23. Decisión

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Después de el agotador día, prestando más atención de la que mis neuronas me permitían pero sin dejar de estar totalmente hundida por el examen, por fin pude irme a casa.

Era una sensación extraña ya que ansiaba con todas mis fuerzas por fin irme de ahí, pero por otra parte no quería ir a casa, más bien por la soledad que por otra cosa. Caminaba como siempre contando los pasos hasta llegar totalmente absorta en mis pies, realmente perdí la cuenta más de una vez sin poder sacarme el suspenso de la cabeza, simplemente miraba mis pies y andaba en silencio.

No sabía como decírselo a Andrea, ni a mis padres, como afrontarían que había suspendido después de todo, cuando más tenía que demostrar mi potencial. La cabeza me daba vueltas todo el tiempo tratando de pensar como comenzar a hablar, o como sacar el tema al llegar al hospital.

Me sentía tan culpable y tan mal conmigo misma y pensaba que no me merecía absolutamente nada a parte de un severo castigo.

Abrí la puerta abatida aún mirando mis pies, al levantar la mirada mis ojos se abrieron con sorpresa.

-¡Ya estamos en casa! -gritaron al unísono papá y mamá.

Andrea estaba en medio de ambos, sonriendo de oreja a oreja esperando el abrazo. Al ver esa imagen me congelé en la puerta, un día tan feliz arrebatado por mi culpa, y por primera vez después de muchos años me rompí frente a ellos.

Comencé a notar un nudo en la garganta que subía poco a poco hasta mi paladar, ellos se quedaron mirándome extrañados al ver que no reaccionaba feliz, ese nudo se fue haciendo más grande, como si invadiera todo mi cuerpo, me costaba tragar saliva y poco a poco mis ojos se fueron cristalizando más y más.

Mi boca comenzó con un ligero tembleque tratando de no sollozar pero fue en vano, me rompí como nunca lo había hecho. Las lágrimas brotaron sin miramientos cayendo por mis mejillas, mi madre corrió hasta mí para abrazarme.

-Cariño, ¿Qué sucede? Todo está bien -comentaba preocupada mientras acariciaba mi hombro.

Dejé mi cabeza reposar en el suyo y poco tardó Andrea en estar también a mi lado. Acarició con sus dedos mi pelo sonriendo pero con lágrimas también en sus ojos. Era de las primeras veces que me veía llorar, y ya no era solo por ella, era porque yo era la culpable de que ese momento feliz se fuera al garete.

O porque yo no me sentía feliz, me sentía tan decepcionada conmigo misma que ni siquiera pude disfrutar de su regreso a casa como debería, o como habría deseado.

Mi padre también se acercó y ahí nos quedamos los cuatro en silencio mientras yo lloraba desconsoladamente y ellos me escuchaban.

Cuando por fin me detuve y los mire con los ojos enrojecidos al igual que mi nariz, mi madre volvió a preguntar que era lo que me pasaba, miré al suelo y volví a tragar saliva.

-He suspendido.

Se creó un silencio y a mí me causaba pavor levantar la vista para mirarles, dejé salir un suspiro y una risa sonora hizo que levantara por fin la cabeza. Era Andrea, reía mientras me acariciaba el pelo.

-¿Crees que nos has decepcionado? -preguntó aún risueña-, Luna, cualquiera puede suspender.

-Yo no soy cualquiera -contesté ofendida-, las notas eran mi única preocupación y no he sido ni capaz de cumplirlo.

-Mira esto.

Me quedé esperando a que me enseñara algo, o que dijera algo más, pero se quedó de pie junto a mis padres. Y poco a poco mi mirada se volvió de realización, eso era lo que quería que mirase, que los mirase a ellos, que ya estaban en casa.

Rompiendo mis esquemas (PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora