─Capítulo 5: "La miré por última vez respirando"

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La acerqué más a mi cuerpo, puse mis manos en su cintura. Se notaba su delicada piel a través de la fina tela de su pijama. La apoyé contra la pared y enseguida abrió sus ojos con miedo. Le sonreí y junté nuestros labios en un movimiento rápido. Enseguida empezó a moverse para liberarse. Cogí sus manos y las coloqué por encima de su cabeza para que no se pudiera soltar. La otra mano, en la que llevaba la pistola, la mantenía en la cintura.

Con mis labios le abrí los suyos, besándola con hambre. Metí mi lengua en su boca y ella gimió. Sabía que te gustaría, pensé y sonreí. Junté más nuestro cuerpos y volvió a gemir, esta vez más bajo al darse cuenta de su primer error, había gemido, estaba disfrutando.

Cuando ya estaba tranquilizándose, empezó a abrir los labios para profundizar el beso, levanté la mano que mantenía en su cintura y con la parte trasera de mi pistola, le di un golpe fuerte en su cabeza, haciendo que sus labios pararan el movimiento y su cuerpo quedara inerte, sólo aguantado por el mío. Quité mi mano de sus manos y enseguida éstas cayeron a ambos lados de su cuerpo. La sujeté por la cintura y la elevé por los aires colocándola encima de mi hombro.

La subí hacia la habitación con cama grande en la que había estado antes y la tiré encima de ésta. No se movió ni un poco, ya que no podía, estaba desmayada y calculando, tardaría más o menos una hora en poder despertar. Si tardaba más, podía preocuparme. ¿Qué mierda, Marco? Si vas hacer que nunca más aparezca, que desaparezca del mapa sin pruebas. Quiero eso, nada más que eso. Que pague por los días en la cárcel que he pasado.

Quité el seguro de mi pistola y la miré. Tan indefensa, tan joven, tan sexy, tan bonita... Parecía un ángel cuando dormía o por esta vez, estaba desmayada. Pero cuando se despertara, era una mala chica que merecía morir. Subí el brazo con mi pistola y desde lo alto, le apunté en el medio de su frente.

¿Merecía morir? ¿Por llevarme a la cárcel? El mundo perdería a un bellezón por ser una perra y meterse en donde no la llaman. Por llevar a Carlos Marco a la cárcel... Enserio, ¿esto estaba bien?

¿Has hecho alguna vez algo que estuviera bien? Preguntó una voz en mi interior. No, nunca he hecho nada que estaba bien. Bueno, igual cuando estaba en el colegio sí... Pero desde los dieciocho, todo cambió. Para mal... Mis padres me obligaron a independizarme, desaparecer de casa porque ya empezaba a tener problemas con los chicos de mi barrio. Ellos no me querían en casa y me tuve que ir, apañarme la vida como pude. Y allí, debajo de un puente, conocí a Dani. Mi mejor amigo desde entonces.

Negué con la cabeza para espantar los fantasmas que me perseguían desde entonces y me pregunté que qué coño hacía yo pensando en mi pasado cuando tenía una muerte que cumplir. La volví a mirar, sin bajar mi pistola y viéndola tendida allí, con su pelo cayendo como una bonita cascada por la cama y por algún sitio de su cara. Sus ojos cerrados y recién desmaquillados. Su ombligo al aire gracias a que cuando la tiré, su camiseta se subió dejándome ver una barriga plana y con pequeñas lunares en ella.

Mierda Carlos, acaba con esto de una vez. Volvió a hablar la voz de mi interior y me maldije a mí mismo. ¿Por qué me costaba tanto matar a esa policía y tan poco a los otros? Todos me habían hecho daño... ¿Por qué con ella era diferente? Joder.

- Lα sillα elécτяicα. {carlos y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora