─ Capítulo 1: "Te voy a arrastrar hasta el infierno conmigo, nena"

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-¿Cómo se lleva el último día de vida, Marco?

Levanté la cabeza para ver a un hombre fuerte y alto, parecido a un gorila de discoteca. Le sonreí con suficiencia.

-Genial.

El hombre bufó y se fue. Pensaba que me iba a acojonar, pero no era así. Yo no le tenía miedo a nada, tampoco a la muerte. Además, la había visto tan de cerca tantas veces que era muy normal para mí. Recordar todas las muertes que había cometido me hacía sonreír. Ver la cara de terror de todos aquellos que me habían hecho daño mientras los apuntaba con una pistola era lo mejor que podía pensar de toda mi vida.

Nunca había tenido a nadie a mi lado. Mis padres trabajaban demasiado para darme un "buen futuro" y nunca estaban en casa. Para llamar su atención empecé con tonterías como la coca. Y aquí me tenéis, en la cárcel a tan sólo un día de mi muerte, mientras mi compañero seguía libre, por ahí. Se había librado de seguirme a la silla eléctrica. Pero lo veía normal. Él tenía novia, tenía algo por lo que luchar y salir vivo, ¿pero yo? Yo no tenía nada. Estaba solo en este mundo. Y pronto, estaría en el infierno.

Pronto llegó otro guardia igual que el anterior y lo miré con seriedad. Éste me sonrió incómodo y abrió mi celda.

-Hora de cenar, Marco -comentó poniendo esposas en mis manos.

No hice nada para escapar. Ya lo había intentado y había 5 guardias vigilando mi celda, así que era imposible salir de toda esta mierda. Con las manos en mi espalda por las esposas, me dirigí al comedor donde muchas mesas ya estaban llenas de hombres con sus ropas naranjas.

Me senté en la mesa donde siempre me sentaban y miré a mi alrededor. Todos los demás agacharon la mirada. Nadie me molestaba. Aquí yo era el rey. Sonreí con autosuficiencia. Todo el mundo me tenía miedo y eso me gustaba.

-Pásame tu comida Ricardo -él enseguida me la acercó y le di una palmada en la espalda-. Así me gusta.

Ricardo se levantó para traer consigo una nueva bandeja con su comida, ya que yo nunca necesitaba hacer cola para eso. Siempre, repito, siempre, alguien me la daba.

Probé un poco de la cena y lo escupí. Me levanté de la mesa haciendo chirriar la silla captando la atención de todo el mundo en el comedor.

-¡Esto está asqueroso! ¿Cómo queréis que alguien se pueda comer esto? -enseguida varios guardias vinieron a ponerme de nuevo las esposas.

-Noche sin cenar Marco. Aunque tampoco te importará, ya que, mañana sólo tendrás hambre por un par de horas.

-Espero con ansias conocer la habitación con la silla eléctrica, hijo de puta -me dio un puñetazo en la espalda y yo le devolví una patada en la espinilla que hizo que se encogiera. Sonreí.

-¡Llévenlo ya a su celda! -gritó desde el piso y varios monos de discoteca me cogieron por lo brazos.

-Un gusto, Cank -le hablé al hombre tendido en el suelo.

- Lα sillα elécτяicα. {carlos y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora