Capítulo 2 - A la caza y captura

4 0 0
                                    


Técnicamente, el local todavía no estaba abierto. Apenas era media tarde y el Elysio no abría hasta pasadas las ocho y media. Incluso entonces todavía pasaban sus buenas tres o cuatro horas hasta que empezaba a llegar gente de verdad. Pero tanto Adela como Ainhoa llevaban yendo suficiente tiempo como para saber que Raúl estaría allí. Solía aprovechar los ratos antes de abrir para limpiar, hacer inventario y poner a punto la lista de música para la noche. A veces practicaba nuevos cócteles y si se pasaban por allí, se los daba a probar para que hicieran control de calidad.

De día, el Elysio no parecía gran cosa. Era esencialmente un edificio de piedra de tres pisos encajonado en la zona vieja de Santiago, como tantos otros. Las ventanas abiertas de los pisos superiores ocultaban su interior con cortinas blancas y en el piso de abajo el Elysio anunciaba su nombre en una gran ventana opaca casi a ras de suelo. Sin embargo, el observador atento podía ver que era un edificio muy querido. Las ventanas estaban siempre abiertas por el día para que pudiera ventilarse adecuadamente. Las piedras de las paredes se limpiaban al menos una vez al año y al contrario que sus vecinas, no estaban colonizadas por el musgo. Había plantas verdes y flores bien cuidadas en el balcón del último piso. En la entrada, la puerta parecía recién pintada de morado y aunque ya llevaba años abierto, no tenía ni una sola pintada o rallada. No estaban seguras de si el Elysio tenía buena suerte o la gente lo respetaba, pero fuera como fuera siempre daba gusto verlo.

Llamaron a la puerta, que de momento estaba cerrada con llave, y tras unos pocos segundos Raúl apareció tras ella, abriéndola solo un poco al principio y de par en par al verlas.

-¡Hombre chicas! Pasad, pasad, me alegro de veros. ¿Llegasteis bien anoche al final?

-Sí, descuida.- Dijo Adela, agachándose para quitarle la correa a Fusco. No era la primera vez que el perro estaba en el local y ya sabía cómo comportarse. Moviendo la cola, avanzó hasta la barra y se tiró entre dos banquetas. Raúl soltó una carcajada al verlo y fue a darle mimos. Después de rascarle bien tras las orejas y dejar que le diera un par de lametones, se puso detrás de la barra y las invitó a sentarse.

-Me alegro, me alegro. Entonces ¿estás bien, Noa? No voy a mentiros, me quedé un poco preocupado al verte tirada anoche. - Frunció el ceño.- Juraría que no te di más copas que de costumbre, ¿habíais cenado?

-Ah, tranquilo... ya ni siquiera tengo resaca. Habíamos cenado, la verdad es que ni yo lo entiendo. Me sentaría mal o algo, seguramente.

-Bueno, mientras tú estés bien. Os ofrecería un chupito para quitar el mal de cuerpo pero supongo que no es lo ideal.

Adela se rió y dijo que tomaría dos, en solidaridad con su amiga. Pero que se los guardara para la próxima noche que fueran, porque ahora estaban en misión especial.

-Vaya hombre. ¿Entonces no venís a verme por mi cara bonita? ¿Me estás diciendo que ni siquiera por mi alcohol?

Noa sonrió y le pidió un agua. Raúl sonrió mientras les servía un vaso de agua fría a ambas. Lo cierto era que objetivamente era un hombre muy guapo. O quizá solo fuera su cara, terriblemente expresiva. Tenía la mala manía de clavarte la mirada, dos ojos marrones tan oscuros que parecían negros, con tanta intensidad que si no le conociera, le costaría discernir cuándo hablaba en serio. Pero eran varios años ya y podía ver la risa asomarle a la comisura de la boca.

-Casi casi.- Dijo Noa con sorna.- Venimos a por tu preciosa memoria.

-Justamente.- Confirmó Adela.- Estamos buscando a la mujer misteriosa con la que bailó Noa anoche. ¿Por casualidad la recuerdas?

Raúl se quedó pensativo unos segundos, antes de abrir mucho los ojos y dar una palmada en la mesa. Fusco se irguió y dio un solo ladrido, indignado por el ruido, antes de volver a acurrucarse entre los pies de las dos chicas.

Bajo tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora