Los días de duelo de Karla eran aislados, pues contrató a una niñera para que se llevará a los niños de la casa, sus feromonas eran pesadas y densas, lo que menos podía soportar en esos momentos era que sus cachorritos se sintieran mal físicamente debido a eso.
El sentimiento de quererse morir no era novedad o inesperado, se rompió el lazo después de tanto.
La semana que pasó sola a penas y bebía agua, junto con alguna botella de tequila que encontraba por ahí. Estaba tratando de matarse de hambre.
Se replanteaba todo lo que pudo haber hecho diferente ese día para que no desencadenara con la partida de su marido, se echaba la culpa y el martirio era infernal en su corazón que estaba apachurrado y siento ahogado en alcohol.
En estado de ebriedad, se negaba por completo a creer que todo acabó ahí, sin un adiós o una despedida más allá de "me iré". Se negaba a aceptar que no pudo luchar aunque sea un poco, ni siquiera forcejear las migajas de amor que le pudo haber dado.
Sus sentimientos eran un lío, sentimientos azules nublaban su pensar. Su cabeza realizó un complot, dándole una avalancha de recuerdos dolorosos para su pecho que yacía quebrado.
—Mi amor, te juro que nos iremos a Europa, tú, yo, nuestra familia. Viviremos allá y envejeceremos juntitos—. Hablaba tierno Guillermo, abrazando por la espalda a su mujer, danzando un poco de lado a lado.
Su cabeza le hizo recordar que era un romántico empedernido, un romántico sin causa. Buscó una nota por el escritorio, estaba casi guardada bajo llave.
"Sé que tú te las puedes comprar, pero es mucho más lindo si te las compro yo. Te amo". Estaba firmada y olorosa a su fragancia tan masculina, era de su puño y letra, había dedicatoria e incluso un corazoncito abajo.
Su celular sonó, inmediatamente supuso quien era, se lanzó a la cama aún con la nota en mano. Sus notificaciones estaban configuradas para que sólo sonaran cuando cierto hombre, dueño de sus suspiros, se comunicaba.
—No quiero hablar ahora, Guillermo—. Musitó, sintiendo su voz abandonar su garganta y sus ojos arder.
Estaba negando lo sucedido.
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Sus sentimientos estaban a flote cada vez más, su ira y tristeza, decidió que salir por aire fresco la haría recapacitar y tranquilizarse.
Poco grata fue la sorpresa para el guardameta encontrar su casa vacía, pues necesitaba aclarar cosas con Karla, un golpe de feromonas se lanzó precipitadamente a su cara, sintiéndose mareado.
Guillermo se adentró a lo que era antiguamente su hogar, miraba los alrededores pues se sentía tan diferente.
Se quedó helado cuándo vio una foto familiar que siempre estaba en la mesilla de llegada, su cara estaba recortada junto a todo su cuerpo, se horrorizó pues pensó que deseaban ignorar su existencia.
Consternado fue buscando aún más fotografías que estaban esparcidas por toda la casa, pero su sentimiento siguió atormentando su corazón cuándo notó que su cara no estaba en ninguna foto. Karla había roto todos esos recuerdos para borrarlo.
No sólo eso, pues la Alfa decidió quemar todas las cartas, haciéndolas trizas y arrojándolas al fuego que las carbonizaban al instante, reduciéndolas a cenizas. Estaba rabiosa y lastimada.
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Jadeando, en uno de sus constantes ataques de pánico tomó su celular, mareándose por el brillo.
Un tono, cuatro, seis y la llamada fue recibida.
—¿Karla? ¿Qué pasa?— Cálidamente preguntó, la mujer se negó a hablar con él por meses y ahora lo llamaba de noche.
—Guillermo, por favor, regresa...— Balbuceó, sus uñas se enterraban en sus muslos como en cada episodio que tenía—. Y-Yo cambiaré, lo juro, pero no me dejes, por favor
Se le partió el corazón al escucharla, jadeando, con la respiración irregular y algunos sollozos. Sintió pena.
—Karla, tú sabes que-
—Mi amor, por favor, te lo ruego, no me dejes, no me abandones, no tú por favor—. Suplicó, temblando por sus palabras—. Por favor, por favor, te juro que no haré nada más que te haga enojar, pero no me dejes.
Las palabras de Karla no tenían coherencia alguna, pues él nunca tuvo un enfado con ella.
—No estoy enojado y no lo estuve, sólo me di cuenta de que...— pausó al buscar las palabras más reconfortantes y suaves—. Pues que ya no jalábamos cómo antes.
—No me dejes sola, Guillermo, por favor, te necesito...— susurró, apenas siendo audible.
—Perdóname... pero no, no nos hacemos bien, ya no—. Musitó, dejando la línea. Abandonando a su, aún mujer, com un agujero de sentimientos que la carcomían por dentro.
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Sus emociones se regularon con creces, pues ahora ya no lloraba, ni por la rabia ni por la ira, pero no sentía nada.
Olfateaba cada rincón de la casa, sin sentir el aroma característico de su alfa, ya no estaba su calor. Su marca desapareció por completo, pero ya no le quedaban fuerzas para llorar
La habitación de ambos estaba igual que la última vez. Las manchas de polvo reflejaban donde estuvieron las lociones de Guillermo, al igual que las cajas de sus relojes. Su bata de baño estaba impecable frente a la regadera.
Karla sonrió tenue, sintiendo así un tirón en su pecho. Divisó el espejo del sanitario y se acercó. No se reconoció a primeras, unas sombras profundas casi similares a los moretones estaban instaladas en sus cuencas. Se sintió el ser humano más deplorable, asqueroso y ruin, negando alguna vez ser una mujer bella. Ya que se miraba con detenimiento subió su camiseta, que fue de su marido alguna vez pues quería sentirse cerca de él, miró escandalizada su abdomen, pues sus costillas eran notorias a leguas.
19 Kilos había perdido en los últimos 5 meses.
Si Karla se muere, ¿lloran?
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Avellanas y miel | Guillermo Ochoa x Lionel Messi
FanfictionNo deseaba saber nada de él, aunque jamás imaginó que lo haría ceder en contra de su voluntad. Según Guillermo, los sentimientos también fueron contra voluntad propia, al igual que al convivencia, después de tiempo empezó a atesorarla y añorarla. ...