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Emergiendo a la cima de la montaña con el viento en contra, Jason, perseguía la respuesta a la gran pregunta. La gran verdad. La vegetación de Genivia había desaparecido kilómetros abajo ya. Lo único que quedaba era el lecho rocoso del monte. La tormenta se había transformado en un apocalipsis, los vientos giraban en torno con la suficiente fuerza para arrasar ciudades enteras. Jason recordó un pasaje de la Biblia. La vez que Moisés subió a la montaña para hablar con Dios y regresó con los diez mandamientos. Era exactamente lo que le estaba sucediendo entonces. No era él Moisés, no llevaba una túnica ni un bastón, sino su liviano uniforme construido a la medida y el brazo cubriendo sus ojos delante de sí para que el polvo no nublara su visión, pero aquello a lo que se enfrentaba sí podía denominarse como un Dios. Una entidas desconocida capaz de extinguir una especie tan solo con el trazo de su dedo, y de poco o nada le servían sus poderes ahora, por mucho que pensara no había forma humanamente posible de igualarse a aquella entidad. Jason reconoció, con el dolor de la vergüenza, que en realidad no era un superhéroe ni nunca lo había sido. Sus jactancias, luego de golpear criminales, no significaban nada bajo la sombra de los verdaderos poderosos del universo. Para lo único que había servido era para estropear la tranquilidad que reinaba en su vida, pues desde que el sistema de Rottendam había ingresado a su cuerpo todo había ido de mal en peor. Lo que más le dolía era haber abandonado todo lo que tenía por perseguir una ilusión de ser alguien reconocido, de recibir el respeto de una especie, y luego regresar a la Tierra a revelarle al mundo que realmente él era alguien. Oh, qué absurdo, ni siquiera había podido proteger a Roberto de los humanos, ni a Sofía, quien había perecido a causa de los extraterrestres. ¿Qué le esperaba a él en esa lucha? Pero esta misma desesperación y desilusión lo habían motivado a escalar la montaña para enfrentarse al dios de todos los sistemas. No sabía a qué se enfrentaría, pero una tenue esperanza le decía que de vencer a aquel ente, podría recuperar todo lo que había perdido. Recordó también la noche en la que fue impactado por el rayo, escalaba una colina, nada comparable a esa montaña, pero igual se le hacía irónico el paralelismo.

Plantando bien el pie en el suelo, Jason dio por culminada la escalada. Cayó de rodillas y extendió los brazos al firmamento.

-Déjate ver! -gritó a voz de pulmón.

Su voz salió dirigida de su garganta como un cometa y giró y giró y giró con el viento... Jason repitió la oración varias veces, hasta que, poco a poco, la tormenta adquirió la forma de un remolino que daba entrada al mundo del más allá. Un túnel en cuyo final se podía ver una profunda oscuridad, era el ojo del creador que lo observaba.

Un estruendo hizo temblar el planeta entero. Jason recordó aquel tigre descomunal que siempre se imaginaba cuando llovía, corriendo por encima de las nubes y rugiendo con atronadora fuerza. Creyó que estaba a punto de recibir el rugido y ver al tigre por primera vez, pero no se escuchó ningún rugido, fueron palabras lo que emergieron del remolino.

-Jason... Me sorprende que lo hayas conseguido -bramó una voz que erizó todos los cabellos de Jason y penetró en su alma como una jeringuilla con la fuerza de una llamarada solar.

La voz profunda del creador, la entidad, el dios del que le habían hablado los drunins, ahora se dirigía a él por su nombre.

-Ciertamente, todo estaba pactado para que así sucediera -continuó la voz-, pero no me deja de sorprender. Es maravilloso, el viaje de una criatura tan pequeña, es emocionante.

Jason cayó sobre su espalda, agotado y con los labios temblorosos. Acostado sobre la roca, señaló con su dedo el ojo de aquel remolino.

-Tú eres Dios? -preguntó, la voz titilante y débil.

-No me considero eso -contestó la voz-, hay miles como yo, aunque no los puedes ver. Realmente, existe una total similitud entre ustedes y nosotros. Ambos vivimos la vida con preguntas sin respuesta, y nos empeñamos tanto en encontrar la respuesta, que somos capaces de grandes cosas bajo esa búsqueda. Tú eres el mejor ejemplo de ello. Haz llegado tan lejos, no por querer ser mejor, sino por el afán de encontrar un propósito, aunque te hayas dado cuenta muy tarde.

SYSTEM [EL ÚLTIMO MENSAJE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora