Capítulo 2

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Guillermo no estaba al tanto de dónde abandonó su timidez característica de ante Omegas, tenía una desfachatez para degustar el embriagante cuerpo contrario. El disgusto y resentimiento que tenía por ese lascivo hombre podían esperar, estaba disfrutando con su piel y corazón la situación. 

Lo tenía acorralado contra la pared, pegándose cada vez más a su cuerpo, estrujándolo contra su torso marcado y el plano objeto inanimado, el cual hacía bien su comedio; la privacidad.

Podía sentir las pequeñas vibraciones, pareciéndole tiernos e incluso fogosos, sus juguetonas manos se posaron sobre su entrepierna con intenciones maliciosas, torturando un poco al Omega que gemía desconsoladamente por atención en su parte baja. 

— Por favor, por favor... —  Rogaba, tomando la mano del moreno entre las suyas, tratando de evitar que dejara el contacto.

Guillermo estaba inmerso en sus pensamientos que rondaban desde lo más canalla hasta lo más romántico, quería hundirse dentro de él y filmarlo, quería poder grabar todo, no sólo en su mente.

Sujetó la cadera del contrario, haciéndole caminar hasta el sofá que había visto desde el principio. Bonito lugar para empotrar al lindo y lujurioso hombre que bajo su mano temblaba. Lo despojó de cada prenda, de cada sentimiento de inseguridad y de cualquier tipo de raciocinio que poseía.

Al ver su pecho desnudo no pudo evitar el deseo carnal de hundir sus colmillos en el pecho pálido de su contraparte, estrujó sus pectorales, sobándolos y acariciándolos como si fueran los de una mujer. Su erección aumento, sus manos temblaban por tocar más.

No tardó en quitar la parte superior de sus ropajes y desabrochar su pantalón bajo la atenta mirada del Omega, que no quería perderse ni un solo segundo de aquella acción. Lo veía con deseo, más que deseo, fascinación, quería eso dentro de él. Piernas abiertas, corazón desnudo y mente ausente, una combinación nada habitual en él, quizás con consecuencias desastrosas, pero con un proceso placentero.

— No quiero hacerlo a pelo—. Pronunció a medias cuando sintió la mano del menor acariciar su miembro, soltando leves gemidos después de su petición. Maldecía bajo, gemía alto y lloriqueaba penosamente.

¿A pelo? Pensó el que proporcionaba tan atrevidas caricias. Pensó que quizás era un complemento al sexo tradicional, "sazón" como solía decir Dibu. Su cerebro no maquinaba bien.

Francisco se enterró en el cuello del Cuccittini, manoseando cada rincón de él, robando algo de calor corporal para sus gélidas manos. Su boca babeaba de manera exagerada, estaba mojando todo el cuello del hombrecillo bajo él, tratando de controlarse para no marcarlo o morderlo.

— No, no, solamente metélo ya—. Dijo seguro de sí mismo, preparándose para el momento, tocando un poco su entrada para asegurarse que estuviera bien lubricado.

Desconcertó al Alfa, pero no quería pensar, de hecho, no podía pensar. Hábilmente tomó las dos piernas del delantero, juntándolas y extendiéndolas lo más posible, dejando expuesta la entrada del futbolista, miró los grandes muslos y vio una definición en sus músculos casi absurda, haciéndolo babear fuertemente, dejando caer el salivado en parte del culo de su lindo omega, dejando una coqueta nalgada en el cachete izquierdo.

Tanteo la entrada del Omega con sus dedos, sintiendo un ambiente cómodo y caliente. Era un manojo de Jadeos y espasmos, junto con nervios e impaciencia. Quería ese Alfa dentro de él.

En algún punto Guillermo empezó a mover sus dígitos como si fueran uno, después separados, dejaba sólo uno y metía bruscamente el segundo, de pronto, cuando el coño del aludido finalmente se acostumbró, un tercer digito se abrió paso bruscamente. Los gemidos inundaban las cuatro paredes, los sonidos lascivos eran cada vez menos controlables, respiraciones irregulares, palabras entrecortadas y cuerpos efímeros, era todo lo que había ahí.

Avellanas y miel | Guillermo Ochoa x Lionel MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora