3. Papá Noel

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Abro los ojos con pesar intentando localizar mi teléfono y apagar la molesta alarma que acaba de despertarme

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Abro los ojos con pesar intentando localizar mi teléfono y apagar la molesta alarma que acaba de despertarme. Me levanto de la cama tropezando con todo lo que está frente a mí, me tomará varios minutos querer iniciar el día. Usualmente me despierto odiando al mundo entero.

Bajo a la cocina a prepararme un desayuno rápido, el cual me devoro en segundos, me demoré más en prepararlo que en comérmelo. Antes de salir, me abrigo por completo y al abrir la puerta, Alec ya está ahí sacando la nieve. Está de espaldas así que me acerco en silencio y salto sobre él haciendo que casi caigamos al suelo.

—¿Por qué siempre soy víctima de tu mal humor en las mañanas? —Se queja estabilizándose y sosteniendo mis piernas para que no caiga.

—Pero si esta es mi forma de mostrarte cariño —aclaro, acercando mi rostro al suyo para que pueda ver que estoy haciendo un puchero.

Él se acerca formando un beso con sus labios y yo me alejo bajándome con rapidez de su espalda.

—¡Alec Jennings! —protesto, y solo consigo una carcajada de su parte.

—¿Acaso no te mueres por un beso mío? —pregunta fingiendo inocencia.

—Eso quisieras.

Él me lanza un puñado de nieve ante mi respuesta, lo cual es un terrible error que amenaza su existencia, porque soy vengativa y muy tosca, creo que eso ha quedado claro, ser delicada no es lo mío; mamá solía decirme que así no conquistaría a ningún chico, y yo me enojaba mucho, pero ahora no me importaría volver a escuchar esos comentarios una vez más.

Regresando mis pensamientos al objetivo de mi ataque, corro hacia a Alec, como si fuera un luchador de zumo y lo estampo contra la nieve que aún le falta por sacar de la entrada y empiezo a llenarlo de nieve con la intención de cubrir todo su rostro, pero se defiende exitosamente invirtiendo los papeles, ahora yo estoy debajo de él mientras me sujeta las manos a los lados de mi cabeza y me mira con ápices de victoria y superioridad.

¡Aish!

—Te tengo.

—Ok, ok, me rindo —expreso con amargura, mirándolo a los ojos. Me retiene por varios segundos más en los que no dejamos de mirarnos y por alguna razón su mirada se siente intensa. Hasta que se aclara la garganta y vuelve a hablar.

—Esas palabras me saben a gloria. —Se regocija y yo río levantándome de la nieve con su ayuda.

Alec sacude toda la nieve de mi abrigo y de mi cabello, acomodándome el gorro de lana marrón que llevo puesto.

—Hoy no puedo acompañarte, Shelly. Mamá quiere que la acompañe a realizar las compras —Reposa sus manos en mis hombros y se agacha hasta llegar a mi altura haciendo un puchero, yo imito su expresión

—¡No! ¿Quién me detendrá cuando quiera lanzarles los caramelos en la cara a los niños por berrinchudos? ¡Alec!

—Imagina que estoy a tu lado diciéndote: "Respira" "respira"

—Eso no servirá.

—Si lo hará, y ya vete que llegarás tarde.

Me empiezo a alejar no sin antes ser un poco dramática al respecto.

—Me van a despedir, y no tendré dinero para comprar regalos de Navidad —suspiro—No podré comprarle nada a Alec —suspiro, me alejo a paso lento como si me pesaran los pies—Esos es muy triste —suspiro —, ¿qué voy a hacer? —suspiro—, si tan solo alguien me acompañara para evitar esta tragedia.

Alec intenta no reír mientras lo miro desde la calle intentando parecer el gato con botas.

—No caeré en tu evidente manipulación, Shelly. ¡Que te vaya muy bien hoy!

—Bobo —ruedo mis ojos, y sonrío—Te veo luego.

Camino sin prisa hasta el centro comercial, me tomo el tiempo de apreciar lo lindo que se ve Renzel, nuestra ciudad, en estas fechas, los adornos en las casas, en los poster de luz, en las plazas y tiendas de los alrededores, me hacen sentir como en una película, todo es blanco, rojo y verde, que no haya tantos edificios y que Renzel sea más como un pueblo hogareño le da un toque un poco más navideño y mágico.

A pesar de que no me guste la nieve, la Navidad sí me gusta, y aunque ya no sea como antes quiero conservar esa ilusión que se siente en este mes, por lo menos, no quiero perder eso.

***

Estoy casi lista, casi convertida en elfo, casi a punto de salir a dar el show y lo único que me falta es el gorro, el bendito que gorro que perdí ayer por culpa de Alec. Y para mi estupenda suerte no hay ni uno disponible.

—¡Alec, pagarás por esto!

—Disculpe, señorita. —Alguien a mis espaldas me llama y pienso que será mi fin.

Me van a despedir por perder el estúpido gorro. Me giro con lentitud, pero para mi sorpresa me encuentro a Papá Noel sonriendo con gentileza, pero no es el mismo de ayer, hay algo diferente, muy diferente, es joven y está en forma. ¿Acaso este Papá Noel es para las adolescentes? Además, me resulta conocido. Sin embargo, lo que más llama mi atención es que tiene un gorro de elfo en las manos, justo lo que necesito.

—Eres mi salvación, ¿podrías prestarme ese gorro?

—De hecho, es suyo —indica y se acerca a mí haciendo que tenga que alzar mi vista para conectar con sus ojos.

¡Wou! ¡Qué ojos! Jamás había conocido a una persona con el color gris en su iris.

—Permítame —dice antes de colocarme el gorro y acomodarlo en mi cabello.

Me quedo inmóvil sin poder quitar mi mirada de su rostro. Su cabello ondulado de un castaño que parece rozar el dorado, su nariz respingada, otro afortunado que no necesita rinoplastia y sus labios con una provocadora forma de corazón. ¿Por qué me resulta conocido?

¡Ay, no! ¡No. Puede. Ser! Ya sé por qué me resulta conocido.

Si mi memoria no me falla, este espectacular chico frente a mí, es el príncipe.

¡El Prín-ci-pe!

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15 días y un deseo de Navidad - Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora