Las siguientes dos horas fueron cruciales para comprender mejor el nuevo aspecto que había tomado la vida.
Una vez dado por terminado el misterio, preguntas comenzaron a surgir desde el fondo de mi cerebro y eran del estilo: ¿tus ojos solo se ponen rojos o también se ponen negros cuando la sed aparece? ¿brillas en el sol o te quemas bajo él?
Sí, muy película—serie orientado. Y ni hablar de los poderes, mi imaginación volaba a mundos paralelos intentando adivinar qué podía hacer cada uno de ellos, era como una niña de diez años entrando a la tienda de dulces. Perdía la cabeza.
Por suerte, antes de irnos del apartamento y dirigirnos hacia la casa, en donde el resto nos esperaba pacientemente, Allec despejó mis dudas básicas con paciencia y gracia.
—No te rías. —me enfurruñé como niña pequeña.
—Lo siento —dijo, pero seguía riendo levemente —, es solo que te ves tierna cuando estás emocionada.
Claro que lo estaba, me había dado la verdad, que era lo único que había pedido desde que me metieron en sus vidas.
Y la verdad era que no, sus ojos no se ponían negros como Stefan y Damon, y tampoco se limitaban a quedarse rojos como Edward, sino que su globo ocular, ese que está compuesto por humor vítreo, nervios y vasos sanguíneos se hinchaba ligeramente, y los nervios y vasos también. Me lo imaginé parecido a como se nos ponen los ojos a los humanos cuando lloramos, forzamos la vista o nos mantenemos despiertos por horas, que parecen que van a reventar, pero intensificado por cinco.
Y no, tampoco brillan bajo el sol o los asesina. El sol para ellos funciona como un debilitante y bloqueador de poderes. Claro está que si pasan horas bajo el sol morirían como mueren los humanos si se pierden en un desierto; sedientos y con la sensación de estarse quemando desde adentro hacia fuera.
Cuando sacié mi curiosidad inicial, me levanté para ir hacia la puerta, pero Allec llegó utilizando su ahora no—suprimida súper velocidad para interponerse entre mí y el pedazo de madera rectangular. Me crucé de brazos.
—El hecho de que ahora sepa lo que eres no significa que lo puedes usar para contra mí. —fingí molestia, pero la verdad era, que era fascinante verlo en acción.
Sonrió descaradamente y luego volvió a ponerse serio.
—Aún no sabes la condición. —me hizo recordar de lo que Dave hablaba antes de irse, lo que había pasado totalmente por alto cuando el remolino Allec y yo nos quedamos a solas.
«Si de verdad quieres saberlo, primero hay una condición que debes aceptar.» —la voz de Dave surgió en mi mente. Allec asintió.
—Pero ya no tiene caso —respondí —, lo adiviné antes de que pudieras decírmela.
—Estarán esperando que hayas aceptado cuando lleguemos. —dijo.
—¿Por qué es tan importante? —fruncí el ceño.
Sabía que el hecho de que conocer que hay otro mundo escondido entre las sombras era algo que no todos podían admitir. No puedes ir por ahí libremente exclamando que los vampiros existen, y eso lo entendía. Comprendía que era un secreto que debía llevármelo a la tumba.
—Solo es una formalidad. —evitó contestarme directamente —Mi padre debe proteger al pueblo de ser expuesto y lo hace con cualquier mortal que decida conocer la verdad.
Suspiré, entendiendo el punto de vista al que se refería. Ellos no conocían mis intenciones y no tenían por qué temer que yo fuera a arruinar su mundo. Asentí y con mi mano le indiqué que procediera.
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Me perteneces
VampirosElizabeth sabía que había aspectos de su ficha personal que no encajaban en su vida, o en su rompecabezas, que es como le gustaba verse a ella misma. Creía, sin embargo, que la psicología sería la clave para poder entender todas esas discrepancias y...