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Abrió los ojos y permaneció contemplando el techo recubierto de metal. Sabía que estaba recubierto de metal, incluso cuando la luz no era la suficiente para que sus ojos pudieran captar con claridad su entorno. Conocía esa habitación y había esperado que nunca tuviese que entrar en ella. Las celdas se encontraban en el subsuelo, justo en el complejo que servía como búnker, todas las ciudades nuevas lo tenían, se habían convertido en una de esas cosas que resultaban indispensables. Claro, el saber que tenías un lugar al que correr en caso de que las cosas se fueran al carajo era reconfortante, pero es que entre más tiempo pasaba, menos significado tenía.

Kass se incorporó hasta quedar sentada en el suelo, dejando escapar un gruñido entre sus dientes cuando apoyó su peso en el brazo izquierdo. Levantó la mano sana para palpar la herida, en su lugar encontró una compresa de silicona precariamente colocada, lo que era un alivio. Las compresas aislaban las heridas, impedían la pérdida de sangre y evitaban las infecciones. Eran la forma más eficaz de mantener a alguien con vida mientras se obtenía ayuda. Además, secretaban un analgésico que aliviaba el dolor. Si esto último no estaba funcionando era porque seguramente la bala le había atravesado el hombro. Tenía sentido, se encontraban demasiado cerca, esa debería ser también la razón por la cual terminó inconsciente, porque su cabeza chocó con el piso cuando el golpe del disparo la empujó.

Honestamente, no pensó que la merodeadora, Medina, fuera a dispararle, se maldijo por ser tan ingenua. Claro que iba a hacerlo, de haber tenido la oportunidad Marson habría hecho lo mismo. Si había aprendido algo en sus años de entrenamiento militar era que los merodeadores tenían la política de disparar primero y preguntar después. Al menos no tiraban a matar a hasta que no tenían otra opción, aunque estaba convencida de que no estaba muerta porque la necesitaban, claro, el gobierno no desperdiciaba nada, no podían permitírselo.

Un estremecimiento le recorrió el cuerpo, comenzaba a hacer frío y eso sólo podía implicar que estaba anocheciendo. Eso era malo. ¿Hace cuánto le colocaron la compresa? Debían cambiarse con regularidad para evitar que la sangre se contaminara. Pero no había nada más en su diminuta habitación que paredes de metal, tampoco había ruido que delatara que alguien se encontraba cerca. Kass retrocedió hasta que su espalda chocó con uno de los muros, quería tener espacio para maniobrar en caso de necesitarlo, aunque no podía hacer mucho a esas alturas. Había estado concentrándose en la espesa capa de polvo que cubría el lugar. Nada. Ni un movimiento o cambio. Ya se temía que le hubiesen dado un supresor.

La sola idea de encontrarse sola y sin su única medida de defensa la hizo temblar, aunque intentó convencerse de que se trataba del frío. El miedo no servía de nada, te volvía incoherente, lento, evitaba que te concentraras en la única cosa que realmente importaba: seguir con vida. Sólo eso importaba, sólo debía enfocarse en sobrevivir. Pero por más que pensaba, por más que intentaba encontrar una forma de salir de eso, no podía. Por más veces que se dijera que todo iba a terminar bien, por más que intentara despejar su mente y pensar de forma proactiva, siempre seguía volviendo a un mismo pensamiento: iba a morir en ese lugar. Aquella certeza, el peso aplastante de esa realidad le caía sobre los hombros impidiéndole respirar con normalidad. Le cerraba la garganta, le humedecía los ojos. Estaba muerta.

Se concentró en su respiración, se esforzó para mantenerla controlada, incluso cuando el golpeteo de su corazón iba en aumento. Necesitaba todas sus fuerzas para concentrarse en esos dos simples movimientos que siempre habían parecido tan naturales, pero que en ese momento le parecían tan ajenos ¿Desde cuándo respirar era tan difícil? Un picor desconocido se extendió sobre su piel, comenzando por las plantas de sus pies y las palmas de sus manos, era una sensación que la invitaba a ponerse en movimiento, a no quedarse quieta; era tan desagradable que le producía ganas de hundir las uñas en su piel y arrancarla de tajo.

Demons - EditadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora