DÍA 4: HERIDA/CONFORT ✔️

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La vida de un hechicero era arriesgada, peligrosa, tan incierta que muchos de aquellos que eran entrenados para combatir a las despiadadas maldiciones desertaban en cuanto acababan la escuela ya teniendo experiencia en el campo de batalla o bien hasta que alguna batalla les hacía replantearse la vida que llevaron hasta ese momento. Era agotador ser hechicero...

Ese maldito día había tenido un enfrentamiento con una maldición de grado especial, enfrentamiento que duro horas de pelea constante y que acabo venciendo el por qué el muy hijo de... Monstruo había logrado hacer que su hermano y Nobara quedarán fuera de combate en menos de media hora, así que ahora estaba ahí, en la enfermería con iracunda expresión mientras la "Señorita Shoko" trataba los escandalosos raspones que tenía en la cara.

--¿Otra vez te lo dejaron todo a ti?-- Su tono, como siempre, era monótono, pero se veía cierta diversión en sus ojos, lo que Ryomen percibió en cuanto terminó la frase, lo que le hizo enojar aún más.

--¡¿Sabe cuánto me esforcé hoy?! Esa bruja y el mocoso son inútiles en el campo de batalla.-- Soltó por fin el pelirosa dejando que toda su molestia quedará a la luz con la doctora que solo seguía en lo suyo, realmente no le importaba mucho.

--Hicieron su esfuerzo...-- Contesto Shoko pasando el algodón empapado de alcohol sobre un rasguño en la ceja derecha del chico.

--¡Dejado toda la jodida misión a mi responsabilidad!-- Volvió a gruñir el pelirosa para luego quejarse por el ardor de su herida en contacto con el algodón húmedo.

--Ya no te quejes, tendrás puntos extra por qué lo exorsisaste tu solo.-- Trato una vez más la castaña, de entre los estudiantes Sukuna le caía un poco mejor que los demás.

--¡A la mierda los puntos extra!¡No me repararan los huesos rotos!-- Shoko sonrió muy imperceptiblemente y termino de desinfectar los rasguños en su rostro.

El silencio volvió a reinar en la enfermería unos minutos más, en los que Shoko uso su técnica maldita inversa para sanar los huesos rotos en el cuerpo de Sukuna. Y de repente, la puerta se abrió estruendosamente dejando ver al profesor Gojo entrando animadamente a la enfermería.

--¡Shoko~!¿Cómo está la hechicera más sombría y aterradora del mundo el día de hoy?-- La presencia del albino ponía de malas a Sukuna que ya de por sí estaba de un humor de demonios. Mientras que la castaña volteaba a mirarle con su típica expresión desinteresada.

--Igual que siempre.-- Fue la corta respuesta de Shoko. Y con ello se aparto de la camilla donde estaba recostado Ryomen y fue a su silla.

--Itadori ya despertó, ve a ver cómo está.-- Dijo el albino regalando le una de sus sonrisas forzadas. El chico se levantó con dificultades y le regreso una mirada molesta.

--Solo dime qué me largue y ya.-- Y se levantó para caminar despacio hasta salir de la enfermería.

--La juventud de hoy ya no es como antes.-- Fue lo último que escucho de su "profesor" a medida que se fue alejando de la enfermería.

Solo quería llegar a su habitación y dormirse por una semana seguida, estaba tan cansado. Caminando por los pasillos desolados de los dormitorios, llegó a su mente el rostro de su mayor adoración en este mundo, un poco por encima de Yuuji. El rostro de su Megumi. Sus pasos desviaron el camino hacia su habitación y se encontraron yendo directamente a la puerta al final del pasillo. Golpeteo dos veces la madera y a pesar de sus adoloridos músculos, puso una pequeña sonrisa cuando escucho los perezosos pasos dentro de la habitación.

La puerta deslizable se abrió despacio dejando ver a un azabache adormilado y con una cobija envuelta en el cuerpo. Sus ojos se abrieron más al ver el cabello rosa pálido peinado hacía arriba.

--Hola, Gumi.-- Dijo el pelirosa en tono bajo sabiendo la vergüenza que le provocaba al azabache que le dijera así. Y como predijo, el azabache, con rostro serio, comenzó a sonrojarse sin quitar la vista de sus ojos.

--Hola... Y ya te he dicho que no me llames así, es tonto.-- Dijo el chico y se adentro de nuevo en su habitación dándole la espalda a Sukuna y permitiéndole el paso sin decir nada.

Y como era natural, el pelirosa entro de lleno en la habitación, sería idiota si se quedaba afuera. Y ni bien había llegado Megumi a su cama, Sukuna ya estaba abrazándolo por la espalda sujetando bien su cintura y repasando su nariz por el cabello del muchacho. Sintiendo la agradable y cálida sensación de tener en brazos a Megumi, cerró los ojos y dejo que su mente quedará en blanco, o más bien, solo se dejó llevar por la calidez de Megumi que lo aceptaba gustoso, haciendo su cabeza para atrás apoyándola en su hombro y sujetar con su mano derecha uno de sus brazos dando leves caricias en este, también disfrutando del abrazo.

La habitación quedó en completo silencio, sus respiraciones se sincronizaron y sus corazones sintieron la tranquilidad de estar nuevamente juntos. Ese solo sentimiento hizo que Sukuna dejara de lado la molestia y el cansancio que dejó la maldición de ese mismo día, para dar paso a la tranquilidad y comodidad de su alma. El olor del shampoo que desprendía el azabache lo hacía sentir en casa, de nuevo en el lugar donde pertenecía y al cual quería volver después de un largo y ajetreado día.

--Escuche que Yuuji y Nobara salieron heridos de la misión de hoy...-- Susurro el azabache rompiendo el silencio y por ende el momento de disfrute de Sukuna.

--Si... Esos dos no me ayudaron en nada.-- Sukuna se separó lentamente de Megumi sintiendo de nuevo el frío sin el cuerpo del azabache y procedió a sentarse en la cama. --Pudieron solo mandarme al matadero a mi y evitarme molestias y...-- Sus palabras pararon cuando sintió el delicado toque sobre sus mejillas, las suaves manos del azabache se paseaban libres por su rostro y lo dejaban sin posibilidad de quejarse.

--Ellos no tienen la culpa de que seas el idiota más fuerte después de Gojo-sensei, así que no te quejes más.-- Dijo el azabache para mirarlo directamente a los ojos, el frío y profundo azul se cruzó con el cálido y sanguinario carmesí. --Lo que importa es que volviste ¿No?

El pelirosa medito sus palabras, y concluyó que su Megumi tenía razón, no debía quejarse por tener mucha más fuerza y resistencia que sus compañeros, tal vez podría alardear un poco. Pensó en ese momento que si moría, debía ver a Megumi Fushiguro una última vez antes de exaltar el último aliento. Y entonces solo asintió sintiendo las dulces caricias en sus mejillas.

--Si... No quiero morir sin haberte besado una última vez.-- Abrazo de nuevo su cintura y acomodo su rostro en el vientre de Megumi, sintiendo la calidez de nuevo y percibiendo que ahora los delicados toques se concentraban en su cabello.

Al cerrar los ojos relajando su ser pudo escuchar claramente el grácil sonido de una risa de Megumi. Realmente no había cosa que disfrutará más que estar abrazado al cuerpo de Megumi Fushiguro. Él era su hogar, dónde podía regresar después de haber enfrentado a la muerte, era su respiro de una realidad cruel, era su soporte y era su hogar. Era simplemente su Megumi.

La vida de un hechicero era arriesgada, peligrosa, tan incierta que muchos de aquellos que eran entrenados para combatir a las despiadadas maldiciones desertaban en cuanto acababan la escuela ya teniendo experiencia en el campo de batalla o bien hasta que alguna batalla les hacía replantearse la vida que llevaron hasta ese momento. Era agotador ser hechicero... Pero para Sukuna, si ser hechicero significaba regresar a los brazos de aquel chico que amaba tanto, estaba dispuesto a hacerlo una y mil veces, combatiendo a su lado o para protegerlo de cualquier amenaza. Teniendo a Megumi a su lado, su espíritu estaba dispuesto para la batalla.

KAGE NO SEIIKI - Sukufushi Week 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora