Capítulo 16

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Pocos días antes de la mudanza

A pesar de todo lo que había ocurrido desde que se marchó un par de días atrás, no podía negar que se sentía bien estar en casa, su cuerpo había dejado de estar inconscientemente alerta y lo invadía un sentimiento de seguridad.

Sus padres no estaban del mejor humor, pero estaba a salvo, ya no dormiría solo en la calle ni en lugares tan peligrosos como aquel motel rodeado de personas desconocidas.

Sentía un alivio indescriptible, la pesadilla había terminado, sabía que pasaría años castigado, pero estaba en casa.

Curiosamente no lloró, ya había pasado por tanto que sus lágrimas se habían agotado y solo le quedaba esperar lo que fuera que el destino quisiera hacer con él.

Cerró la puerta sin poner el seguro pues sabía que en algún momento sus padres irían a buscarlo, para abrazarlo o atormentarlo, a esas alturas ya le daba igual.

Tomó un pañuelo de su mesita de noche y se limpió la nariz, sangraba, su padre no había medido su fuerza, ¿tan enojado estaba?

Mientras intentaba parar la hemorragia escuchaba en el exterior los autos de sus tíos que se marchaban entre los miles de agradecimientos que les daban sus padres.

Gracias a los dioses ni Marron ni Trunks habían subido a buscarlo, Goten estaba harto de todo y no quería ver a nadie.

A los pocos minutos su nariz había dejado de sangrar, tiró el último pañuelo manchado en el bote que estaba en una esquina de su habitación y prosiguió a acostarse.

Había extrañado tanto su cama, le dolía el cuello, se había torcido la espalda cuando durmió a la intemperie en aquella banca y en ese momento usar su almohada le resultaba reconfortante.

Así fue como sin darse cuenta se quedó dormido, su cuerpo prácticamente se había desplomado sobre el colchón, inducido por un sueño tan intenso que en pocos minutos perdió la noción del tiempo.

No dejó que las preocupaciones lo perturbaran, sus problemas iban en aumento pero se bloqueó ante ellos.

Se había rendido, dispuesto a aceptar lo que la vida quisiera hacer con su deprimente ser, aceptaba si querían acabar de una vez con él.

Ya nada tenía sentido... o ya no le importaba, a fin de cuentas ¿qué más podría pasarle?

Papá ya tampoco lo amaba.

Solo quería dormir, era lo único que le importaba en ese momento.

Y durmió tan profundamente que no sintió cuando entraron sus padres a la habitación.

Toda la familia y amigos se habían marchado, en otras circunstancias se habrían quedado en casa de los Son, pero esta vez decidieron darles privacidad, a esas alturas no era un secreto para nadie que las cosas con el pequeño Goten estaban siendo complicadas, y aunque aseguraban que se debía a que estaba creciendo, sabían que debían darle su debida importancia, era joven y no sabía medir sus actos.

Despertó ya entrada la madrugada para percibir la presencia de su padre acurrucado junto a él, mamá también se encontraba allí, con su cabeza recostada en el escritorio, ambos perdidamente dormidos, se notaban en extremo agotados, era evidente que no habían cerrado los ojos ese par de días por buscarlo.

Tenía sed, no había bebido nada en horas y por más que espero fingiendo estar dormido a que sus padres despertaran y se marcharan, no sucedió, asi es que optó por zafarse despacio del brazo de su padre que lo tenía abrazado y bajó silenciosamente a la cocina.

Bebió un vaso de agua en la oscuridad, iluminado por la luz de la luna que se colaba por la ventana de la cocina, en la tranquilidad que emanaba a esas horas su hogar, entre una paz tan extrema que el sonido de las manecillas del reloj de la sala se había vuelto audible.

LA VÍCTIMA NÚMERO OCHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora