Me acompañó hasta la calle de mi casa, aunque me negué y él tampoco estaba muy dispuesto, lo hizo sin rechistar haciendo que mi insistencia fuera en vano. El camino hasta llegar fue bastante silencioso, pero no incómodo.
Se había hecho mucho más tarde que la otra vez, las estrellas se veían casi a la perfección mientras caminábamos bajo la noche, yo las observaba con admiración, él sin embargo solo las miró un segundo y regresó su vista al frente.
Las calles también se encontraban en silencio, solo se escuchaban nuestros pasos y de vez en cuando algún coche cruzando. Y era tan extraño que su presencia no me molestara que incluso parecía una imaginación, al contrario, me sentía segura andando con él.
Era un sentimiento contradictorio, saber que realmente era César el que estaba haciendo eso por mí me hacía darle mil vueltas a la cabeza tratando de entender la situación. Cualquiera que nos viese se quedaría de piedra, y no lo culpaba, ni en mil años me habría imaginado en esa tesitura.
Paramos justo frente a mi casa, nos miramos después de todo el trayecto poniéndose frente a mí.
—¿Vives aquí? —preguntó mirando tras de mí, dirección a mi edificio, yo asentí.
—Desde que nací de hecho —recalqué, él volvió a mis ojos.
Otra vez nos quedamos en silencio, alargó su mano frente a mí, como si esperara recibir algo. La miré confundida y volví a mirarle.
—Son 10 euros por el servicio —reclamó burlón, poco tardé en bufar.
Golpeé con mi mano la suya, no como un choque, si no para apartarla, sin embargo la cogió. Su mano estaba fría, como la mía, a decir verdad ese día fue uno de los más fríos hasta la fecha. En vez de soltarla en el acto se quedó sosteniéndola, miré las dos manos.
—¿Quieres llevarte mi mano como pago? —pregunté arqueando una ceja, él sonrió enseñando los dientes y la soltó con gentileza.
—No, gracias, sería bastante desagradable.
Finalmente, nos despedimos, aunque más que una despedida él se marchó sin decir nada más después de quedarnos él uno frente al otro durante un rato más. Entré al interior de mi casa, al cerrar la puerta me apoyé en ella y suspiré.
¿Qué cojones se suponía que había sido eso y porque tenía que ser con él?
Esa vez no fue como al mediodía, no llegué hecha mierda, ni agotada, llegué tranquila. No me importó estar sola, ni comerme la cena precalentada en soledad, ni tampoco dormir sola. No pensé en nada, solo llamé a mi madre para ver que todo estaba estable pero dejé que pasara lo que quedaba de día dándome un respiro.
Saqué de la mochila la introducción que esta vez estaba escrita por César. La releí y cuando terminé de leerla, justo en la esquina derecha no pude evitar sonreír:
De: César y Lunares.
No me di ni cuenta en el momento que había escrito eso, si no obviamente habría dicho algo al respecto, pero no me molestó, al contrario. Lo corregí de todas maneras, no me apetecían preguntas de Paqui de porque habíamos puesto Lunares en vez de Luna.
Y así finalmente dejé que terminara ese día de mierda, que a fin de cuentas, algo bueno de él me llevaba.
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Rompiendo mis esquemas (PROCESO)
Teen FictionLuna, la chica más inteligente de su escuela, notas espectaculares, entregada en cuerpo y alma a sus estudios desde pequeña, el paso a la secundaria no cambiaría su visión de ganadora, quería seguir siendo la mejor en lo académico. Pero, todo da un...