Joaquín es un chico que para su mala suerte se acaba de presentar cómo omega.
Su novia lo dejó al enterarse y se puso de novia con el alfa que le venía coqueteando desde hace tiempo, Emilio Osorio Marcos.
Pero ¿Qué pasará cuando el lobo de Emilio...
La tarde en la casa de Emilio había acabado con éxito, pues mientras veían la película aprovechaban para estar cerca del otro y sus lobos agradecían la cercanía.
Hubo un momento dónde Joaquín quiso repetir aquellos besos y sólo bastó con voltear su cabeza a un lado y besar la mandíbula del alfa para que chocaran sus labios.
Al final Joaquín le pidió poder llevarse el suéter del alfa, con la excusa de que en la escuela los aires enfriaban mucho y a pesar de tener sudaderas dijo que le gustaba más esa.
A Emilio le pareció tierno lo avergonzado que estaba Joaquín, pero estaba encantado con la idea de que el omega portara una prenda suya, pues olería a él y así todos en la escuela empezarían a saber que el castaño era su omega.
Joaquín por su parte se aseguró de abrazar tanto al alfa a tal punto de que su aroma fuera percibido en él, sí, estaba marcando territorio y esperaba que Emilio no se duchara para que siguiera ahí el olor.
Cuándo el reloj marcó las 7 de la tarde/noche, Emilio le pidió a su padre que llevaran a Joaquín a su casa, pues prometió al padre de éste que estaría en casa antes de las 8 de la noche.
En el auto iban platicando acerca de que se juntarían en el receso para poder platicar y planear bien esa cita en el restaurante que Emilip había dicho.
El señor Osorio los veía con una sonrisa desde el retrovisor, estaba contento de que su hijo y el destinado de éste ahora estuvieran más accesibles con el otro.
Al llegar, Joaquín se despidió amablemente del padre de Emilio, agradeciéndole por traerlo.
El alfa menor se bajó también para despedir al castaño.
— Adios, Emi. Nos vemos mañana. — Joaquín abrazó al rizado cómo despedida.
Emilio aceptó con gusto el abrazo, devolviéndoselo — Adiós, Joaquín. Te veo en la escuela, sabes que si quieres que te lleve sólo envíame un mensaje.
El castaño asintió y estuvo a punto de darle un rápido beso si no fuera por el carraspeo de su padre que se separaron.
— Puntual, así me gusta.
— ¡Papá! — regañó.
— Buenas noches, señor Bondoni.— Saludó el rizado.
— Buenas noches.
— Eh... ya me iba, hasta mañana, Joaquín.— Dijo avanzando de nuevo al auto.
— ¡Hasta mañana, Emi! — Gritó antes de que se metiera completamente.
Una vez Joaquín entró a su casa fué que vió a su mamá haciendo la cena, así que sólo la saludó.
— ¿Viene Emilio a cenar? — Preguntó ésta.
— No, él ya se fué.
— Oh, es que sentí su aroma. — Dijo, confundida.
Joaquín no pudo evitar sonrojarse, pues era obvio que su aroma se iba a sentir.
— Tu hijo trae una sudadera que apesta a ese chico, aunque estoy seguro que si se lo quita cómo quiera vá a oler a él. — Dijo el señor Bondoni, indiferente.
— ¿Ahora es sólo mi hijo? — Preguntó la señora, divertida.
Uberto rodó los ojos. — Nuestro.
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