Capítulo 3: El oasis

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Luego de su encuentro con el Yuto Alfa, definitivamente había perdido el día, así que caminó hasta que descansó ya entrando la noche.

Luego de unas cuantas horas de arduo caminar, entró al desierto triunfalmente ya que había usado su dinero para conseguir un caballo, algo que lo alegró mucho ya que las horas de caminar se habían esfumado.

Akil estaba acostumbrado al abrasador calor que soportaba en las tardes de trabajo, pero luego de pasar apenas 3 horas bajo el sol del desierto, sabía que ese calor era una cucaracha en comparación al calor del desierto. Era un calor que te penetraba hasta los huesos, aunque a él le gustaba el calor, esto era una insensatez. Cody, por otra parte, se mantenía cálido y fresco en la bolsita donde reposaba.

—¿Cómodo?

—Totalmente...—dijo Cody sacando su pulgar por la boca de la bolsa

—Desgraciado...—pronunció en voz baja

La tarde de Akil surcando las dunas con su caballo empezaba a desvanecerse, a causa del anochecer; y la misma cayó como piedra al suelo; pero sin antes otorgarle por medio de sus órganos oculares, la delicia de disfrutar el anochecer en el desierto. Las nubes se tornaron naranjadas y el cielo morado, la combinación de ambos colores era un espectáculo que el cielo le permitía experimentar.

—Debes de ver esto, Cody—dijo Akil

—Como ordenes—saca su cabeza de la bolsa y observa el cielo

—Hermoso, ¿No?

—Para ustedes, sé que está anocheciendo, por ende el cielo se torna de una gama de colores muy bellos, pero el problema mío es que dado a mi visión dicromática, el cual no solo me deja ver una gama de colores limitada, sino también solo percibir el mundo basándose en colores opacos, como gris y blanco; enriquecerme por la combinación de colores y la hermosura del cielo, es una tarea que toda mi ratona vida la tendré que afrontar ante la frustración que me crea por no poder apreciar todos los colores como un ser humano

—Lo siento—dijo Akil sintiéndose apenado

—No lo tomo a mal, para mi todos los cielos son hermosos

—Menos los lluviosos

—Ah, eso sí—vaciló Cody—menos los lluviosos...

Akil, aun soportando el frio del desierto en la pesada noche, él seguía su rumbo; nunca dejaba de voltear a ver la brújula más de 5 minutos, quería ir directo hacia donde ella lo llevara.

Cody, ya que en realidad es un ratón nocturno, luego de beber el líquido que le cambió la vida, su ciclo de actividad se volteó, haciéndolo un ratón diurno y un dormilón empedernido en la noche. Así que a consecuencia de eso, la noche de Akil fue fría y solitaria; aunque el sentimiento de soledad era en intervalos producto de algunas agitaciones y sonidos nasales de Cody, el cual se encontraba estratégicamente en su pecho y provocaba que su presencia, fuese un poco agradecida.

Ya llegando la media noche, y teniendo a la luna arriba en medio del cielo estrellado, como afirmación de tal hora de la noche; Akil, ya casi rendido por el sueño y la fatiga, pudo observar luces brillantes en la lejanía. Él, en todo el día, no pudo hallar un pueblo en su recorrido, así que talvez este era su momento de suerte de hallar reposo. Observó la brújula e indicaba hacia las luces, así que ni corto ni perezoso, se dirigió hacia ahí apresurando el paso de su caballo, que cabía destacar que también sentía las repercusiones de la falta de descanso.

Subió una duna de considerable tamaño y luego de sobrepasarla, dejó ver lo que ocultaba. Akil se había topado con un oasis inmenso, prácticamente parecía una laguna; pero lo más curioso era el hecho de que las luces que había divisado eran producto del pueblo que rodeada tal oasis; un pueblo de buen tamaño y buena infraestructura, se notaba desde donde estaba que el lugar era sano y rico en términos de apariencia y vida. Aunque producto de la pesada hora de la lobreguez de la noche, el pueblo lucía callado y pasivo en actividades, exceptuando aquello pueblerinos que se encontraban en las calles caminado, haciendo vigía u otra actividad nocturna.

Las crónicas de Eloshem: En busca de mi padreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora