Capítulo 14 yendo

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—No, no, es que no puede ser, chaparro—. Siseó, estirando sus rizos, estaba arruinado y arruinaba sus rizos de pasi—. Es imposible jamás me acostaría con un wey.

Incredulidad se pintó en la faz de Andrés. 

—¿No que eras joto?— Delineó una mueca, casi como una sonrisa en media luna, sentándose al lado de Guillermo, es un gesto de compadrería.

—Es que es muy diferente... todo es diferente—. Su corazón estaba calando dentro de su pecho, como si rogara salir de ahí y morirse.

Andrés notaba a lo que se refería cuando decía que era diferente. Él era su confidente, su cajita de pandora y amigo, eran más que claras las razones del porqué Guillermo estaba de esa forma.

—Mira, yo tengo que hacer algo ahorita, regreso en una hora, ¿Va?— Acopló su mano en los rizos castaños, desordenándolos. Recibió un mhm cómo siempre de respuesta.

Preocupado abandonó el lugar, pero estaba trabajando en ser un poco más egoísta con Guillermo, toda la vida de Andrés no estaba hecha sólo para ayudar a Memo.

Las declaraciones de ese argentino tienen que ser irreales, era completamente imposible que hubiera accedido a tener relaciones sexuales con un hombre.

Una cosa era ser gay y acostarse con hombres, pensando en una familia con otro hombre.

Memo nunca pensó en eso, solamente era gay con sus amigos, de hecho, ni siquiera sabía si sus inclinaciones homosexuales eran del todo certeras, su ex mujer también le gustó.

Era gay por jotear, halagar hombres e incluso coquetear, pero cuando llegaba el momento se ponía igual de pálido que un susto en invierno de nervios y miedo, no quería ser tomado por un hombre ni viceversa. Nunca folló con un hombre, se ponía mal físicamente al siquiera pensar en eso, no le desagradaba la idea, pero era, cómo minino, difícil aceptar como hombre que podías tener un deseo sexual hacía otro hombre.

No era natural, eso se lo enseñaron hasta el cansancio. La culpa lo carcomía cuando pensaba de esa manera en un hombre.

Quizás sólo era gay de palabra y no de acciones. Su mente se hizo un revoltijo, tratando de buscar una aguja transparente y delgada en una gran hacienda hecha de paja. Ni siquiera sabía si realmente era gay, quizás era heterosexual o algo así.

Nunca tuvo deseos de compartir cama con un hombre, ni mucho menos de tener a un hombre de pareja, solamente le gustaban, no para coger, no para amar o formar una familia.

Quizás sólo era un gay diferente, que no estaba interesado en la cultura gay o queer.

Quizás sólo no era del todo maduro para aceptar que podía estar con un hombre sin una culpa.

Ese era todo su problema; la culpa. Se culpaba por emborracharse, se culpaba por follarse a ese argentino, se culpaba por ser gay, se culpaba por todo.

Todo en su mente era un lío, un desmadre y un horrendo lugar con el cual lidiar, sus pensamientos no se acomodaban por alguna razón del mundo.

Optó por la decisión más madura para conservar la poca estabilidad que tenía. Tomó su celular, divisó el número que le causó esos estragos.

Bloquear.

Nuevamente respiró en paz, no lo vería nunca más, no iba a recibir sus llamadas, ni sus reproches.

Se tiró a la cama, dispuesto con todo su ser a olvidar esas bochornosas horas.

Aunque el cassette que tenía por cerebro ya estaba revuelto, recordaba la primera vez en la que pensó que un hombre le gustaba; Adolfo Ríos.

Avellanas y miel | Guillermo Ochoa x Lionel MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora