Capitulo 1

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Sigma se despertó con jaqueca, náuseas y completamente desorientado. ¿Dónde estaba? Abrió los ojos con dificultad y sin poder reconocer la habitación en la que se encontraba.

No era la suya, eso estaba claro. Tampoco era la de Fyodor o la de Dazai. Entonces, ¿dónde?

Hizo memoria. La fiesta. Agatha cantando. Fyodor perreando. Dazai y Chuuya tratando de comerse a besos. Sus recuerdos llegaban hasta allí.

Tampoco ayudó el hecho de que, en cuanto se dio la vuelta para levantarse, se topó con la cara de Gogol a su lado. Naturalmente, pegó un grito y lo sacó de la cama de una patada.

Gogol cayó al piso, ya despierto, y quiso protestar, pero Sigma agarró la almohada y lo golpeó con ella sin darle tiempo de respirar.

—¡Tú, maldito payaso de mierda! —Le chilló— ¡¿QUÉ CARAJOS ESTOY HACIENDO AQUÍ?!

—¡Ay! ¡Auch! ¡Espera un momento! ¡Ay! —Se quejó el ucraniano.

El joven de cabello bicolor dejó de atacarlo, pero lo miró enfadado.

—Espero (y más te vale) que tengas una buena explicación para esto —Le advirtió.

—¡Por supuesto que la tengo! —Exclamó Nikolai, ofendido— Pero, oye, sólo por las dudas, si no la tuviera ¿qué?

Sigma lo amenazó con la almohada. Gogol levantó las manos en señal de rendición.

—¡Vale, vale, ya entendí! ¡Puedes bajar la almohada! —Dijo— ¿Recuerdas la fiesta?

—Si.

—Entonces supongo que recuerdas que todo se fue al carajo con Agatha y Fyodor ebrios, y con Dazai tratando de hacerle el chucu chucu traca traca a su novio en frente de todo el mundo.

—Si...

—Bueno, después de eso, Agatha te obligó a beber, y bebiste demasiado así que —Se encogió de hombros— estabas borracho.

Sigma arrugó la nariz.

—¿Y te aprovechaste de eso para llevarme a la cama? Maldito infeliz.

—Si lo expresas de esa manera, suena muy mal —Admitió el albino—. Pero eso no fue lo que sucedió en realidad.

—Habla.

—En primer lugar, acepto que yo también estaba pasado de copas, pero lo suficientemente sobrio para no cometer demasiadas estupideces. El caso es que tropezaste y yo te atrapé, y me pediste que te llevará a casa. La cosa es que yo no sé dónde queda tu casa.

—Excusas.

Nikolai sonrió levemente.

—Tal vez. Lo que pasó después es que pedí un taxi y te traje aquí. Eso fue todo.

—Si claro, ¿y por qué estabas durmiendo a mi lado entonces? —Inquirió, ofendido.

—La respuesta es sencilla, querido Sigma —Contestó Gogol—, y es que ésta es mi cama.

—Me hubieras dejado en el sofá.

—Quería ser hospitalario, no me puedes culpar por eso.

Sigma se calmó, de momento. Pero entonces se dio cuenta de que lo único que traía puesto era una camisilla y los calzones.

—Gogol, ¿dónde está mi ropa?

Nada más al ver a su compañero palidecer y luego ponerse rojo cual tomate lo hizo ponerse hecho una furia. Lanzó la almohada a un lado y se tiró sobre su compañero a golpearlo con los puños.

Conquistando a SigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora