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Caminábamos en silencio. Mis brazos estaban cruzados sobre mi pecho y él llevaba las manos en sus bolsillos, ninguno hablaba, solo nos acompañábamos.

Me puse a pensar en qué momento nuestra relación había cambiado tanto, y el primer recuerdo que llegó a mí fue de cuando teníamos doce años.

Jungkook llevaba tres años siendo un alfa y no paraba de crecer. Para mi mala suerte, yo aún no revelaba mi segundo género, pero, a pesar de eso, aún mantenía las esperanzas de mostrarme como un gran alfa. Todos sabían que no lo sería, pero nadie se atrevía a decírmelo.

El día que me mostré como omega es uno de mis mayores recuerdos, es imposible olvidar un momento así de especial, y más cuando tu lobo comienza a hacerse presente en tu vida. Era invierno y, como era de esperar, me encontraba junto a él. Ese día me sentía tan extraño que lo único que quería hacer era dormir y —por supuesto— se lo comuniqué a mi preocupado mejor amigo.

—Mimi, ¿estás seguro que no quieres que llamemos a un médico? —preguntó, con un puchero.

Yo me negué y me acurruqué en la cama.

—Quiero dormir, me siento cansado —conté en voz bajita.

No sabía cómo explicarle lo que en realidad me pasaba, ya que no solo me sentía cansado, sino que me dolía todo el cuerpo, y sentía tan fuerte los aromas que me provocaba dolor de estómago.

Jungkook suspiró y, sin moverse de mi lado, extendió su mano a mi cabeza. No entendía lo que quería hacer y estaba seguro que él tampoco lo hacía. Mi mejor amigo simplemente imitaba a su madre, y, ahora que soy adulto, eso me genera mucha ternura.

—¿Quieres galletas? A mí las galletas me hacen sentir bien.

En ese momento, mi único deseo era que me abrazara, pero como me avergonzaba confesarle aquello, accedí a las galletas. Cuando salió corriendo de la habitación, yo me senté en la cama y me di cuenta de lo bien que olía aquel lugar. El aroma que más fuerte sentía era el de Jungkook; tan asombroso e impactante que me hacía sentir feliz. Pero no comprendí por qué sentí tanto calor acumularse en mis mejillas.

Era tan extraño todo…

Jungkook volvió con sus manos ocupadas por nuestras bebidas y golosinas favoritas. Apenas podía caminar, pero estaba tan desesperado por hacerme sentir mejor que eso ni siquiera le importó.

—Traje jugo de naranja, chocolate y galletitas de coco —enumeró. Luego frunció el ceño—. ¿Crees que esto te ayude a sentirte mejor?
Me lo quedé mirando por varios segundos, en silencio. Se veía tan bonito, tan dulce, que solo quería abrazarlo y largarme a llorar. Odiaba tanto sentirme de esa manera.

—Está bien, esto me ayudará a sentirme mejor.

Jungkook abrió las cajitas de jugo y me extendió una. Luego, se sentó detrás mío, separó sus piernas y me tomó de los hombros con delicadeza para hacerme hacia atrás. Mi espalda quedó apoyada en su pecho y sus brazos sobre mis hombros. Dejó un besito sobre mi cabeza.

—Ya te sentirás mejor, Mimi —murmuró, mientras acariciaba mi cabello. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Internamente, ambos sabíamos lo que estaba pasando, pero ninguno quería decirlo en voz alta.

Agarré dos galletitas de coco, le extendí una y la otra me la quedé. Sentí que él comenzaba a comer, pero yo acerqué la mía a mi nariz y olfateé. Jungkook amaba las galletas de coco, él siempre mencionaba que amaba su aroma y lo suaves que eran. Me sonrojé al pensar en que tal vez él amaría mi aroma si fuese como el de las galletitas. Entonces, ahí ocurrió.

☀️ Un verano junto a ti [ km ] #UVJATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora