capítulo 54

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Miré a mi padre incrédula, esperaba que dijera algo para desmentirlo o confirmarlo. Su silencio lo dijo todo.

Miré a la señora miriam,  de la misma forma ella a mí,  estaba en shock y de a poco se acercó.

— Hija... — me abrazó y ambas lloramos en ese momento.

¿Como leyla puedo hacerme esto? Ella sabía donde y quién era mi madre y prefirió callar.

Después de tantos males por fin puedo decir que algo bueno salió,  pude conocer a mi madre, así los dioses lo quisieron por eso me trageron hasta aquí. 

— Yo... jamás pensé — dije. Estaba con la voz temblorosa

— Dios te trajo a mí, el guió tus pasos para que volvieras a casa... — acaricia mi rostro — Te lloré tanto, cada que cerraba los ojos solo escuchaba tu llanto cuando te arrebataron de mis brazos, ahora estamos juntas y nada nos pondrá separar hija...

Me llegué a encontrar en una situación complicada, por un lado tenía a mi padre y por el otro tengo a la madre que conviví poco y me falta conocer, si me voy la perdería nuevamente pero si me quedo sería muy difícil para mí estar a  poco de amenhotep y probablemente verlo en raras ocasiones.

(...)

Ese día fue lleno de conflictos,  mi padre se fue de la villa en esa ocasión, no tuvimos la oportunidad de hablar nuevamente desde aquel día.

No tomé ninguna embarcación para irme a Uaset por que la señora miriam, mi madre, me pidió quedarme para conocernos mejor, ella quería estar junto a mí y es algo que también quiero pero estoy dividida. La encontré y eso me pone feliz pero siento que no me podré adaptar a su estilo de vida, sus creencias y las mías son muy distintas y para quedarme con ella tendría que dejar todo mi devoción por los dioses Egipcios , no es fácil dejar algo que creíste toda tu vida.

Llevo unos días viviendo con ella. Deborah, una joven de la familia me prestó sus vestidos para que pueda mudarme de ropa , por respeto a ellos me quité todas las joyas que tenían referencias a los dioses egipcios excepto uno, el anillo que amenhotep me obsequió, ese anillo no me lo  quitaré nunca.

Estaba bestida igual todas en la casa, sin maquillaje, joyas y peluca.

—Te vez muy hermosa, igual o mejor que antes—Dijo mi miriam al verte puesta con el vestuario de Deborah.  tal vez me tome tiempo en poder decirle " madre " pero es por lo repentino de las cosas.

—Gracias—dije—la verdad es que me cuesta un poco adaptarme pero sé que el tiempo hará que todo sea más fácil.

Es difícil dejar todo lo que era habitual para uno. Tomar mi cabello en lugar de una peluca era rato debido a que en pocas ocasiones lo hacía. En menfis la mayoría se depilaba la cabeza y pocos eran los que se lo cortaban hasta tenerlo super corto y yo era de las personas que se lo dejaba super corto para cubrirla con la peluca.

Entra abigail a la casa—Miriam, jocabed nos espera para que empecemos— dijo y luego se fue.

—¿Ah donde iras?—pregunté.

—Prepararemos un poco de pan ¿Quieres acompañarme?—propuso

Yo acepté encantada de aprender nuevas cosas. Salimos ambas hasta llegar donde estaban todas y podamos empezar.

—Veo que azeneth se animó a salir—dijo Deborah. Ella era tan linda conmigo.

Miriam se ríe— Es la primera vez que hará pan, sé que lo hará muy bien.

—Claro que es la primera vez que lo hace, no ves que vivía en el palacio y era novia del príncipe egipcio—Exclamó una señora del grupo. La forma en la lo dijo era obvio que no era de su agrado.

EL CORAZÓN DEL PRÍNCIPE DE EGIPTO [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora