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Kass se obligó a respirar, en un intento vano de recuperar la clama. Durante los meses que llevaba en la casa existieron solo pocos momentos en los que ella pudo dejar de pensar en cuan extraño era todo lo que ocurría. El lugar se vendía como un paraíso en la tierra, un sitio donde podías olvidar tus penas y problemas y eso era justo lo que ocurría, de alguna forma aterradora olvidabas todo, la casa te absorbía, lograba convencerte de que no había mejor lugar en el mundo. Te despojaba de todo: miedos, dudas, curiosidad, sentido común, todo aquello que te permitiera notar que aquella idílica paz era una farsa quedaba fuera, no era necesario.

Los problemas no podían ser resueltos porque, en realidad, no existían, dejabas de verlos tan pronto como comenzaban y, hasta los crímenes más horribles e injustos, pasaban sin más. La calma de Dreamers era un invento y todos cuantos vivían en la casa pudieron notarlo apenas Miranda hubo desaparecido. Era impresionante como la naturaleza humana resurgía cuando se le daba la oportunidad. Kass había visto a personas que pensó que eran inseparables descubrir de pronto que en realidad no se agradaban tanto, vio como algunos de sus compañeros abrieron los ojos después de años de andar inconsciente y miraban, tal vez por primera vez, a las personas que tenía al lado.

Y con el regreso de todo lo que se les había arrebatado como parte del arreglo silencioso en el que parecían participar, con el regreso de la naturaleza impredecible e individualista de las personas, llegaron también los problemas. Durante los últimos días Kass había sido testigo de más peleas de las que alguna vez llegó a presenciar en el centro. Las personas estaban confundidas y preocupadas, algunas sentían que habían estado durmiendo durante años. Muchos de ellos se negaron a cumplir con sus tareas, las expediciones se detuvieron casi por completo, salvo por el grupo de seguridad monitoreado por Samantha, Kass seguía sin saber si estaban del mismo lado, pero le alegraba el no tener que preocuparse por lo que ocurría en el perímetro. Ya había suficientes problemas dentro de la casa como para preocuparse por lo que pasaba fuera de ella.

Y de alguna forma ridícula ocurrió lo impensable: las personas comenzaron a acudir a ella para entender lo que estaba ocurriendo.

Kass había comentado ya que ella no era la salvadora de nada. No pretendía tomar responsabilidad por todos los habitantes de Dreamers, apenas lograba hacerse cargo de sí misma ¿Cómo se suponía que velaría por la seguridad de todos? No tenía sentido, era imposible. Y, cuando los demás comenzaron a notar que no tenía un plan y que carecía incluso de las habilidades más básicas para hacer funcionar la casa, comenzaron a desear que Miranda jamás se hubiese ido.

—Esto es tan ridículo —comentó Kass mientras se dejaba caer en la silla de respaldo alto en la oficina de Miranda.

Frente a ella, revisando cajones y listas de planificación, se encontraba Joon. La chica había vaciado el contenido de las gavetas en el suelo y ahora lo revolviendo, buscando. Kass estaba a cargo de la vina que la ex directora solía llevar consigo.

—¿Por qué? —preguntó Joon lanzando a la pila de basura otro montón de hojas que no decían nada— Fuiste tú quien comenzó con la rebelión.

—¡No era una rebelión! —se quejó Kass.

—Ah, ¿no? —Joon ni siquiera levantó la vista— Parecía una.

La chica de cabello purpura lanzó más hojas sobre su hombro, le dedicó una larga mirada a los documentos impresos que tenía delante de sí y, acto seguido, se puso de pie y se acercó hasta el escritorio, acomodándose en el reposa brazos de la silla y mirando con atención a la vina.

—¿Hay algo ahí? —el tono de la mimetizadora se volvió más cálido cuando notó la mala cara que Kass acababa de poner.

—Son solo carpetas de información. Todos estamos aquí.

Demons - EditadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora