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-Giselle, ¿quieres darme espacio, por favor?

-¿Desde cuándo no te gusta vestirte delante mío? Soy tu esposa. 

-Estamos casadas, pero ya no hay más entre nosotras. 

-Por favor, Minjeong. ¿Qué puedo hacer para que me perdones de una buena vez?

-Dejarme libre. 

-Sabes que no pue...-.

-Puedes hacerlo. Ya lo sé.- Minjeong tomó su conjunto deportivo y volteó para ver el rostro de su esposa.- Por ese estúpido estatus social que tienes, nos condenarás a vivir un infierno. 

La castaña salió de la habitación, azotando la puerta tan fuerte como pudo. Quería gritar de desesperación, pero no lo hizo. No quería demostrarle más su debilidad a su esposa.

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-¿Qué tienes?- Jimin acarició la espalda de la menor, pudo sentir el mal humor de la chica desde que llegó a su departamento. 

-No la soporto. Cree que soy idiota y que no sé que sigue acostándose con Yizhuo. 

Jimin pareció pensar en algo, lo cual distrajo a Minjeong.- ¿Qué piensas?

-Que mis madres no tardan en llegar y no tendré tanto tiempo para hacerte sentir mejor. ¿Qué tal un beso de unos dos minutos?

-¿Tus madres?- La castaña se levantó del sofá.- ¿Por qué no me dijiste que vendrían? Yo estoy con esta ropa y no he traído nada para ellas.

-Minjeong-ah, tu luces espectacular con cualquier cosa.- Jimin sonrió, provocando el sonrojo en su compañera.- Además, ellas me han soltado la noticia de sorpresa. No tuve tiempo de prepararte. 

-Me da gusto volver a verlas, pero tengo que reclamarles ciertas cosas.

-¿Como qué?

-Haberme separado de mi primer amor. 

Jimin sonrió.- Pero, estoy aquí una vez más, Minjeong. Puedes tomarme cuando tú quieras.

La castaña sintió la calidez de aquellas palabras en su corazón, quería besar a la mayor. Quería olvidarse de su matrimonio y besarla con pasión. Desde que la volvió a encontrar no había parado de soñarla ni un solo momento y tenerla cerca la ponía al borde de la locura. 

-Ya están aquí.- Jimin sonrió al escuchar el timbre y fue rápidamente a abrir la puerta. 

-¡Minjeong-ah, qué preciosa estás!- Tiffany, una de las madres de Jimin, corrió en cuanto la vió.- ¿Qué te dije, Tae? Ya es toda una mujer.

-Me alegra tanto volverte a ver.- Contestó la segunda madre, quien no dudo en abrazar a la chica. 

-¿Les recuerdo que yo tengo un año sin verlas?- habló la pelinegera fastidiada.

-Hola, Jiminie. Ayuda a tu madre con las maletas, por favor. 

Minjeong sonrió con toda la escena frente a sus ojos. 

Se sentía en familia. Sentía su juventud una vez más. 

¿Qué puedo hacer por ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora