22. Coca Cola Light

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POV: Luna

No sé muy bien por qué lo hice pero comencé a seguirle, sabía que mi prioridad debía ser ira a clase inmediatamente, pero no tenía ganas y después de todo, ya no era la mejor en lo único que se me daba bien, ¿Qué más daba? Podía darme un descanso mental aunque fuera acompañada de César.

Le seguí en silencio, él sabía que le seguía pero no dijo nada, solo se dispuso a caminar. Llegamos a un callejón apartado del instituto con una valla llena de enredaderas, no se lo pensó dos veces y saltó, me quedé en la otra parte mirándole.

-¿Ya no me sigues? -espetó sin detenerse mucho más para continuar.

Bufé, salir del recinto escolar ya era demasiado, pero antes de darme cuenta mis manos ya se agarraban al frío hierro para saltar, y así lo hice. Caí con fuerza contra el suelo y caminé un poco más rápido para acercarme a su posición.

Me volví a mantener en silencio, el silbaba una melodía mirando hacia el frente sin hacerme a penas caso, notaba de vez en cuando su mirada de reojo, pero nada más. Finalmente detuvo sus pasos, simplemente había un banco rodeado de pintadas en las paredes, pero, el árbol que se posaba sobre él era precioso.

Tenía algunas pequeñas flores, debido a que el verano se acercaba, la brisa lo acariciaba haciendo que sus hojas se zarandeaban y dejando en mi nariz un suave olor impregnado. Observé el tronco y me acerqué para leer todo lo que había tallado en él.

Habían algunas frases, típicas de adolescentes, también algunos nombres, iniciales y corazones de enamorados, habían fechas, incluso de hacía más de 20 años. Ese árbol tenía historia, muchísima además.

Palpé con mis yemas los cortes trazándolos ligeramente.

-No sabía que esto se encontraba aquí -comenté sin dejar el tronco.

-Claro que no, a penas te has movido por los alrededores -contestó con su mismo tono aborrecido.

Le miré, se encontraba de cuclillas recogiendo una pequeña piedra, se levantó comenzando a acercarse a mí. Cuando extendió la mano me quedé mirando la piedra, fruncí el ceño y subí a sus ojos.

-¿Una piedra? -pregunté con cierta confusión, el rodó los ojos.

-Cógela.

No rebatí nada, obedecí su orden sin comprender muy bien porque querría darme una piedra. Una vez la tuve en la mano la observé con detenimiento, era una piedra totalmente llana, en ella solo había un pequeño imperfecto, una pequeña grieta, pero nada más, era casi perfecta.

Una vez terminé de examinarla miré de nuevo a César esperando una explicación, aunque de él me esperaba cualquier cosa, incluso una burla en ese momento.

-¿Qué te parece? -cuestionó, seguí totalmente confundida, miré la piedra y volví a él.

-¿Qué?

-Que qué te parece la piedra.

-Pues una piedra.

-No suelo hacer estas cosas, pero te la regalo.

-¿Me estás vacilando? -pregunté, pero su expresión era seria, no parecía estar tomándome el pelo.

-Para nada, guárdatela -añadió alejándose de mi para sentarse en el banco.

Miré un momento más la piedra, no había quien comprendiese a ese chico, pero aún así, me guardé la dichosa piedra en el bolsillo. Volví a observar el tronco un segundo más antes de sentarme a su lado.

-Entonces, ¿para qué quiero yo esto? -volví a indagar, él no me miró.

-Una piedra es una piedra porque tu le das esa connotación, de ser eso, nada más que una piedra -giró la cabeza ligeramente para mirarme-. Pero puede ser lo que tu quieras, puede ser tu hermana, puede ser fuerza, puede ser apoyo.

Rompiendo mis esquemas (PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora