VEINTISIETE

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Han pasado dos semanas desde el accidente, Alberto está profundamente dolido conmigo y con mi actitud, me culpa por lo ocurrido y tiene razón, soy culpable y lo pago con el dolor de mi alma. Los primeros días sólo me decía "con qué cara voy a mirar ahora a mi familia" "Qué le voy a decir a mis amigos, a mis compañeros de trabajo". Como si yo hubiese querido perder a mi hijo.

Mi vida se ha vuelto un infierno desde ese momento, así que decidí volver a trabajar el día completo para poder evitar estar cerca de Alberto, mantener mi mente alejada de todo lo que tiene que ver con el bebé. Sé que es mi culpa, lo asumo, pero no quiero que todo el día Alberto me lo esté recordando, ni mucho menos su maldita familia. Ahora me doy cuenta de que Alberto no me valora como me lo merezco, me ha tenido todo este tiempo como una joya para presumirla a sus amigos y a su familia.

Quería formar una familia perfecta, llena de hijos y con la que se pudiera plantar en cualquier lado. No se ha preocupado en ningún momento de mi salud o de mi estado psicológico. Vez que puede me saca en cara lo del accidente. Ha decidido acostarse en la otra pieza para no tener que estar conmigo. Me pregunto ¿Hasta cuándo le durará el enojo?

Ahora me doy cuenta de que no estaba equivocada, de que nuestro matrimonio no ha sido más que una farsa, no solo para mí, sino también para él, pues hemos vivido de las apariencias. Al primer problema, Alberto muestra su verdadera cara contra mí, se transforma en el ser más cruel del mundo y no puedo, no quiero y no merezco seguir soportando esto. Ya no hay nada que me una a él. Simplemente dejaré que pase algo más de tiempo y buscaré la forma de terminar con esto, de acabar con su estúpido reino donde las apariencias envuelven todo. No voy a seguir siendo el objeto con el que presume frente a todos. Ni tampoco voy a aceptar las miradas de rencor que ahora se han vuelto tan comunes.

No sé por qué Alberto no ve mi sufrimiento, no sé por qué no ve que yo también perdí a mi hijo y que ahora, más que nunca estoy sola y necesito de su apoyo. Nunca quise perder a mi bebé, pero ocurrió y ya no lo puedo revertir, me duele, me siento culpable, pero no necesito que él me lo saque en cara a cada minuto. La vida en casa se ha vuelto tan tortuosa, aquel hogar que juntos pensábamos construir ya está desarmado por completo, no es más que una casa donde viven dos personas que no sienten nada el uno por el otro.

En un arranque de locura decido llamar a Augusto, sólo su voz cálida, amable y llena de amor podría comprender lo que me está ocurriendo, sería capaz de darme un momento de calma.

—Aló.

—¿Zoe?

—Sí.

—¿Cómo estás?

—Mal —respondí.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó preocupado.

—¿No te has enterado de lo que ocurrió?

—No he llamado a Chile y tampoco me han llamado. Tu voz se escucha extraña ¿Estás llorando?

—Eso no importa, Augusto te necesito.

—Sabes que aún te estoy esperando, pero dime ¿Qué ocurre?

Le conté lo de mis intenciones de volver y mi accidente al intentar concretarlas. Augusto escuchó con calma cada una de mis palabras.

—Zoe, lo del bebé ya pasó ¿Tú estás bien? ¿Te pasó algo a ti? Dime por favor que nada malo te ocurrió, sino viajo de inmediato.

—No, no es necesario, estoy bien, pero ya no soporto a tu tío, es un maldito, me echa la culpa de todo, lo peor es que sé que tiene razón, pero fue un accidente.

—Es un imbécil —admitió.

—A él en todo momento solo le preocupó el bebé, ni siquiera me pregunta cómo me siento con todo esto —sostuve.

—Amor, mi pequeña, te lo dije, si hubieses decidido escapar conmigo nada de esto estaría pasando.

—Lo sé, sé que soy una tonta que se equivoca una y otra vez.

—Pero tienes la opción de revertirlo. Vente conmigo Zoe, si quieres te voy a buscar, hago lo que sea necesario con tal de verte feliz.

—Amor, eres tan distinto a él, si hay algo en lo que no me he equivocado, es en haber estado contigo, en haberte amado.

—Tú mereces algo mejor, Zoe, no un puto imbécil que no se preocupa de ti. Dime que te vendrás, dime que lo vas a dejar —ordenó.

—Sí, tengo que hacerlo, antes del accidente ya lo había decidido, ahora más que nunca tengo que hacerlo.

—¿Cuándo vendrás? —preguntó.

—Dame un par de semanas, para esperar que en mi trabajo me paguen y también vender algunas de mis cosas, así aseguro mi estancia al menos un par de meses.

—Está bien, seguiré esperando.

—¿Aunque pasen los dos meses?

—Aunque pasen, esperé por años para estar contigo, un par de semanas más no será problema, te lo aseguro, juntos podemos buscar un lugar más cómodo para vivir y empezar una nueva vida juntos.

—Está bien, gracias.

—¿Por qué?

—Por seguirme amando, pese a todo.

—No podría ser de otra forma Zoe. Estaremos en contacto, ahora debo cortar, cualquier cosa me llamas.

—Está bien, pronto estaremos juntos. Te Amo.

—Yo también. Adiós.

Luego de la llamada, mi decisión era clara, debía sacar todas las fuerzas necesarias para poner en marcha mi plan de estar con el único hombre que me ha amado y al que yo también amo: Augusto

Arriésgate por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora