4. La secta

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La policía de Massachusetts estaba empezando el turno de mañana. Recibe una llamada de un número muy extraño. Con voz muy baja dijo -Springfield-. El agente insistió en quien era, pero colgó. El FBI requisó el teléfono para localizar desde donde hizo la llamada. Los ingenieros informáticos le comunicaron que era desde la School ST. Un joven policía afirmó que era una calle de Springfield. Designaron a varias patrullas para encontrar el autor de la llamada.

El padre empezó a preocuparse por el por qué del robo. Pensó que era por su trabajo en el New York Times como informador de sectas. Empezó a atar cabos. Él estaba cogiendo información sobre las sectas más peligrosas. En especial, Ku Klux Klan. El padre pensó que por los ideales supremacistas tuvo algo que ver. Se lo confesó a la madre, a lo que ella respondió - no digas tonterías. Serán jóvenes bandoleros -. Tranquilizando al padre.

La investigación seguía en su curso, hasta que al mes siguiente se encuentran la primera posible pista. Sangre en los laterales de un coche. Era un Ford 1972. Los agentes preguntaron de quién era el coche. Pero nadie sabía nada. Entonces, los agentes avisaron a los forenses. Los forenses volaban con el coche. Su preocupación es que se dañara la prueba. Los forenses cogieron una muestra. Tras días analizando, la prueba siempre daba error. La sangre está ya corrompida. No pudieron saber de quién era la sangre. El departamento de Massachusetts se llevó una gran decepción.

En cuanto se supo la noticia, la secta Ku Klux Klan envió un comunicado al periódico Washington Post. Explicaba en el comunicado que la organización no tiene nada que ver con los asesinatos. Esas declaraciones dejaron al FBI en jaque. Pero, un veterano oficial expuso que podían estar ante una lavada de imagen. El oficial empezó a sospechar. El objetivo era no incriminar a la secta según el oficial. A partir de ese momento, el primer sospechoso fue la herejía. 


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