Capítulo 3

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— Cabrón, ya te dije, ya suéltame—. Gruñó Guillermo, siendo estampado contra la pared.

— ¿Cómo no entiendes? ¡Ya no tienes diez años, Memo! — Seguía usando ese apodo a pesar de la situación. Apretaba la playera del arquero mientras sus manos temblaban por la fuerza.

— Chaparro, ya te dije, no me acuerdo de pinches nada, déjame irme a bañar, puta madre—. Bufó enojado, empujando al hombre delante de él, logrando su cometido. Pese a sus discusiones nunca se hablaban del todo mal, los sobrenombres siempre estaban presentes y era ya un acuerdo lindo entre ambos.

— Lárgate, hueles a motel barato—. Renegó Guardado, escupiendo maldiciones por lo bajo.

Caminó tambaleándose un poco en el proceso, sentía la mirada de Guardado aún sobre su adolorida espalda, su conciencia estaba inquieta al igual que sus pensamientos que revoloteaban violentamente en su cabeza.

Trató de apresurarse a la habitación de su cachorrito, algo dentro del arquero estaba desesperado por verle. Estando frente a la puerta se percató del olor reconfortante de Vega, tocó la puerta, esperando que fuera abierta. Cuando después de 5 minutos fue abierta, un pequeño Alexis se dejó mostrar.

— Pa', ¿Dónde estabas? — Soltó en un chillido, lanzándose a abrazarlo. Se detuvo en seco, detectando un olor desconocido e incluso desagradable para él—. Hueles a mierda, ¿En dónde chingados te metiste? — Se alejó, tapando su nariz y negando con la cabeza, viéndolo con clara desaprobación e intranquilidad. Olía a Omega, y no uno que tuviera un olor dulce como los demás.

— Perdón, aún no me he bañado, sólo pasé por aquí para verte. Andrés sigue estando emputado conmigo, trata de no hacerlo enojar—. Comentó abatido, sintió una opresión en su corazón cuando su cachorro le dijo eso.

Se despidieron secamente por el hedor que Guillermo desprendía. Mientras caminaba a su habitación, bajando algunos escalones, pensaba en porqué el comentario sobre su aroma le dolió, sintió algo inquieto dentro de él, a sabiendas de que era su Alfa. No se molestó en cuestionar nada más.

Cosas de Alfas tontos. Pensó simple, resoplando.

Por el pasillo para llegar a su habitación vio a Lozano, lo llamó con una seña.

— Si no soy limpia vidrios, cabrón—. Rechistó.

— ¿Huelo raro? — Cuestionó, acercándose más a él y estirando un poco su cuello. El menor extrañado se acercó a la zona, aspirando el olor, sintiendo el aroma del Alfa muy suave, más de lo común.

— Hueles diferente... cómo a avellanas y miel, ¿Por? — Alejó su nariz del rizado, sintiendo que el olor era muy embriagante, incluso lo mareo un poco—. Báñate, tienes un aroma denso y raro.

Se despidieron amigablemente, ambos retomaron su camino.

Al entrar a la habitación sintió un golpe de feromonas en su nariz, sabiendo de inmediato que Guardado había estado ahí hirviendo de enojo. Meneó su mano cerca de su cara, esperando que el olor fuera menos penetrante en su olfato, abrió una ventana y fue directamente al baño. Quitó sus prendas lanzándolas a un cesto.

Se metió al agua que vaporeaba, sus rizos se humedecieron rápido y sus pensamientos estaban vagando tranquilamente.

Le molestaba un poco su naturaleza de alfa al igual que el estigma que había de ellos. Sus celos no eran algo que lo descolocara, entonces no entendía cómo otros Alfas sucumbían a sus "instintos". Él era algo diferente, sus celos y ruts los prefería pasar sólo, sin alguna persona que perturbara su paz.

No se consideraba un Alfa impulsivo, en lo más mínimo, sabía controlarse bien, podía tener el celo más fuerte de su vida en vía pública y lo soportaría cómo un campeón hasta llegar a su casa. No podía evitar cosas que eran normales, cómo el salivado y sus feromonas más densas, pero las podía retener o liberarlas levemente o que los colmillos imponentes que tenía salieran a la luz.

Los omegas en celo no lo hacían tener un calor o algo similar, era algo que para los demás resultaba preocupante, pero Guillermo no lo veía así, lo veía cómo una virtud, pocos eran los alfas que podían controlarse cómo él. Se consideraba un buen Alfa, pero no entendía cómo se descolocó antes.

Al despertar en esa habitación de hotel sintió un aroma tan brusco y denso, sabía que eran sus feromonas de la noche anterior, no sabía si había entrado en celo o un rut.

Quiso recordar con quien había dormido y compartido almohadas, trató de recordar el aroma que era opacado por sus feromonas, pero sabía que era en vano, pues su cabeza no podía maquinar recuerdos razonables.

Un pequeño flash pasó volando por su mente, abrió los ojos con incredulidad, salió del cancel y se dirigió al montón de ropa sucia, revolviendo y palpando todo. Encontró su celular, fue a sus fotos y miró un video de 37 minutos, sobó su cien suspirando rendido y lo reprodujo, apagó su celular al instante cuando solamente se escucharon gemidos y nalgadas, ruborizándose violentamente.

Maldijo bajo, dejó su celular sobre la ropa y regresó a su baño. Borraría el video, no quería ni verlo.

Tenía su celular entre sus manos, ansioso por el video

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Tenía su celular entre sus manos, ansioso por el video. Quería verlo, pero al mismo tiempo no quería ni saber de el.

Bajó el volumen de su celular y se dispuso a acelerar el video, yendo al final, esperando que la cara de la persona saliera, pero no fue así, en cambio recibió un glorioso plano del culo pálido de su acompañante, goteando de semen de su cavidad, palideció por completo, casi negando haber sido él quien grabó eso.

Paró el video, observando esa imagen detenidamente, con vergüenza. Se percató de múltiples tatuajes vistosos, resaltaban ante la piel pálida.

Se puso colorado en seguida sintiendo una incomodidad en su entrepierna.

— Chingada madre, ya no soy un morrito de dieciséis... — Maldijo tirándose a la cama, ignorando su creciente miembro y rehusándose a hacer algo al respecto más que esperar a que se le baje.

Miró el techo tratando de asimilar todo, no recordaba siquiera el cómo llegó a eso, su ultimo recuerdo fue decir que se quería devolver al hotel. Se empezó a preocupar más al recordar que no había usado un preservativo, empezó a volverse un manojo de nervios y estresarse, hasta que recordó claramente que en el video se apreciaba el ano de su acompañante, no había manera que una mujer se embarazara por eso, al menos no una posibilidad muy grande.

— Ya, ni es mi pedo, no se ha ni acordar de quién soy, es su problema ahora... — Se tranquilizó mientras se daba unas palmadas y reía despreocupadamente, sintiéndose un completo pendejo por haber palidecido sin haber pensado en ese claro factor de la ecuación.

Ya no era su problema y eso le dio una calma inigualable, todo el estrés que amenazó en quitar todos esos bellos rizos de su cabeza.

Concilió el sueño, tenía cosas más importantes por las cuales preocuparse, por ejemplo, las ruedas de prensa o los insultos que las personas le proporcionaban en redes sociales. 

Avellanas y miel | Guillermo Ochoa x Lionel MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora