Capítulo 3

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Después de algunas paradas "para estirar las piernas" decía el abuelo, llegaron a su destino entradas las seis de la tarde del día siguiente al que partieron desde la casa de los Son. El viaje fue largo y estaban cansados.

Los abuelos vivían a las afueras de una pequeña y pintoresca ciudad estilo europeo. Era una ciudad de construcciones antiguas con casas de techo a dos aguas y calles empedradas que lucían elegantes y hacían que el paisaje pareciera sacado de una postal.

Desde que Goten observo la ciudad por la ventanilla del auto quedó maravillado, no se habían detenido, pues ya era tarde y lo que deseaban los tres en ese momento era llegar cuanto antes a casa. Ya habría tiempo de mostrar al chico el lugar, a fin de cuentas cuando las clases iniciaran estaría allí todos los días.

Pero la impresión que le había dejado a simple vista fue que era maravillosa, en casa estaba acostumbrado a frecuentar una ciudad moderna donde la tecnología se hacía visible en cada rincón, era la capital, lugar de las oficinas principales de Capsule Corp y de varias empresas de tecnología de punta. Ahora viviría cerca de una ciudad pintoresca y tradicional, que no estaba bombardeada de tecnología pero era tranquila y hermosa.

Pasaron de largo aquella ciudad, tomaron nuevamente un tramo de carretera que se abría entre un paisaje boscoso y a no más de 20 minutos habían girado por un camino hacia la izquierda para adentrarse en los que ya eran terrenos de los abuelos. Varias hectáreas más al fondo se podía observar la casa, que por su tamaño ya podría considerarse mansión.

Y sí, los abuelos tenían dinero, no eran multimillonarios como los Brief pero tenían una muy buena posición económica que les permitía vivir cómodamente y permitirse varios lujos. Eran dueños y directores de Tea Leaf Corp, una compañía mediana dedicada a la producción de numerosos tipos de tés que ellos mismos cultivaban en varios estados del país, que por su calidad, variación, sabor y precio ocupaban uno de los primeros lugares en el mercado. Además contaban con algunas cafeterías, Milk emprendió ese proyecto y hasta el momento había resultado fructífero.

Cuando Goten vio de lejos la casa comprendió por qué su padre solía decir que mamá era la princesa de un castillo de fuego; no se trataba de un castillo, pero sí de una enorme construcción del siglo XIV de cuatro plantas, con grandes ventanales y varias techumbres a dos aguas, que se imponía entre aquellas colinas y que al observarse bajo la luz rojiza del atardecer se presumía doblemente majestuosa.

La casa en cuestión había sido heredada a abuela Gine por parte de sus padres, estos a su vez la heredaron de sus abuelos y así se podía tejer una cadena consecutiva de herederos a los que había pertenecido aquella propiedad que aunque edificada hace siglos se mantenía de pie.

– Bienvenido a casa mi cielo –dijo Gine cuando estacionaron el vehículo frente a la entrada, donde un par de mujeres los recibía en la puerta.

– ¿Cómo estuvo el viaje señora? –preguntó la más joven, quien le hablaba a la abuela con calidez.

–Estuvo de maravilla –contestó- Mira el tesoro que trajimos con nosotros. La joven observo a Goten y con una sonrisa saludó.

–Bienvenido a casa joven Goten, no sabe lo mucho que su abuela nos ha hablado de usted.

–Por favor Mary, deja las formalidades, mi nieto tiene casi tu edad, háblale de tú –insistió Gine –Goten ella es Mary, nuestra asistente, Mary él es mi nieto menor Goten. Como saben logré mi cometido y desde ahora en adelante vivirá con nosotros.

–Un placer conocerte Goten –dijo nuevamente la muchacha.

–El gusto es mío Mary –saludó Goten estrechando su mano.

–Los estábamos esperando –habló la mujer mayor –preparé crema de zanahoria y pastel de carne– Me da gusto conocerte Goten, pasen por favor, deben estar cansados.

–Goten ella es Ana, nuestra cocinera y ama de llaves –presentó Gine –Ana, Mary y Edward son de nuestra entera confianza, son prácticamente de la familia, los verás casi todos los días aquí.

–Es un placer conocerlos –saludó Goten a Ana y a Edward, un hombre adulto que en ese momento ayudaba al abuelo a descargar las maletas, quien también los recibió gustoso.

Pasaron a la estancia principal de la casa, era un salón de techo alto con paredes de madera elegantemente ornamentadas, iluminado por un antiguo candelabro muy bien conservado, en una de las paredes laterales se encontraba encendida una chimenea cuyo calor calentaba el lugar.

LA VÍCTIMA NÚMERO OCHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora