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Minjeong abrió sus ojos con una sonrisa en su rostro. Si aquello había sido un sueño, había sido el mejor en mucho tiempo. Por fin había descansado. 

Se fue a tomar una ducha y prepararse para el día, se sentía con ánimo de visitar a sus padres. Quería tomar aire fresco y disfrutar lo que aquella felicidad le durara. No fue mucha, ya que al entrar a su cocina, se encontró la perfecta sonrisa de su esposa. La sonrisa que le robó mil y un tantos suspiros. 

-Buenos días, cariño. Te preparé el desayuno.

Minjeong movió su cabeza para responder y tomó asiento frente a ella. Observó el banquete que estaba en la barra, odiaba lo bien que aquella pelinegra cocinaba. Pero odiaba más que no cocinara su comida favorita.

-¿Te divertiste anoche?

-Algo. 

-Me alegro, ¿quieres salir hoy conmigo?

-¿De pronto tienes tiempo?

Las palabras lastimaron a las dos. De diferente forma, pero eran ciertas. 

Minjeong recibió un mensaje y no pudo evitar sonreír:

Si no te duele la cabeza, creo que eres buena bebiendo.

pd: soy la chica a quien probablemente no recuerdes.

La castaña comenzó a teclear, pero sintió la mirada curiosa de su esposa.- ¿Necesitas algo?

-¿Quieres que te lleve a casa de tus padres?

-Puedo ir sola, gracias. 

La pelinegra asintió con tristeza, antes de abandonar el lugar. 

Minjeong se quedó pensando en cientos de respuestas, pero ninguna le parecía lo suficiente graciosa. Creía que era mejor así. No quería arruinar su felicidad de una noche, así que continuó con su día sin volver a abrir aquel mensaje. 

¿Qué puedo hacer por ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora