Aegon.

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Aquel cuarto se estaba poco a poco acercando a su cuerpo. La falta de aire se hizo grande, sus ojos llenos de lágrimas, rojos haciendo más notable el azul de sus orbes.

Gritó histérico, dio golpes a los muebles hasta que se hizo un pequeño ovillo en la esquina de su habitación.

Restos de comida, cristales rotos y el olor del alcohol y cerrado.

— ¿No vas a verlo? —cuestionó Jason a Helaena.

La mujer estaba tejiendo una bufanda para su hermana mayor, moviendo sus dedos con agilidad mientras cantaba una pequeña canción sobre el perro y el vagabundo.

La última vez que Jason había intentando ir a ver lo que ocurría en la torre alta del castillo, se llevó un puñetazo y una amenaza a muerte, desde entonces simplemente no iba.

Rhaenyra y Daemon se habían ido dos semanas después de Lucerys y Aemond, aunque de aquello ya habían pasado dos buenos meses.

En la isla ahora estaban solo Helaena, Jacaerys, Aegon y él.

Fue esta vez a buscar a Jace, quizás él le haría el favor de subir arriba y ver si Aegon estaba bien.
El contrario leía un libro en las afueras del castillo, o al menos eso había estado haciendo hasta que durmió con las hojas sobre su rostro tapándolo del sol.

— Oye…—murmuró Jason, con lentitud despertandolo porque el contrario era de mal despertar.

— ¿Qué pasa, Luke…? —habló bajo, espabilando al darse cuenta de que se trataba de su sobrino y no de su hermano.

— Es Aegon otra vez.

Ojos en blanco, los pulmones de Jace se llenaron de aire intentando apaciguar las ganas que tenía de decirle a Jason que simplemente no iba a ir, que estaba harto.

Estos últimos dos veces habían ido de menor a mayor, hasta que nuevamente Aegon ni siquiera salía de su cuarto para comer. Jace había intentado hablar con él por las buenas, pero la puerta estaba cerrada y no le dejaba pasar, solo a varias sirvientas.

De mala hostia se puso de pie, robusto, pesados pasos dio hacia el castillo y una vez subió todas las escaleras que hizo falta, comenzó a dar golpes sobre la puerta y a gritar a todo pulmón que si Aegon no salía, tiraría la puerta abajo.

Nada, ni un poco de atención. Las amenazas iban a cumplirse ahora. Se alejó de la puerta y hizo carrerilla, corrió hacia la misma y de un patadón la tumbó abajo.

Aegon gritó del miedo. En su cabeza aquello era el Padre, que vendría a por el por sus crímenes de la mano del Desconocido que volvería a llevarlo a la muerte. Todo porque fue malo, tan malo y patético…y ahora todos se fueron, le dejaron con el Bastardo y el infiltrado Targaryen, con su hermana la rara.

Sus ojos inyectados en miedo, se escondió en si mismo cuando Jacaerys se le aproximó.

Tiró de su pelo hacia arriba, aunque más que nada lo terminó arrastrando por el suelo.

— Abuelo no…

Había susurrado, entonces y cuando Jacaerys le iba dar una patada, paró en seco. ¿Qué cojones? Se quedó mudo, frío, su tensión inclusive bajó sintiendo mareo.

Se agachó hasta Aegon y lo miró con fijeza mientras lloraba y temblaba. Su corazón se encogió.

— Tío, soy yo. No soy Otto Hightower. Soy Jace—se culpó a sí mismo, ¿esto le hacía Otto y él lo había repetido? ¿En qué se estaba convirtiendo?

Su mano sobre la mejilla ajena, limpio sus lágrimas aunque fue solo fue acercarse y él había cerrado los ojos.  Una vez Joffrey acogió a un perro de la calle, siempre que intentaban acercarse a él el perro se escondía, pues su dueño le había estado dando palizas. Se preguntó si Aegon tenía tal trauma que para no lidiar con él siempre bebía.

𝐄𝐋 𝐔𝐒𝐔𝐑𝐏𝐀𝐃𝐎𝐑 / JACAEGON + LUCEMONDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora