UNO

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Mi cabeza comenzaba a dar vueltas, casi no era dueña de mis movimientos. Sentía que esto no iba a terminar de buena manera y que debía detenerme.

—Vamos, una copa más —dijo Carolina.

—Es tu despedida de solteras, no puedes irte así, tienes que recordarla para toda la vida —agregó Mía.

—Chicas, ya fue suficiente, no me siento bien.

—Tómate un vaso de agua entonces y sigue disfrutando —dijo Marcela.

La insistencia de mis amigas no fue mucha, sin embargo, hice caso. Tomé un vaso de agua y salí a respirar un poco. Me senté en el jardín a observar la noche, mientras esperaba que, por algún milagro de la naturaleza, mi nivel de alcohol se redujera.

Luego de un rato decidí volver. A penas entré, las luces se apagaron en torno a mí. El grito de las chicas resonó en mis oídos. Me sentí mareada nuevamente.

Una mano cálida se deslizó por mi cuello, arrebatándome un pequeño grito, mientras que otra mano rodeaba mi cintura, acercándome al cuerpo de un desconocido.

Las luces se encendieron y me vi rodeada de dos stripers. Las muchachas no paraban de gritarme que disfrutara de la fiesta. Uno de ellos vestía de soldado y el otro de bombero: con una enorme manguera.

Trajeron una silla y se pusieron a bailar frente a mí. Mis amigas aprovechaban de tocar más de lo permitido, mientras los bailarines se desnudaban para mí. En otro momento habría disfrutado del espectáculo, pero ahora, mi cabeza daba vueltas y de vez en cuando miraba el torso desnudo y aceitado de los bailarines.

Uno de ellos se apartó y fue a bailar con las chicas, el otro me tomó con fuerza y de súbito, estaba de pie frente a él, dejándolo que me tocara más de lo que quería.

Entre tanta vuelta y baile, no fui capaz de soportar. Disimuladamente me escabullí entre mis amigas y me fui al baño y vomité. Luego de eso me sentí algo mejor. Me lavé la cara, traté de arreglar mi estropeado maquillaje, para disimular lo ocurrido y volví con mis amigas. Me despedí de ellas contándoles lo que me había pasado, sin más llamaron un taxi y continuaron disfrutando de la fiesta de despedida de soltera.

Hacía ya dos años que estaba de novia con Alberto y faltaba un día para que nos casáramos. Al menos agradecía que la dichosa fiesta no haya sido justo la noche anterior al matrimonio.

Miré el reloj, eran casi las 3 de la madrugada, realmente me emborraché muy rápido y no pude disfrutar mi penúltima noche de soltera como merecía.

Llegué a mi casa, Alberto aún no llegaba de su despedida de solteros, suponía que lo estaba pasando mejor que yo, pero no quería imaginar qué ocurría exactamente en aquel lugar.

Me dirigí a la cocina en busca de algo para comer y me encontré con una nota.

"Zoe, querida:

Si llegas antes que yo, no te asustes, acaba de llegar mi sobrino, el que vive en Argentina, no sabía que vendría, fue una sorpresa para mí. Está en el dormitorio de invitados, no quiso acompañarme a la despedida porque el viaje fue muy agotador, de seguro estará durmiendo cuando llegues, así que mañana te lo presento.

Espero que no te encuentres con él antes de leer esto, para que no te asustes.

Te amo."

Resté importancia a la nota, sabía que algunos familiares de Alberto llegarían por nuestro matrimonio.

El sueño se había ido, el mareo de hace un rato se había desvanecido, así que decidí salir a fumar. Estaba algo torpe, mientras buscaba en los cajones un encendedor, un vaso cayó al suelo con gran estrépito.

De inmediato me puse a recoger los trozos de vidrio y a barrer, no sin antes decir un par de improperios al vaso, que no tenía la culpa de que yo estuviera en estas condiciones.

—Tú debes ser Zoe —dijo una voz desde la puerta.

Me volteé a mirar, cogiendo un trozo de vidrio del vaso roto para protegerme. Había olvidado por completo la nota.

—Tranquila, soy el sobrino de Alberto —agrega riéndose.

Me detengo un par de segundos a pensar y recuerdo la nota leída hace algunos instantes. Suelto el trozo de vidrio y me río, con aquella risa nerviosa que suele acompañar a los momentos en los que haces el ridículo.

—Hola, lo siento —respondo avergonzada.

Se acerca a mí con clara intención de ayudar. Mis reacciones son lentas y no puedo evitar observarlo mientras se aproxima. Me percato de que el sobrino no es como yo lo recordaba, lo más probable es que ni siquiera sea el que yo recordaba. Su cuerpo, semidesnudo, ofrecía ante mí un mejor espectáculo que el del show de strippers que presenciara hace algunos momentos atrás en el bar donde se celebraba mi despedida de soltera.

—Te ayudaré con eso —dijo —tú siéntate, debes estar cansada.

—Gracias, cansada no en realidad, solo bebí más de la cuenta, creo, por eso mi torpeza.

—¿No se suponía que llegarías más tarde de tu despedida de soltera?

—Sí, bueno, no estaba en condiciones de seguir allá.

—Así veo —dijo riéndose de mí. —Vamos, te acompañaré a tu habitación para que descanses, no creo que Alberto esté por llegar.

—No es necesario, quiero fumar, estaba buscando el encendedor.

—¿Cuál? ¿Ese que esta sobre la mesa?

No podía esconder mi vergüenza, llevaba rato buscando el encendedor y de pronto me percato de que está justo en frente de mí.

—Me colocaré algo de ropa y te acompaño a fumar, así conozco un poco más a mi futura tía.

—Está bien —dije, sin atreverme a decir nada más.

Esperé tranquilamente a que él volviera, mis fuerzas me habían abandonado por completo, ni siquiera podía pensar, así que no me percaté cuanto se demoró en volver, pero al parecer fue tan solo unos minutos. Él se acercó a mí, me ayudó a levantarme y nos fuimos juntos al patio a fumar.

Arriésgate por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora