Joaquín es un chico que para su mala suerte se acaba de presentar cómo omega.
Su novia lo dejó al enterarse y se puso de novia con el alfa que le venía coqueteando desde hace tiempo, Emilio Osorio Marcos.
Pero ¿Qué pasará cuando el lobo de Emilio...
Joaquín y Emilio habían apresurado su cena, terminando rápido sus alimentos para llevar a cabo su plan, el cuál consistía en ir a la casa del rizado y encerrarse en su cuarto.
— La bebida nos la acabamos en el camino. — Sugirió Joaquín.
El alfa se dirigió a pagar lo que habían consumido, para después subirse al auto con Joaquín en el asiento de copiloto.
— Se siente bien que ahora eres mi novio, eso hace aún más oficial que eres mi omega. — Le dijo mientras conducía.
— Me ha gustado que me lo pidas. — Admitió Joaquín. — De hecho pensé que no te gustaba eso de hacerlo oficial, así que por eso no dije nada.
— No pienso mucho en relaciones oficiales, pero eres tú, obviamente iba a querer hacerlo oficial.
El omega sonrió ante lo dicho, sintiendo calidez en su pecho.
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El camino hacía la casa del rizado fué corto y agradable, conversando de cualquier cosa que se les ocurriera. Amaban que nunca se aburrían estando juntos.
Fué alrededor de las 9 cuándo bajaron, y para su suerte el auto de su madre no estaba, tampoco el de su hermana. Eso significaba que tendrían la casa sola, lo cuál era perfecto para lo que ambos tenían en su cabeza, pero no se atrevían a decir.
Subieron hasta el cuarto de Emilio y ahí fué que se comenzaron a besar, Joaquín estaba tumbado en la cama con el alfa sobre él sin dejar caer su peso.
El omega fué el primero en querer colar su lengua en la boca de su novio, logrando que éste hiciera lo mismo y el beso se tornara más intenso.
— Jo-jiaquín. Deberías eh... quitarte los pantalones por si pasa lo de la otra vez, creo que será muy sospechoso si llegas a casa con otros pantalones. — Dijo separándose un poco.
Decir eso le causó vergüenza al omega, pues si bien no estaba seguro de que tendrían sexo, si estaba seguro que si se excitaba — cosa que ya estaba logrando — lubricaría, y no quería manchar de nuevo sus pantalones.
— Uhm... me dá pena. — Admitió, sentándose una vez el alfa también se sentó en la orilla de la cama.
— No es necesario, podemos hacer cualquier otra cosa. — Emilio no quiso presionarlo.
— ¡No! Quiero decir, sí quiero seguir besándote y... lo que sea que pase, sólo me dá pena quitarme los pantalones. — Aclaró.
— ¿Te sentirás más cómodo si yo también me los quito?
Definitivamente el castaño quería ver eso, así que asintió.
Emilio fué el primero que desabrochó sus pantalones y viendo eso el omega lo imitó.