Capítulo 13

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Necesitaba respirar, y por alguna razón el aire se negaba a llegar hasta mis pulmones.

Intenté no comenzar a hiperventilar frente a Dave porque todavía era consciente de que la poca dignidad que me quedaba debía ser preservada de alguna manera. Me levanté del sofá y anuncié que necesitaba irme, pero no creí que algo coherente haya salido de mi boca. Yo solo escuchaba balbuceos.

Me dirigí a la escalera a paso rápido, pero Dave se puse frente a ella, bloqueándola para mí.

—Dave, no... —ni siquiera podía hablar. Las lágrimas amenazaban con salirse sin permiso de mis ojos. El nudo en la garganta se hacía cada vez más grande. —Aire...

Llegué a decir y él puso sus manos en mis brazos.

—No puedo dejar que salgas a esta hora —negó —, pero lo que sí puedo hacer es llevarte a la terraza. ¿Quieres ir allí?

No tenía fuerzas para oponerme y no podía pensar en otra cosa que en la necesidad de sentir el viento corriendo por mi rostro y provocando que mi piel se erizara. Necesitaba aire fresco. Asentí.

Pero ni siquiera pude prestar atención al camino por el que me había llevado, que en otra situación me hubiese interesado y hasta hubiese preguntado cómo es que antes no lo había encontrado, porque este sentimiento de agonía me estaba consumiendo como el fuego consume todo lo que encuentra a su paso. Además, me cargó y soltó dos segundos después, utilizando su gran velocidad de ser superior para llevarme a donde sea que esté esta terraza.

El escenario, cuando logré ver a través del cúmulo de lágrimas que se contenían en mis ojos, cambió completamente, introduciéndonos en una oscuridad que nos envolvió y cerré los ojos por una cantidad de tiempo que no pude medir.

El silencio se hizo presente y con solo un sentido activado, me permití concentrarme en los pequeños ruidos que sobresalían en la naturaleza; grillos cantando, los búhos ululando... la paz del bosque comenzó a hacer efecto en mí, relajándome.

Creí estar preparada para todo. Creí incluso que ya nada iba a sorprenderme demasiado, porque inesperadamente, todo en este mundo me resultada familiar.

Lo que no esperaba era que el mundo en el que había crecido se derrumbara de tal manera con esta nueva verdad, una verdad que no esperaba que fuera mía nunca.

Mi lado coherente hizo a un lado todos mis sentimientos encontrados e intentó procesar esto de la manera más madura posible; ya era sabido que una parte mía no era humana, y si bien nunca había pensado en la posibilidad de que tuviera que ver algo con mis antepasados, tendría todo el sentido que comenzara a investigar a mis padres y sus raíces. Es decir, ¿de dónde vienen? ¿quiénes son mis abuelos? ¿por qué nunca los he conocido?

Podría haber jurado, si lo pensaba bien por primera vez, que la ausencia de mi padre explicaba todo esto, y que inevitablemente tendría que iniciar una búsqueda en su dirección para hacerle un cuestionario de preguntas, pero mi madre jamás me había siquiera dado una pista de cómo era él, su nombre o su edad. Nada en absoluto, como si el hecho de darle hasta un segundo de su pensamiento era una pérdida de tiempo y bienestar mental.

Comprendí con el pasar de los años que era mejor enterrar el tema que seguir cuestionando su desaparición o curioseando sobre él.

Pero si ella lo explicaba todo, ¿entonces debería volver e interrogarla? ¿Abrir una herida que ya se cerró y sanó cuando Fletcher apareció? No tenía idea a qué nos guiaba esto.

Aunque de nuevo, me negaba a creer lo que había visto. ¿Qué mi madre no era mi madre? Eso no tenía ningún sentido. Yo había visto fotos suyas con la panza de embarazada. Dos, tres, unas cuantas. De cinco meses, de nueve, la internación, post—parto.

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