Sí, varios guardias han visto a sus dragones. Creen que han aterrizado en la parte trasera del castillo y están llegando.

— Ordena a los sirvientes que preparen la mejor comida que puedan y que los juglares saquen los instrumentos.

Jason no dijo nada sobre que se notaba que bajo esas mantas había alguna sirvienta, prefirió simplemente hacerse el loco y salir de ahí para cumplir con las órdenes. Se hallaba emocionado, contento.

— Sigue… me queda poco…—movió sus caderas hacia arriba de forma sensual. Casi pareciera aquello un baile explícito.

Jace admiró sus caderas y esos movimientos, si no fuese porque estaba seco probablemente se habría puesto duro. Maldijo sin embargo cuando nada más empezó a correrse Aegon le empujó la cabeza hacia abajo.

Atragantado, con la mayoría de su líquido dentro de la garganta. Se alzó algo enfadado y le escupió el resto en el rostro, mirándolo desde arriba.

El contrario sonreía como el jodido Lucifer.

— Culo real y su esperma real. Deberías de agradecer.

El mencionado cogió aire y lo soltó lento para controlarse y no pegarle una hostia. Entonces se aproximó a su boca y le besó de forma húmeda para que más o menos entendiese a que se refería.

Cuando bajaron ambos ya vestidos y arreglados, sobre la mesa del comedor estaban sentados Aemond y Lucerys. Tres meses después habían vuelto.

— ¿Conseguisteis el cuerno? —cuestionó el ex rey. Aemond negó. — ¿Qué pasó?

Fue Lucerys el que empezó a explicar ahora que se habían reunido todos.

— Resulta que el cuerno está más allá del muro. Ah y tenemos huevos de Luna y Terror. Se han apareado. — Esto último hizo que los ojos de los presentes se iluminasen.

— ¿Por qué está en el muro y como tenéis huevos? —Fue ahora Jace el que preguntó.

— Por lo que entendimos se trata de los Greyjoy. Robaron uno de los cuernos y en grupo escaparon al muro, más allá de él donde las maldiciones no les alcanzasen. —Siguió explicando Lucerys.

— ¿Podemos ir? — cuestionó Jason emocionado.

Ambos esposos se miraron el uno al otro, luego a los demás.

—Tenemos tres dragones y somos seis. Dos en cada dragón es factible, pero debemos esperar a que Destino crezca más—Aemond había dado el visto bueno porque era más allá del muro; ahí no había Targaryen, no había familias sino solo salvajes.

— Al fin aventura de verdad. ¡Al fin! —Aegon lucia contento, sus ojos iluminados y su sonrisa presente. Simplemente emanaba energía de golden retriever que a Jace le llamó la atención.

— La canción de hielo y fuego empieza donde el muro termina—Helaena murmuró aquello. Días atrás había soñado a su padre hablando de la canción de hielo y fuego, como tras los muros había solo muerte.

Jacaerys observó a la contraria con fijeza, él sabía a qué se refería ella pero no lo comentaría en voz alta. Tragó saliva, a partir de ahí comiendo en silencio.

Cuando todo terminó, Aegon se fue al cuarto de Jacaerys para demandar lo que quería, aunque el ajeno no llegó. Pasó la noche con Lucerys, ambos hermanos poniéndose al día.

Quien llamó a la puerta de su cuarto fue Aemond, con un huevo color arena en sus manos. Se aproximó a su hermano quién estaba sentado delante de la chimenea haciéndose daño en las uñas como solía hacer su madre.

Aemond entonces puso el huevo en su regazo.

— Ponle nombre, es tuyo.

Aegon le miró sorprendido, luego su mirada estuvo en ese huevo. Era tan pequeño y frágil. ¿Así había sido Sunfyre antes de eclosionar? Ahí dentro había un dragoncito en formación.

Su hermano de mientras se sentó a su lado, pensando que tal vez podrían conversar. Ninguno de los dos eran mucho de charlas, por lo que había sido un poco incómodo.

Al final fue Aegon el que rompió el silencio.

— Como será hijo de vuestros dragones y tienen nombres muy llamativos… Creo que le llamaré Tormenta de Arena, Sand Storm.

Aemond sonrió, desde luego era un nombre propio de un huevo cuya abuela era Caníbal, igual de fatalista.

— Me gusta. Os voy a dejar, quiero ir a ver a Jason.

Pero Aeron le ignoró completamente; estaba pensando en su huevo y en lo guapo que sería. Pensaba en como volarían juntos, como jugarían y lucharían uno al lado del otro. Durmió abrazado a él.

Por otro lado Jacaerys había recibido aquel huevo verde por parte de Lucerys. El contrario le había sonreído amablemente, suponiendo que finalmente recibiría ese huevo. Le abrazó y miró con fijeza. Sabía que sería momento de ponerle nombre y es que nada más verlo se le ocurrió.

— Probablemente tenga el fuego verde como su padre, tenlo en cuenta—le dijo Lucerys, tumbado en la cama junto con ellos dos.

— ¿Veneno? Venom —Estaba más que decidido. Tanto en lengua común como en valyrio sonaba bien.

— Me gusta—dijo Luke con una sonrisita. Ver a su hermano así de feliz le llenaba el pecho de alegría.



Jason recibió a su padre encantado. El contrario se sentó en la cama y lo miró desde arriba, por lo que este se alzó y quedó sentado también.

— Te enseñaré las bases de la magia de sangre para que las practiques con tu huevo. Haremos sacrificios hasta que nazca—había dicho aquello pues verlo abrazando a ese muerto dragón dentro… no conseguiría nada.

Jason cuando le escuchó sintió felicidad, se abalanzó contra Aemond y en cambio recibió sus brazos. Fue cálido, fue una sensación que le hizo sentirse protegido y amado. Su pecho se llenó de mariposas, sintió hasta admiración.

Se separaron y Jason le empezó a hacer una sesión de preguntas sobre todo lo que tuvieron que pasar en Assahai, iba a ser una noche de charlas.

𝐄𝐋 𝐔𝐒𝐔𝐑𝐏𝐀𝐃𝐎𝐑 / JACAEGON + LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora