8. Mantener la compostura

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Dejamos que finalizara la sesión con otros temas que a penas tenían relevancia, me fijé que Paula lo único que hacía era quejarse por lo bajito con su subdelegado sin dejar de mirarnos a César y a mí.

A él obviamente no le importaba, como todo lo que le rodeaba, a mí tampoco es que me afectara mucho, pero era algo que se me hacía bastante incómodo, notar sus ojos clavados como dagas no era algo que me reconfortara demasiado. Finalmente el jefe de estudios nos dejó salir.

Me levanté de la silla y como un guepardo César pasó por mi lado saliendo del aula. Me debatía entre agradecérselo o no, me quedé parada frente a la mesa mirando aún la puerta por la que había salido, viendo como salían los demás.

Comencé a andar acelerada hacia la salida, me obligaría a tragarme el orgullo, aunque no me hacía ni pizca de gracia, para darle las gracias por haber acudido. En realidad era su obligación, pero eso era algo que no quería recordar demasiado si no no habría gracias.

Al asomarme al pasillo entre todas las cabezas pude reconocer la suya a la lejanía, una vez localizada me dispuse a andar hacia él pero fui interceptada antes de poder dar más de dos pasos, paré en seco con cierta sorpresa.

—No te esperaba —comenté mirando aún como César se alejaba cada vez más.

—¿Ese era el tema tan delicado? —preguntó Lucas sonriendo.

Asentí poniendo los ojos en él pero al segundo desviándolos de nuevo por encima de las cabezas, ya no le veía. Al ver que a penas le prestaba atención se giró para ver que sucedía.

—¿Pasa algo? —preguntó volviendo a mirarme.

—Perdón —me disculpé mirándole de nuevo—, es que tengo un poco de prisa —comencé a andar—, nos vemos el miércoles que viene.

No dejé que si quiera me contestara, pues ya me encontraba andando rápidamente fuera del edificio, no debía estar muy lejos. Salí del pasillo a la zona del recreo, miré hacia los dos lados haciendo un pequeño barrido visual, y bingo.

Caminaba con calma revisando su móvil, saliendo ya del instituto hacia la calle. Bufé aborrecida sabiendo que correr para alcanzar a César nunca había entrado en mis planes pero me forcé a hacerlo.

Al escuchar mis pasos acelerados tras él se detuvo y giró la cabeza con una mueca de confusión en su rostro, al ver que se trataba de mí bufó y antes de poder decir nada continuó andando regresando la vista a su móvil.

—¡Espera! —grité terminando de acercarme a él— ¿Eres imbécil? —pregunté costosamente entre jadeos. 

Él me miró de arriba a abajo aún con su misma mueca de confusión.

—¿Qué haces corriendo? —preguntó

Decirle que corría para alcanzarle era la manera más rápida y patética de perder la dignidad, pero no tenía alternativa, no existía una mentira creíble.

—Bueno, la verdad es que...

Paré de hablar al ver que sus ojos regresaban al teléfono ignorando por completo mi presencia, vi su pantalla y como deslizaba publicaciones de Instagram, ni siquiera lo que estaba haciendo era algo importante, volví a mirar al frente. El rencor al ver su poca colaboración por intentar ser algo amables por una vez en nuestra vida se apoderó de mi.

—No necesitaba tu ayuda —dije finalmente dolida sin mirarle, noté sus ojos en mí.

—Genial —contestó apartando la mirada.

Bufé y le miré, me obligué contestarle:

—No sabía que eras capaz de hablar de manera coherente —dije refiriéndome a la sesión de antes.

Rompiendo mis esquemas (PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora