Uno de los factores de la felicidad de Guillermo era nada más que Andrés y sus frases alentadoras que le proporcionaba cómo una dosis diaria, el centrocampista estaba consciente de que el seso de Memo no podía evitar abrumarse, y él no soportaba eso.
Un día, antes de ser tan conocidos cómo lo eran, aún eran jóvenes, inexpertos y torpes con los medios, incluso eran un poco descuidados a la hora de las entrevistas.
— Sólo seremos felices cuando cobremos conciencia de nuestro papel, Memo, aunque nos corresponda el más oscuro—. Andrés aún lo amaba y tenía en mente que incluso más que la vez donde se lo confesó.
No le gustaba ver a Guillermo atormentarse a sí mismo con sus pensamientos duros y sin tacto, deseaba que todos lo trataran con el mismo cuidado y amabilidad con la que él lo trataba.
Andrés estaba tan desgraciadamente enamorado de ese hombre alto, desde que lo veía llegar perfumado a entrenamientos hasta que lo veía salir de ahí, casi con pasto en la boca y con la cara sucia de una mezcla entre tierra y sudor, de sol a sol estaba apasionado por él.
Cada contacto con él lo agradecía, pero nunca movería una sola pieza, eran ambos hombres y alfas en un México retrograda y tonto, los apedrearían y posiblemente jamás debutarían, Andrés no arriesgaría su sueño y el ajeno. Estaba bien cómo estaban, abrazos fraternales de vez en cuando, apodos de compadrería, apoyo de camaradas y confianza de socios, estaba contento con todo eso.
2005. Recordaba ese año con un escalofrío, recordaba que por eso casi perdía la amistad del rizado moreno.
— ¿Esa morrita de verdad te gusta? — Indagó Guardado tranquilo, no era de su incumbencia ni nada por el estilo. Estaban en los vestidores, cambiándose para salir de ahí.
— Me gusta mucho, Chaparro, así de plano, me encanta—. Suspiro embobado al simplemente recordar esa carita tan bella que besaba con frecuencia. Estaba sentado en una banca, sin camisa cómo era costumbre, bebiendo de la botella de agua fría que Andrés siempre le llevaba.
— Ah, ¿Sí? — Le deseaba lo mejor a su amigo, de verdad que sí, pero sus pensamientos no cooperaban con sus buenos deseos. Se puso una camisa limpia y acomodó su cabello.
Sintió una masa extraña en su estómago, incluso era viscosa y caliente, se sentía pesada y desagradable, sabía perfectamente lo que era; Celos.
Dulce María era una mujer bella y linda por cualquier ángulo que la miraras, era una mujer, al fin y al cabo, una talentosa y aterrizada aparentemente, no podía decir nada negativo de ella, siempre fue un cubo de azúcar con Memo y él.
Quizás si él fuera una mujer Guillermo llegaría a tener sentimientos por él. Los gustos en mujeres de su compañero eran mujeres bajitas y sin pelos en la lengua al decir lo que pensaba, sentía u opinaba, le gustaba que no cambiaran su forma de ser cuando estaban a solas o estaban con gente, que no aparentaran ser algo que no eran, Andrés era todo eso... pero no era una mujer.
Eso le dio en el rincón más profundo de su corazón, sintiendo cómo le faltaba el aire.
— Eit, mi mamá te invitó a comer con nosotros, ¿Vienes? — Esas palabras lo sacaron de sus ideas, erradas como mínimo.
— Eso ni se pregunta, nomás cámbiate y nos vamos—. Bufó feliz, poniéndose desodorante y perfume extra, quería dar buena impresión, cómo cada vez que iba a su casa.
— Ey, ey, ni te perfumes mucho, va a estar mi hermana—. Gruñó cuando se metió a las regaderas, no iría en calidad de perro callejero.
Como si me perfumara para ella. Pensó con una sonrisa incrédula.
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Avellanas y miel | Guillermo Ochoa x Lionel Messi
FanfictionNo deseaba saber nada de él, aunque jamás imaginó que lo haría ceder en contra de su voluntad. Según Guillermo, los sentimientos también fueron contra voluntad propia, al igual que al convivencia, después de tiempo empezó a atesorarla y añorarla. ...