Cap 8

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— Qué… que haces? — gruñí nervioso.

Llegó a la cama y se abalanzó sobre mi, tiró un brazo por mi cintura y cogió algo detrás de mí. Tomó su bolsito y sacó un aerosol.

— Eres asmática? — pregunté confuso.

— Si! No ves? — respondió jadeando.

Me miró de arriba abajo y se detuvo en mi pecho desnudo.

— Qué miras? — pregunté neutro.

— Parece que tú juventud la pasaste en el gimnasio — respondió.

— Lo dejé cuando vine a Corea, en Italia mi papá era entrenador de artes marciales y yo era su alumno estrella, pero llegó el momento en que me veía como una máquina de pelea así que decidí dejarlo — comenté.

No se ni porque le cuento esto a ella, simplemente que sin pensarlo las palabras se me van, y cuando vengo a ver ya he dicho todo.

— En serio? — preguntó entusiasmada — Mm — pose pensativa — Veamos si esquivas esto — expresó al mismo tiempo que me atacaba con una patada y luego unos puñetazos.

— No podrás conmigo — comenté mientras la esquivaba.

— Aaaj — jadeó al lastimarse la pierna lesionada patentado mi brazo.

— Ya basta! Te estás lastimando — ordené — eres así tan irresponsable siempre? — pregunté.

Me atravesó con la mirada mientras masajeaba su pierna sentada en el piso

— Idiota — susurró.

— Vamos — estiré la mano — necesitas entrar en calor — comenté.

— Ya tengo suficiente calor como para incendiar tu casa — gruñó y se levantó.

Se alejó y yo me dirigí al estudio, así terminaría mi trabajo.

O.P.V

Bajé el ascensor y me encontré con un hombre abajo que no me permitía salir, el asistente Bi.

— Señorita Bianchi, el señor Cassano nos ordenó que no le permitamos salir hasta que esté bien completamente — chilló.

— Soy su prisionera o que? Apártate — gruñí.

— Señorita Bianchi…

— Por qué eres tan desobediente? — escuché la voz de Vicenzo.

Volteé y lo vi acercarse con un portafolio en su mano derecha, y la izquierda en el bolsillo de su pantalón, su corbata está ligeramente inclinada y su saco arrugado en el cuello.

— Toma el auto y llevala a donde quiera — sacó la mano del bolsillo y lanzó unas llaves al compañero — a partir de ahora eres su asistente personal, así que eres responsable de ella — informó y continuó su camino.

— Y quién te dijo que necesito un auto? — gruñí.

— Bien! Entonces regresa al apartamento — Y que nadie la deje salir informó a todas las personas que estaban en el lobby y cada una de ellas asintió con la cabeza.

— Quién debería tener un asistente eres tú — caminé hacia el — una asistente que te ayude a vestirte — arreglé su corbata — eres pésimo — acomodé su saco.

Con su expresión neutra se fue y yo regresé al apartamento.

— Cho! — estaba sentada en la isla — por qué todas las personas de este edificio se deja manipular por el señor Vicenzo? — pregunté dando lentas vueltas a mi café con leche.

— Es el dueño de este edificio, tiene un contrato con las compañías más cercanas a él, y sus empleados residen aquí pagando un precio considerable, y ese dinero es donado a los orfanatos. Todo es por su generosidad, aunque prefiere mantener un perfil bajo, por eso todos los asuntos televisivos de la compañía los dirige el señor Kim — comentó.

— WoW… no se que… decir! — no me esperaba eso de alguien tan… como el — expresé llena de asombro y confusión.

— La verdad es que si estás asombrada, la que se asombra soy yo. Sabes por qué? — preguntó mientras se limpiaba las manos con un paño.

Negué con la cabeza, caminó frente a mi y se sentó en la isla junto a mi puesto.

— Pues… porque el señor Cassano nunca le había prestado tanta atención a alguien, ni a su hermana, a su madre no la vi casi porque siempre se enfrascó en trabajar para pagar la bondad del padre de Yina, la señora  Min solo aguantó unos meses, su cáncer la torturó — contó.

Ya no se ni cuál es la parte buena de Vicenzo, según Yina es atento conmigo, pero para mí solo es un autoritario mandón y dictador, la señora Cho me acaba de mostrar su lado generoso, sus logros en la compañía me deja claro que es seguro de sí mismo y que siempre logra lo que se propone. Como es posible que una sola persona pueda tener más de cinco personalidades? Todas encajan a la perfección, la única que entra en discordia es la que veo yo; o es solo que no veo la parte buena de todo esto?

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Bajé al lobby y encontré al empleado Bi que sería mi asistente, me dirigí a él y lo llamé con unas señas.

— Está bien! Aceptaré la oferta de Vicenzo — comenté — llévame a matricular — ordené.

O.P.V

Estaba en la compañía, en mi oficina llenado papeles y firmando autorizos cuando sonó el móvil

— No tienes que decirme lo que haga o a donde valla, solo mantenla segura, ese es tu trabajo — comenté al asistente Bi.

— Señor! — se acercó el secretario Kim.

— Adiós — corté la llamada.

— Esta es la información que me pidió, la universidad es bastante buena, y es una de las mejores, si fue admitida por sus propios esfuerzos no será problema para ella dar una buena impresión, así será fácil para nosotros conseguir la firma en su expediente para que pueda obtener una ayudantía y luego hacer su pasantía, y si su índice académico mejora podría hasta ser más que una pasante — informó el secretario Kim mientras hojeaba aquellos papeles.

— Bien! — los coloqué a un lado — Si no logramos que nos den la carta, escríbela tú mismo — comenté.

— Señor pero eso sería poner en juego a la compañía, y si sale algo mal? — preguntó preocupado.

— Ella es igual que Shin, no la subestimes — me paré del cómodo asiento y me dirigí al estante de libros que estaba detrás — Si la subestimas a ellas estás subestimando a Shin — tomé un libro y fui a mi escritorio.

— No quise decir eso — rectificó — es que… — lo interrumpí con la mirada — De acuerdo — rodó los ojos y sonreí — esperemos a ingrese a la universidad para poder conseguir la firma, sino yo mismo la escribo — se convenció.

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En la noche llegué a casa, con unos tragos demás, entré pateando la puerta y tirando mi portafolio, vi a Lilith bajar las escaleras corriendo

— Qué te pasa? Estás borracho? — preguntó confusa.

— Shin? Ven aquí hermanita — reí como psicópata.

Me acerqué a ella y la arrastré hasta el sofá.

— Oh? Yina? Por qué estás aquí? — pregunté.

— No soy Yina! Abre los ojos bien idiota - gruñó.

— Yina, lo siento — me abalancé a ella y la besé.

Caímos al sofá, no estaba consciente de lo que hacía, la agarre con fuerza y comencé a besarla desesperadamente.

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Mi Sr Vicenso CassanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora