No los había contado bien, pero sabía que habíamos recorrido una buena cantidad de kilómetros a través del bosque y ya me rugía el estómago. No habíamos parado en ningún momento y habíamos mantenido un buen ritmo gracias a la emoción que desprendía Gemma. Si no le seguíamos el paso, la perdíamos entre la arboleda.
—Aquí es. — anunció, soltando un suspiro de cansancio. Yo llegué a su lado y me detuve para admirar el famoso círculo. Era, en realidad, del tamaño de una cancha de fútbol profesional, pero ya saben, en su versión redonda. — Creo que deberíamos armar la tienda en la orilla, pero del lado de adentro.
Si bien era un poco escéptica a la situación, debía admitir que realmente parecía un círculo perfecto, un descampado en el medio de un bosque. Como si el bosque mismo hubiera dicho "hasta aquí llego" y rodeara la zona por la que se negaba a crecer, o como si hubiera una pared invisible que se lo impidiera.
Raymond se puso manos a la obra con la tienda de campaña y para las dos de la tarde tuvimos un campamento improvisado hecho. Hasta habíamos conseguido arrastrar hasta aquí unos troncos largos y gruesos que sirvieran como asientos. En el medio, haríamos la fogata cuando empezara a oscurecer.
— ¿Trajiste provisiones? — pregunté, viendo que había un bolso que nadie había abierto y parecía no tener pertenencias de nadie. Lo abrí sin esperar una respuesta y, efectivamente, había comida en ella. Toda del tipo enlatada, frituras y que no requiriera frío o tuviera vencimiento próximo. Para ser una idea que se le ocurrió de forma reciente, había planeado todo bastante bien. Tomé un paquete de galletas que se veían exageradamente ricas y las abrí, comiéndomelas con ganas.
— ¡Eh! — exclamó Gemma — Primero íbamos a ir por leña.
— Lo siento, ¿has visto la hora que es? Ni siquiera hemos desayunado. — usé mi tono de indignación. — El sol no irá a ninguna parte por ahora, déjame comer.
— De hecho, esa afirmación es científicamente incorrecta. — habló Raymond — El sol siempre se está moviendo.
Rodé los ojos, pero ambos se sentaron a mi lado y tomaron un par de galletas.
— Entonces se supone que esta noche no deberíamos dormir. — volvió a hablar Raymond, intentando tener una conversación que durara más de un minuto.
— Se supone que escucharemos gritos, y leña quemándose por las llamas del infierno. Sentiremos el calor del fuego infernal. — respondió emocionada. — No sé ustedes, pero yo no voy a dormir.
Después de haber saciado un poco el hambre nos volvimos a poner en marcha, recolectamos leña de los alrededores y, a la hora indicada, Randall encendió la fogata.
Para cenar abrimos un par de latas de frijoles, champiñones y sardinas. Una combinación que no dejaba mucho que desear, pero ese no era el punto de toda esta movida que habíamos hecho.
Por el momento, mi incomodidad había desaparecido por completo porque estaba segura de dos cosas: la primera, Gemma no insinuaría nada ni intentaría dejarnos a solas porque esta vez sí sería demasiado obvio, además de que éramos las únicas tres personas en este estúpido lugar y la segunda, Raymond no me cuestionaría la mentira que le había dicho la noche anterior frente a Gemma porque yo le había pedido con exclusividad que mantuviera su boca cerrada.
Ambos estaban tranquilos, distraídos por el ambiente ajeno a lo cotidiano en el que nos encontrábamos, hablando de temas al azar que los hacía reír o burlarse el uno del otro, me incluían en ello y de vez en cuando no podía evitar meter mis comentarios sarcásticos o aguafiestas a la conversación. Me dio nostalgia.
Extrañaba demasiado el tipo de relación que manteníamos los tres antes de que todo esto se fuera al garete. Esa relación de hermandad, de confianza y de seguridad que ambos me brindaban, era una sensación que jamás había logrado tener con nadie más. Ellos eran una gran dupla, y aunque no fuera su familia por sangre, ellos me hacían sentir que lo era de todas formas.
ESTÁS LEYENDO
Me perteneces
VampirosElizabeth sabía que había aspectos de su ficha personal que no encajaban en su vida, o en su rompecabezas, que es como le gustaba verse a ella misma. Creía, sin embargo, que la psicología sería la clave para poder entender todas esas discrepancias y...