─Capítulo 4: "Antes de morir, tengo que hacer esto"

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-Despierta Marco -me llamó una voz por fuera de mi habitación.

Abrí los ojos al reconocer de quién se trataba. Dani.

-¿Pasa algo?

-No, sólo que si quieres seguir a tu amiga, tendrás que levantarte ya. Seguramente ya estará en la comisaria.

-Oh -dije refregando mis ojos para intentar despertarme del todo-. Gracias.

Me levanté de la cama y me fui directo a la ducha que tenía en el lavabo de mi habitación. Suspiré y me metí debajo el agua fría de la ducha para desvelarme. Sentía las gotas correr por mi cuerpo y me relajaba.

Salí antes de coger una pulmonía. Me puse unos tejanos negros, una camiseta blanca apretada y una chaqueta de cuero negra. Metí por dentro de mi camiseta mi rosario, el cual, siempre llevaba y salí hacia el salón. Allí me encontré con Romina tumbada de mala manera en el sofá mientras absorbía su botellín de cerveza.

-Hola Marco -me saludó señalando su mejilla para que fuera a darle un beso. Sin más me acerqué y juro querer besar su mejilla pero ella movió su cabeza poniendo sus labios en contacto con los míos.

-Mierda, ¿qué haces, Rom?

-¿Qué?, ¿No puedo besarte? -me sonrió pícara.

-No, ¿qué pasa con Dani? -se encogió de hombros.

-No puedo estar más de 1 año con la misma persona Carlos, eso tú lo sabes.

-Sí, claro que lo sé -respondí con la mandíbula apretada.

-¿Entonces?, ¿Uno rápido?

-No por Dios, Romina. Tengo algo más importante que hacer.

-¿Ir a por la chica? -asentí-. Si quieres, te puedo acompañar.

-No, me pasaré el día fuera, no volveré a comer. No me esperéis despiertos.

Cogí las llaves de mi Mustang y salí hacia el aparcamiento. Era hora de hacerle una pequeña visita. Encendí mi coche después de varios días sin hacerlo y el motor rugió fuerte y sonreí. Arranqué a toda velocidad haciendo que las llantas chirriaran contra el suelo del asfalto y desaparecí por la larga carretera asfaltada que llevaba hacia la casa que teníamos a las afueras.

El sol estaba en todo su resplandor, dejándome ciego mientras conducía hacia la comisaria más importante de todo Nueva Jersey donde trabaja aquella sexy mujer, con los cojones mejor puestos que su novio.

Sonreí al llegar a la mismísima puerta de la comisaria. Allí estaba ella, fumando y mirando para ambos lados cada dos por tres. Como si alguien la pudiera estar mirando. ¿Tendría algún enemigo?, ¿Por qué esa cara de miedo, Torres? Se levantó del pequeño bordillo en el que estaba sentada, tiró el cigarro y se dispuso a entrar dentro.

-Pedazo culo.-silbé.

Cinco horas más tarde, estaba cansado de estar allí plantado sin hacer nada. No había vuelto a salir más. Ni siquiera un descanso en cinco horas. Bufé al estar exasperado al no saber dónde mierda estaba, y qué estaba haciendo.

- Lα sillα elécτяicα. {carlos y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora