El tiempo parecía deslizarse entre los dedos de la kunoichi. Los días y semanas pasaban en un parpadeo mientras se dividía entre entrenamientos, las clases con Hana y la organización de los exámenes chunin. Apenas había tenido un momento para detenerse y disfrutar de algo tan simple como ser una chica de su edad.
En esos casi dos meses, Kaori había progresado más de lo que jamás habría imaginado.
Hana, que inicialmente había aceptado tomarla como alumna con ciertas reservas, estaba ahora absolutamente orgullosa.
Y cómo no estarlo, si Kaori era no solo su primera alumna, sino también su única.
"Un prodigio," pensaba Hana cada vez que veía a Kaori trabajar.
No era una exageración: la joven ya atendía a algunos animales sin necesitar supervisión, algo que Hana no había visto ni siquiera en adultos con años de experiencia.
Por otro lado, Kaori también estaba orgullosa de sí misma. Por primera vez, sentía que estaba cumpliendo con los sueños de su niña interior. Los días de entrenamientos brutales bajo las órdenes de su madre ahora parecían un poco menos amargos. Tal vez, solo tal vez, todo aquello había valido la pena o no, aún no estaba segura.
Con solo cinco días para los exámenes chunin, Kaori no podía contener la emoción, aunque no lo demostrara, especialmente a Anko. Sería su primera vez como censor, y encima, lo haría junto a su madre.
Aunque lo ocultara bajo su fachada de sarcasmo habitual, sabía que ese momento sería especial.
Esa tarde, caminaba a paso lento por Konoha, con los ojos paseándose por cada rincón de la aldea. Había algo diferente en su andar, como si estuviera tratando de grabar cada detalle en su memoria.
"¿Y si las cosas cambian después?" pensó, aunque no estaba segura de qué significaba exactamente ese pensamiento.
Perdida en sus reflexiones, sus pies la llevaron hasta un pequeño lago rodeado de vegetación.
Había una banca blanca junto a la orilla, y con un suspiro pesado, se dejó caer en ella, permitiendo que el cansancio y el estrés se apoderaran de su cuerpo.
El cielo se extendía sobre ella en tonos suaves, y las nubes se movían lentamente, ofreciéndole un espectáculo que rara vez tenía tiempo de apreciar.
—¿Es normal que las nubes sean tan tranquilas cuando todo lo demás parece tan caótico? —murmuró para sí misma, recostándose contra el banco y cerrando los ojos por un momento.
Un ladrido repentino la devolvió al presente.
Abrió los ojos justo a tiempo para ver a un pequeño animal corriendo alegremente del otro lado del lago, con un chico castaño tras él, riendo mientras intentaba atraparlo.
Era imposible no sonreír ante la escena. Kaori no pudo evitarlo; se permitió un momento de simple disfrute, observando la energía desbordante del pequeño perro y la expresión despreocupada del chico.
Sin embargo, lo que no notó fue cómo el joven se detuvo de golpe al verla.
Desde el otro lado del lago, Kiba la miraba fijamente, con una mezcla de sorpresa y curiosidad en el rostro, como si la escena que acababa de presenciar tuviera algo más especial de lo que esperaba.
El chico no podía quitarse de la cabeza ese aroma. Desde hacía semanas, lo había estado percibiendo por toda la aldea, un aroma dulce y extraño que no encajaba con nada conocido.
Lo seguía como un rastro invisible, cada vez más intrigado y, si era honesto consigo mismo, ligeramente obsesionado. Ahora, parado junto al lago, volvió a olerlo. Sus ojos se posaron en la chica sentada en la banca blanca.
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Ninken [Kiba Inuzuka]
RomanceEn un mundo de shinobis, donde el acero y el chakra son el lenguaje de la vida, Kaori nunca imaginó que el aroma a vainilla sería su carta de presentación. Recién llegada a Konoha, su presencia despertó curiosidad, rivalidades y algo más profundo e...