12. Oscar

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Por mucho que buscara a Oscar me fue imposible dar con él, tampoco quería parecer una desesperada y que aumentaran más los rumores así que decidí no darle más bola y irme finalmente a casa.

Caminaba cogiendo las tiras de mi mochila mientras contaba las baldosas del suelo como de costumbre hasta llegar a mi casa, mi móvil vibró pero lo ignoré ya que tiraría a la basura la cuenta.

Cuando por fin levanté la cabeza y dejé de observar el pavimento a la lejanía reconocí una figura familiar, se encontraba apoyado en la pared de mi... ¿casa? Entrecerré los ojos para poder cerciorarme de que era real y no se trataba de un sueño, me detuve petrificada.

Efectivamente, Oscar se encontraba esperándome frente a mi casa.

Mierda.

Sabía que la que le había estado buscando era yo, y que quería hablar con él, pero en ese momento lo único que me apetecía hacer era correr o que la tierra me tragara.

Cogí aire y lo solté con fuerza por la nariz «Vamos Luna, ¿Cómo va a suponerte esto un problema?», pensé mientras avanzaba a paso firme hacia él, revisaba su móvil con una mano en su bolsillo.

Siendo sincera y con todo mi pesar, aunque siempre había negado sentir atracción por algo o alguien, era un chico jodidamente guapo.

Me encontraba lo suficientemente cerca como para por fin decir algo, aún no se había percatado de mi presencia, así que decidí en hacerme la sorprendida.

—¿Oscar? —pregunté fingiendo un tono de sorpresa, tan rápido como escuchó me miró bloqueando su teléfono.

—Luna —se apartó de la pared para ponerse frente a mí—, te estaba esperando.

Miré a los lados observando el vecindario, regresé a él.

 —¿Cómo sabes que vivo aquí? —pregunté con curiosidad, e incluso un poco de mal rollo.

Rascó su cabeza, como siempre hacía en situaciones que le ponían nervioso.

—Bueno... le pregunté a tu amiga, ¿Esperanza?

—Es más fácil llamarla Espe —sonreí mientras por dentro la maldecía con todas mis fuerzas, él me devolvió la sonrisa.

—Sí, Espe —calló un momento— ¿Parezco un psicópata?

Aguanté la sonrisa con un mueca encogiéndome de hombros.

—Mientras no hayas venido a asesinarme —bromeé mientras él reía.

—¿Debería hacerlo por dejarme tirado?

Mi mirada se dirigió al suelo, estaba totalmente avergonzada.

—Supongo que sabes lo que ocurrió —volví a mirarle con arrepentimiento.

Él asintió serio, miró hacia las escaleras de mi portal y se sentó, golpeó a su lado ofreciéndome asiento, me moví con cautela dudando sobre si sentarme o no, pero finalmente accedí.

—Gisella y yo nunca tuvimos nada serio —comenzó a explicarse mirando sus manos, yo observaba su perfil—, y aunque lo hubiésemos tenido —me miró—, ella no es quien para tratarte así.

Abrí ligeramente los ojos, estaba segura de que incluso llegaron a brillar, miré con rapidez al suelo debido a la vergüenza.

—Me arrepiento de no haber ido hoy —contesté finalmente sincera.

Escuché su risa, le miré frunciendo el ceño sin comprender porque se reía, él me miró de nuevo.

—Sé que estabas preocupada por mis ejercicios, aunque te hagas la dura —comentó aún entre risas, yo sonreí.

Rompiendo mis esquemas (PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora