4. Príncipe de Cocobum

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Me alejo de su tacto con rapidez, aclarando mi garganta.

—¿Fui muy invasivo? Me disculpo.

—No, no, está bien. No te dis...quiero decir, no se disculpe conmigo...Su Alteza —respondo torpemente.

—Tráteme con normalidad, por favor.

—Sí, sí, claro, como ordene.

¿Cómo ordene? ¿En serio, Shelly? ¿Se supone que tengo que seguir sus órdenes? ¿A qué clase de normalidad se referirá? Yo no soy muy normal que digamos, ¿y si hago algo que lo molesta? ¿Me decapitará? ¡Ash! Ya se me pegó la ridícula idea de Alec.

—No es una orden. —Él sonríe con amabilidad.

—Ah, bueno...

—¿Me ayuda a llenar mi traje, por favor? —cuestiona, agarrando algo que parece algodón pero en tamaño gigante y lo coloca en el interior de su traje.

Realmente me da pereza ayudarlo, pero no sé si deba decirle que no a un príncipe, ¿y si se enoja y nunca más quiere volver aquí? El Alcalde de Renzel siempre se esmera en decir que los ciudadanos de este lugar son amables y serviciales, ¿me acusarán de mala ciudadana y me expulsarán?

Suspiro con pesadez por las estúpidas preocupaciones que estoy generando, y regreso la mirada al príncipe quien me mira con lo que puedo distinguir como diversión. ¡Carajo! Le debo parecer una loca, siempre que me pierdo en pensamientos ridículos fijo mi vista en cualquier objeto cercano y frunzo el ceño, bueno es lo que me ha dicho Alec.

—Sí, sí, claro —respondo al fin, tratando de no cohibirme por su mirada que me resulta un poco intensa.

Agarro una gran cantidad de algodón gigante y la introduzco en su traje por la abertura de la chaqueta, él lo acomoda para que luzca como un gran estómago. Estando así de cerca, me doy cuenta que me lleva una cabeza de altura, casi por inercia alzo mi vista y doy un pequeño respingo cuando su mirada conecta con la mía, sus ojos se achinan un poco cuando sonríe a medias y lucho por no llevar mi mirada a sus labios. Estamos demasiado cerca.

—Le hace falta la barba y el gorro —Me alejo con torpeza.

Tomo los accesorios mencionados y se los entrego. Evito ayudarlo a acomodarse el gorro navideño y retrocedo un par de pasos, casi río cuando lo veo completo, no hay mucha simetría en su cuerpo en estos momentos, sus piernas se ven muy delgadas para lo ancho que luce su torso.

Él da una vuelta en su puesto y posa frente a mí haciendo que resistir la risa sea imposible, así que estallo en carcajadas frente a él. Me encantaría decir que mi risa en delicada y para nada ruidosa, pero la realidad es otra, así que hago lo posible por cubrir mi boca con rapidez y callarme.

15 días y un deseo de Navidad - Completa ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora