17. Sucesos

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Después del patio me reencontré con Espe, habían quedado esa misma tarde para continuar con su trabajo de biología. La vida los había juntado a la fuerza y se les veía tan felices que no iba a interrumpir esa felicidad.

Nada más escuchar ''trabajo de biología'' giré mi cuerpo para mirar unos pupitres al fondo, César tenía la cabeza apoyada en la mesa, echando su respectiva cabezadita después del patio. Debíamos seguir con el dichoso trabajo, al menos recoger las muestras juntos y describirlas, de ordenarlo y añadir alguna que otra cosa podía ocuparme yo.

—No sé como tengo paciencia para hacer el trabajo con ese engendro... —balbuceé más para mí que para ella.

—Al menos os conocéis, imagínate que te toca con alguien que nunca has hablado, o peor aún —miró a los lados corroborando que nadie nos escuchaba—, con Gisella —susurró.

Escuchar ese nombre tan repugnante me erizaba la piel.

—César es terrible, pero Gisella es el demonio encarnado.

—Eso mismo digo —rio.

Apareció Pablo sonriente.

—Buenos días chicos, ¿Cómo ha ido el finde?

Si yo te contara Pablo...

Comenzó la clase de física, Pablo como siempre la hacía más amena e interactiva, algo que hacía que amara mucho más la asignatura. Cuando terminó y sonó el timbre, me quedé para hacerle saber que había leído el libro que recomendó.

—Eso es genial Luna, aunque de ti me lo esperaba —sonrió orgulloso, sonreí de vuelta.

—Es muy interesante.

—Lástima que seas la única interesada por mis indicaciones —alegó apoyándose en la mesa.

Apreté los labios al escucharlo, miré de reojo hacia la puerta que justo en ese momento César se encontraba saliendo, regresé al profesor. 

—No he sido la única, de hecho, se me adelantaron —suspiré entre dientes, él inmediatamente levantó las cejas.

—¿Es eso posible? —preguntó con sorpresa, yo asentí algo remolona.

—Por desgracia...

Al darse cuenta de quien estaba hablando no pudo evitar soltar una pequeña risa.

—Vaya, cada vez me doy más cuenta de todas las cosas que tenéis en común.

Mi cara fue un poema al escuchar eso.

—¿Cosas en común? Somos el día y la noche en persona —rebatí de inmediato.

—Sois más parecidos de lo que piensas, solo que os ofuscáis a odiaros sin sentido.

—Por supuesto —seguí sin hacerle caso a sus absurdas creencias, él volvió a reír.

—Sois imposibles.

Salí del aula sin darle muchas vueltas a lo que me había dicho, suficiente había tenido haciendo el esfuerzo de decir que César también se había leído el dichoso libro, como para pensar que nos parecemos en algo más allá del blanco del ojo.

Iba directa a mi siguiente clase cuando un pelo rubio hizo detener mis pasos, venía directo hacía mí, giré sobre mis talones mientras le escuchaba llamarme. Era una escena patética por mi parte, pero no me apetecía tener que escucharle de nuevo.

Seguí huyendo a la desesperada hasta que finalmente un suave tirón a mi mochila hizo que detuviera mi huida.

—Luna, hablemos.

Rompiendo mis esquemas (PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora